Nunca hubo tanto interés en ser policía como ahora. Los inscriptos como aspirantes para formarse como suboficiales y oficiales serán el doble que hace dos años. Y si bien los motivos económicos parecen ser una clara explicación, puede haber otros que inciden en un fenómeno que puede parecer contradictorio con la peligrosidad creciente de la calle, con inseguridad y violencia, incluso contra los propios agentes de seguridad.
En el ingreso de la camada 2024, se anotaron 9.481 aspirantes a suboficiales y 4.660 para oficiales; 14.141 inscriptos en total. Un año más tarde, los aspirantes a agentes fueron 14.117 y los que querían formarse para cargos de conducción, 9.396; un conformado de 23.513. Este año, ya hay anotados 18.611 para el curso de suboficiales. Recién el 1° de octubre se abre para oficiales, pero, si solamente se sostiene la demanda del año pasado, se llegará al doble de aspirantes de hace dos años.
Para el Ministerio de Seguridad provincial, en principio, hay tres explicaciones a esta alta demanda: se hizo más accesible la formación porque de seis sedes se llegó a 23, con anexos de la escuela de suboficiales, en toda la provincia; se implementaron ayudas escolares y becas para los aspirantes durante su etapa de formación, y un plan de inversiones en equipamiento y formación, más un apoyo discursivo (“los buenos son los de azul”), que generan una mejor imagen pública del trabajo policial.
De todos estos puntos, nos ocuparemos en primer lugar de lo que parece el factor más decisivo: el atractivo económico, en un contexto con pocas oportunidades similares en el mercado de trabajo para los grupos de jóvenes que cuentan apenas con un título de secundario completo como formación.

Durante la propia etapa de formación, los aspirantes reciben ingresos. En el primer año, una beca de ayuda escolar de $ 355 mil. En el segundo año, se suma una beca de $ 535 mil y en el tercer año de estudio, de $ 710 mil.
El pago de estas becas reconoce el trabajo en prácticas profesionalizantes en calle, que consiste en participar del patrullaje preventivo con policías ya egresados, que, en el caso de aspirantes a suboficiales, es a partir del segundo año, y, en los cadetes (carrera de oficiales), es sólo en su último año.
Una vez egresados, el sueldo inicial de un agente, que es la categoría más baja entre los suboficiales, era en junio de este año de $ 1.490.496; y, en el caso de los oficiales, en la jerarquía más baja, que es la de oficial ayudante, el piso desde el que se parte es de $ 1.562.056.
Estos niveles salariales están muy encima de otras opciones de salida laboral en adultos jóvenes. El nivel general de la tasa de desocupación en el país en el primer trimestre de 2025 -último dato disponible de Indec- era de 7,9%, pero, en el grupo de los adultos jóvenes de menos de 29 años, en el caso de los varones era de 15,1% y, entre las mujeres, de 19,2%.
A su vez, los que tenían trabajo, en su gran mayoría, eran empleos de baja calidad. La informalidad laboral en el país en el cuarto trimestre del año pasado era de un 42%, pero, en los grupos de menores de 29 años, trepaba a 57,9% entre los varones y 5a 9,7% entre las mujeres.
El empleo policial es una rareza en este grupo etario y poblacional: es trabajo en “blanco”, con un nivel salarial que está por encima del principal demandante, el comercio.
Que haya más jóvenes que no habrían considerado antes ser policías como aspirantes es, también, otro indicador indirecto del termómetro social. O al menos del deterioro de las que habrían sido las opciones preferidas en otros contextos por el exceso en términos históricos de anotados para entrar a la Policía.
Para el Gobierno, hay más de una razón
Para el ministro de Seguridad de Córdoba, Juan Pablo Quinteros, “se han batido todos los récords” en el número de aspirantes y esto tiene que ver con el pago de becas, pero se combina con otros motivos. “Había seis escuelas y estamos abriendo la número 23. Esto nos va a permitir elegir a los mejores, por estricto orden de mérito, porque no hay recomendados, ingresarán los mejores promedios”, destacó.
Un anotado para ser un aspirante a agente o un cadete, si logra superar cuatro instancias. Una prueba cognitiva con puntaje, un examen clínico psicológico –que determina si es apto o no–, un examen físico y una evaluación socioambiental, que revisa antecedentes penales, contravencionales y otros elementos y también define si es apto o no apto.
Para Quinteros, si al aspirante sólo le interesa una salida laboral y no tiene vocación de servidor público, el perfil psicológico lo dejará afuera.
El número de ingresantes este año puede estar cerca de las dos mil plazas, por la ampliación de lugares de formación para suboficiales.
La Escuela de Oficiales, que tiene una única sede, presenta una “frontera de producción” fija de 300 cadetes por año.
La Escuela de Suboficiales Manuel Belgrano, en Capital, tiene capacidad para 500 aspirantes. Con las nuevas sedes de 2025 y las que arrancan en 2026, ese techo se elevará a dos mil aspirantes.
Estas 2.300 plazas serían el techo de los ingresos. Hay que tener en cuenta que, aunque la deserción no es alta, existe, y este número no será idéntico al de las incorporaciones, al término de las formaciones. Desde 2015, ingresaron a la Policía 1.832 oficiales y 6.037 agentes. En ese mismo período, los que empezaron en la carrera de oficiales fueron 3.022 y los que estudiaron para agentes, 7.408.
El número de ingresos de la camada 2026, si se para por encima de los dos mil nuevos estudiantes, sería bastante más alto que los 1.347 ingresos de la camada de este año, que a su vez es la cantidad más alta desde 2019, cuando, con muchos menos aspirantes (17.475), cursaron en las escuelas 1.607 futuros policías.

Reforma del plan de estudios, en estudio
La idea del Gobierno provincial es comenzar a trabajar con la Policía en una reforma en el plan de estudios de las escuelas. La intención es lograr una “mayor especialización y perfilamiento desde el nivel inicial”, apuntando a formar en la dinámica actual del delito, ligado al uso de tecnología y cibercrimen, administración, recursos humanos, seguridad vial, investigación criminal, emergencias y gestión de riesgo. También se propiciará una mayor articulación con las universidades, tanto para las instancias de formación inicial como en los cursos y evaluaciones en el desarrollo de la carrera policial. Otro punto que se destaca es la formación en “habilidades blandas”, con el objetivo de potenciar las capacidades y aptitudes del personal policial en relación con el servicio en calle y de vínculo con la sociedad civil.
Ya hubo algunos avances con la incorporación de nuevos contenidos en los trayectos formativos. Hay varios cursos de la Dirección de Entrenamiento Permanente de la Policía que se integraron a los programas básicos de las escuelas, como el curso de operador de armas menos letales, operador en gas pimienta, conducción de motorista policial y de móviles policiales, defensa personal y técnicas operativas.
Para Quinteros, la inversión y visibilización tanto de los cursos como de las capacidades que sumó la fuerza la dotaron de mayor prestigio.
“Los buenos son los de azul”
Hay un esfuerzo evidente de la ministra de Seguridad nacional, Patricia Bullrich, para dar vuelta la imagen negativa que tienen las fuerzas de seguridad en la población por su vinculación a casos de corrupción, de violencia o de ineficiencia. Se puede resumir en una frase que repite seguido la ministra: “Los buenos son los de azul”. El propio Quinteros usó esa misma expresión. Pero a su juicio, más que un efecto de discurso, lo que puede estar generando un mayor incentivo para ser policía es un avance en la “dignificación” del trabajo policial.
“Esta gestión viene realizando una inversión que es histórica en nuestra provincia en materia de seguridad, con equipamiento personal, chalecos, armas reglamentarias y menos letales, móviles, motocicletas, tecnología de punta. Pero el corazón de nuestra Policía de Córdoba son los hombres y mujeres que la integran, y por eso hemos decidido no sólo velar para que su trabajo se realice siempre en condiciones dignas tanto en equipamiento como en materia salarial, sino también avanzando en una política de profesionalización creciente que comienza desde que ingresan como cadetes y aspirantes, atravesando toda su carrera policial”, declaró el ministro.
La dotación policial es casi la misma durante la última década
Hace 10 años, había 18.638 policías y 819 profesionales y técnicos en el plantel de la fuerza de seguridad. Este año, el personal policial es de 19.726 integrantes, mientras que los técnicos y profesionales son 2.755. Policías sumaron, en una década, apenas 1.088 cargos.
El punto más alto en la dotación se registró en 2019, cuando había 20.465 policías en actividad, sin considerar a los profesionales. Ese número estuvo apenas por debajo en 2024, con 2.351 policías. El año pasado había, también, más técnicos y profesionales.
“Gestionamos la seguridad quizás en el momento más complejo de los últimos años. Nuestro país lamentablemente viene de atravesar una década prácticamente perdida, en la cual año a año el tejido social se ha degradado cada vez más, con mayor pobreza, indigencia, pérdida del poder adquisitivo y con un factor que es reflejo del tiempo que nos toca y que es la problemática de la droga, con el narcotráfico y el consumo problemático de por medio. Es en ese contexto en el que nuestros policías caminan todos los días las calles, cuidando a los vecinos y combatiendo a los delincuentes, con una dotación que en los últimos 10 años estuvo estable, con una variación muy leve”, consideró Quinteros.
“Se convirtió en una oportunidad de ascenso social”
Para Jorge Jofre, criminólogo y director de la Diplomatura en Seguridad Ciudadana de la Universidad Blas Pascal, el aumento en la cantidad de aspirantes “no hay margen para pensarlo fuera de esta realidad en la que, si mirás la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), para junio, la media salarial son $ 850 mil y un oficial ayudante sale a la calle con $ 1,2 millones”.
El aspirante “entra a un sistema de formación profesional en la que no sólo se le paga la formación, sino que le dan ropa y comida, durante tres años, y luego entra a un trabajo que lo posiciona socialmente en una situación de mejoría en relación con la prevalente en la que se ubicaba”, analiza el experto.
El salario inicial de un policía, apunta Jofré, se ubica en el noveno escalón de ingresos más altos del país. “Competitivamente, son sueldos altos”, resaltó.
Según Jofre, quien enseña en las escuelas de policía, los alumnos “vienen de sectores vulnerables, todos son egresados de Ipem, muchos del norte provincial, de las zonas más pobres del territorio”. En ese contexto, piensa, “es muy difícil plantearse que no sea como oportunidad de ascenso social, más teniendo presente que en Argentina hoy hacen falta seis generaciones para salir de la pobreza”.
Jofre relativiza el valor que pueden tener en el aumento del interés por ser policía los aspectos simbólicos o de narrativas de los gobiernos. “Sobre el discurso dominante de los últimos dos años, a partir de lo que baja desde el Ministerio de Seguridad nacional, que plantea que los buenos son los de azul, que el azul es el color limpiador, no hay estudios concretos de su impacto”, refiere.
Y en cambio aporta un dato de su experiencia conocida. Buena parte de sus alumnos son hijos o parientes de policías, son parte de “la familia policial”. No tienen conflicto con ser o no ser policía, tienen una cercanía vital con la fuerza de seguridad.
La mayor cantidad de aspirantes, para Jofré, debería ser una oportunidad para mejorar la captación de recursos humanos. Y es crítico de que todas las incorporaciones pasen por “el filtro” de las escuelas de policía, sin otras alternativas como concursos para seducir a profesionales ya capacitados y que con los niveles salariales de la Policía pueden verse atraídos por insertarse.
“Aumentá la exigencia. En este contexto, puede ser muy competitivo el salario para atraer a gente mejor formada. Yo me pregunto cómo funcionaría una policía comunitaria con trabajadores sociales, en un modelo diferente, fundado en el diálogo y con un escenario de integración”, postuló.
Que todo pase por las escuelas genera “vicios corporativos”, para el experto.
“Existe una cultura institucional que se beneficia con que se pase por el embudo de la escuela, que lo que aporta es una inmersión en la cultura corporativa en chicos de 17 años sin niveles cognitivos suficientes para tener autonomía ética”, cuestionó.