La imponente figura del cóndor andino sobresale en el camino a las Altas Cumbres. Sus alas “abrazan” a los que se internan en las Sierras Grandes. Quienes tuvieron la oportunidad de conocer el Parque Nacional Quebrada del Condorito, donde esta ave es un ícono, saben de su belleza y de su paisaje rocoso, de quebradas, de arroyos y de pastizales.
Pero esa vista panorámica ahora muestra los efectos del fuego que ardió por casi una semana: un color negruzco cubre la superficie donde antes había pastizales, tabaquillos y maitenes.
La ceniza adherida al suelo se nota apenas se atraviesa el portón de bienvenida. El viento despeina ruidoso, aunque mucho menos que el viernes del siniestro.
A pocos metros de ahí, el auto que detonó las llamas en distintas direcciones luce completamente destruido: solo es visible su carrocería de hierros fundidos.
“Fue un hecho fortuito, pero devastador”, repiten los guardaparques mientras observan los restos de los 13 vehículos que ardieron en el estacionamiento, alcanzados por el fuego que se propagó en minutos empujado por ráfagas de más de 60 Km/h.
Más adelante, en medio de los senderos, otro auto quedó en el camino, como testigo del arrastre de las llamas, en un intento de huida.
Salvar a las personas
La situación que vivieron los guardaparques, junto con baqueanos y aspirantes a guadaparques, no fue la esperada, pero actuaron rápido para contener a los dueños de los autos y guiar a los 120 turistas hacia zonas seguras.
“Lo más importante fue que nadie resultó herido. Sacar ilesos a los turistas, en esas condiciones, fue un logro enorme”, destaca Nicolás Vallejo, jefe de guardaparques.
A su lado, Fernanda Fabbio, bióloga del Departamento de Conservación y Manejo del Parque, agrega: “Nunca nos imaginamos semejante incendio y que se iba a expandir en esas proporciones. No pudimos pararlo”.
El fuego avanzó desde la zona del ingreso hacia los balcones norte y sur. También rodeó a la escuela Ingeniero Arturo Pagliari y quemó solo el vivero.
La bióloga afirma que las condiciones meteorológicas fueron determinantes: altas temperaturas, viento fuerte y baja humedad.
Ahora, el parque permanece cerrado al público sin fecha de apertura. Y la Justicia federal investiga el inicio del foco.
La zona de senderos, la más afectada
Este viernes se cumplen 14 días del incendio que inició el 10 de octubre y fue contenido el 16. De acuerdo con Conae, quemó 5.963 hectáreas, de un total de 37.344 que pertenecen al área protegida.
El área de reserva comprende también cascos de estancias donde pernoctan baqueanos y guardaparques, y desde allí monitorean los sitios incendiados para controlar los puntos calientes con apoyo de drones.
El paisaje sigue mostrando las marcas: las llamas afectaron no solo la flora, sino también la señalética del parque. “Se quemó principalmente el área de uso público. Hay que reconstruir senderos, carteles, zonas de descanso. Es como empezar de cero”, lamenta Vallejo.
Y agrega que tienen que replantear cómo “aprovechar” este evento para realizar mejoras.
En algunos sectores, hay colchones de cenizas que al pisarlos emanan todavía calor, sobre todo en la zona centro y sur del incendio.
“Todavía no podemos descansar”, reconoce Vallejo. “El incendio está contenido, pero seguimos en alerta. Lo que más nos preocupa ahora es evitar que se reactive con el viento o que la lluvia provoque erosión y arrastre cenizas hacia los arroyos”, indica.
Brotar de las cenizas
A pesar de la devastación, la naturaleza muestra sus primeros indicios de resiliencia. “En apenas 10 días, los pastos empezaron a brotar”, cuenta Fabbio, mientras observa los pequeños rebrotes verdes entre el gris de las cenizas.
“El pastizal es de rápida recuperación, pero lo preocupante son los bosques: las quebradas de tabaquillos y maitenes fueron muy afectadas. Da tristeza verlos así, porque los árboles tardan mucho más en recuperarse”, explica.
La bióloga, que lleva años recorriendo el parque, sabe que el ecosistema tiene sus pulsos: “Conocemos los ciclos de la naturaleza y sabemos que se recuperará, pero ojalá no tengamos que pasar otra vez por incendios de esta magnitud”.
Dice que ahora están en la “etapa cero”, cuando comienza a reverdecer y aparecerán plantas con flores que antes no se veían y atraerán insectos, y estos a otros animales. “De a poco se repondrá y sabremos qué pasa“, dice.
La fauna que regresa
Las aves están retornando, se escuchan sus cantos y revoloteos. El parque cuenta con más de 40 especies endémicas.
“Las aves regresaron, la fauna está, vimos huellas. Los mamíferos pequeños y los reptiles fueron los más afectados, algunas culebras no lograron escapar, pero la mayoría de la fauna se mueve y busca otros lugares hasta que el ambiente se recompone”, relata Fabbio.
Una de las preocupaciones de la bióloga era que el fuego alcanzara el “Baño de los Cóndores”, un sitio emblemático dentro del parque donde estas aves sociabilizan, duermen y aprenden a volar.
“Fue una enorme alegría saber que el fuego no llegó ahí. Los vimos sobrevolar. Se posaron cerca de la quebrada, ellos tienen varios dormideros”, expresa.
A la par, los guardaparques trabajan en la restauración de alambrados. “Se quemaron los cercos que protegen el área para que no ingrese el ganado. El suelo está desnudo y frágil, si se pisa mucho se erosiona. Por eso es clave mantener cerradas las zonas afectadas”, agrega.
Además, el pasto que está brotando es un atractivo para los animales y eso va a llevar a una erosión y a una pérdida del suelo.
La bióloga subraya que la idea es seguir con los trabajos junto con la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), con el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv) y el Instituto de Diversidad y Ecología Animal (Idea), con la Universidad Nacional del Comahue por el proyecto de cóndores, entre otras.
“Hay muchos colaboradores y, de a poco, vamos a diseñar estrategias para generar información y conocer cómo se comporta el ambiente”, afirma Fabbio.
La fábrica de agua, principal foco de recuperación
El Parque Nacional Quebrada del Condorito es más que un refugio de cóndores y montañas: es la “la fábrica de agua” de la provincia de Córdoba. Y su función ecosistémica será uno de los principales focos de trabajo posincendio.
“Cuando llueva el suelo se va a erosionar. Además, las cenizas pueden alterar los cursos de agua y afectar especies acuáticas. Es una cadena que se rompe y hay que equilibrar”, agrega Fabbio.
Por eso, conservar este suelo y su vegetación es vital. Los pastizales actúan como una esponja que libera el agua de a poco. “Acá arriba la lluvia se acumula y después llega a una gran parte de la población. Si esa cobertura se pierde, falta agua abajo”, explica la bióloga.
Cámaras trampa
La bióloga recorre el parque en busca de algunas de las 20 cámaras trampa que colocaron para registrar pumas, zorros, hurones, aves, entre otras especies de fauna.
“Algunas se quemaron, pero ya colocamos nuevas. Nos ayudan a ver cómo se reacomoda la fauna, cómo vuelve a usar el hábitat. Cada foto es una señal de esperanza”, cuenta Fabbio.
Las cámaras también les permitirá saber el impacto del incendio sobre los animales.
“Antes del incendio, obtuvimos unas imágenes espectaculares de animales que no sabíamos que estaban en el parque, como el pecarí, y tampoco pensamos que había tantos pumas y hurones”, destaca.
Cómo afecta al sapito de Achala
En medio de ese panorama, el río Condorito aún tiene agua, y una de las especies endémicas, el sapo de Achala, está en la etapa de reproducción, hay poblaciones de renacuajos en diversos puntos.
“Está en estado crítico y evaluaremos para saber qué pasó con las larvas y los renacuajos debido a los cambios que sufrirá el agua por los sedimentos”, advierte Fabbio.
Y explica que “cuando llueva, también habrá erosión porque por el barrido de cenizas, lo que alterará los cursos de agua: cambiará la conductividad y turbidez del agua”.
A orillas del arroyo que bordea una de las quebradas, tres caballos, utilizados por los guardaparques para recorrer el territorio, contrastan con la quema y husmean desde lejos. Ellos también, como otros animales, sufrirán la alteración.
“Ya hicimos el duelo”
Entre las cenizas y los restos de vehículos, el personal del parque transita lo que Fabbio llama “un duelo colectivo”. “Ya hicimos el duelo. Lloramos lo que teníamos que llorar. Ahora toda la energía está puesta en organizarnos, en pensar en el futuro”, sostiene.
Vallejo se lamenta por las hectáreas quemadas y los árboles calcinados. “Da tristeza ver los arbolitos que plantaste hace 20 años reducidos a carbón”, confiesa.
Pero sostiene que “hay que seguir. Todo el equipo está enfocado en lo que viene: recuperar, reforestar, aprender de lo que pasó”.
Los guardaparques y los técnicos ya planifican un programa de restauración con la participación de universidades, de investigadores y de voluntarios.
“Hay mucho interés en colaborar. Lo importante es hacerlo bien, sin pisar las áreas frágiles. La primera etapa será de observación y evaluación”, aclara Fabbio.
Esperanzada, narra que hace 10 años otro fuego de gran magnitud afectó 11 mil hectáreas y dejó una marca profunda, pero el parque se recuperó.






















