El adolescente que desde enero del año pasado, con 15 años recién cumplidos, ya obligó a 18 intervenciones estatales -de la Policía, la Justicia Penal Juvenil y la Senaf- puso a todas las instituciones a aplicar el principio fundamental del tenis: que la pelota quede siempre del otro lado.
En la semana que pasó, la Senaf (Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de la Provincia) pidió, con la intervención decimoctava, que la Justicia habilite como medida “excepcionalísima” la posibilidad de alojar al joven bautizado con alias épicos en un dispositivo en el que “su externación no sea voluntaria”.
La jueza Penal Juvenil Ileana Benedito decodificó el eufemismo y ratificó que no existe en la legislación vigente ninguna excepción que justifique el encierro de un menor de 16 años y, por lo tanto, no punible. Y entre sus fundamentos, citó una nueva sentencia del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) del 29 de octubre, en la que reitera lo que ya viene opinando desde 2021 y que en este caso, en el análisis de la situación de otro chico de 15 años, vuelve a decir que no hay ningún margen para tratar a un adolescente no punible en un régimen de privación de la libertad.
La ministra de Desarrollo Humano, Liliana Montero, recogió el guante y anticipó que enviará a la Legislatura un proyecto de nuevo Código de Procedimiento Penal Juvenil, para ofrecer a los jueces las herramientas que afirman no tener a fin de habilitar una medida excepcional para un caso excepcional, como es el del chico de las 18 caídas.
Es cierto que es así de raro, pero no es el primer caso. Y posiblemente tampoco será el último. Hoy existen 118 adolescentes no punibles que deben ser monitoreados por Senaf por disposición judicial, y en tres casos, de gran complejidad, estos jóvenes fueron ingresados en un programa piloto de un dispositivo sin externación voluntaria. Esto que no se puede hacer y que se negó para el joven a quien la jueza Benedito sólo le impide una cosa: que vuelva al barrio Marqués Anexo, de la ciudad de Córdoba.
Pequeño paréntesis para no dejar pasar esto: se pide a la Senaf que se “profundice el abordaje” y que se busque que el adolescente no vuelva al entorno de ese barrio, pero no se admite que se lo aloje en algún lugar donde no pueda irse cuando se le ocurra. ¿Cómo podría evitarse que vuelva a ese barrio o vaya a cualquier otro lado si en rigor no tiene prohibido salir de la residencia donde en teoría debe dormir?
Si bien una ley provincial -como el anunciado cambio en el procedimiento Penal Juvenil- puede pararse por encima de una acordada del TSJ, el conflicto de interpretación podría subsistir. Porque en los fundamentos de la decisión de los vocales se citan tratados internacionales y leyes nacionales que dan vuelta esa primacía.
Es decir: lo que se plantea como una salida por arriba del laberinto judicial en rigor puede no ser así. Ello si los jueces supremos no cambian su criterio y aceptan un dispositivo que, con otras palabras, baja la edad de imputabilidad a los adolescentes con quienes todas las otras estrategias fallan.
El interés por este debate va a estar largamente superado cuando produzca novedades legislativas o judiciales. También se volverá abstracto para el caso del joven que lo generó, que en poco más de 45 días tendrá 16 y podrá ser encerrado en el Complejo Esperanza, como pidió y no logró Senaf. Lo único que sí puede cambiar es la cantidad de intervenciones de Policía, Justicia y Senaf, llevando la marca de 18 a 20, 25, 45, si el adolescente decide no dejar pasar un día más de su inimputabilidad sin cometer una falta o un delito.
Pero no es el escenario de peligrosidad para otros y para sí mismo el que algunos actores que están inmersos en este laberinto advierten: los límites que las instituciones estatales no logran marcar puede encontrarlas el chico en la calle. Existe una confusión muy grande sobre el presunto gusto del narco y el dealer por la fama, impulsado por el mito de Pablo Escobar: para quien vende drogas, no sirve la publicidad que lleva a la Policía al barrio. Este adolescente es malo para el negocio. Los fracasos todavía pueden empeorar.
