La Asociación de Gastroenterólogos de Córdoba afirmó que el 80% de las consultas de pacientes sobre alteraciones en la función intestinal corresponde a trastorno de colon irritable. Esto genera alerta debido a que esta patología presenta un vínculo con el sistema nervioso con el intestino. Las causas del trastorno están relacionadas principalmente con cuestiones psicosociales como estrés, ansiedad, depresión, insomnio y cuestiones emocionales no resueltas, entre otras.
Son trastornos funcionales que se diagnostican a partir de la realización de estudios de sangre y de endoscopias. En primer lugar, los médicos efectúan estudios para descartar cáncer de colon y otras patologías orgánicas.
Andrés Germán, presidente de la asociación, médico gastroenterólogo, endoscopista, con un especial interés en enfermedades inflamatorias intestinales, explicó a La Voz: “Hasta hace unos años, no tratábamos el tema. Con el paso del tiempo, tuvimos mayores consultas y notamos un incremento importante durante la pandemia. La crisis juega un rol importante”.
Doble impacto: en el cerebro y en los intestinos
Por su parte, el gastroenterólogo Facundo Ferreyra, especialista en alteraciones intestinales, afirmó que en el intestino se encuentra alojada una cantidad de neuronas similares a las que se ubican en el cerebro. Es decir, que todo lo que sucede allí –cualquier emoción, depresión, insomnio– impacta en el intestino. “Este segundo cerebro, cuando está inflamado, filtra toxinas que van a la sangre y hace que el primer cerebro se inflame. Cuando el intestino se inflama, también sucede lo mismo en el cerebro. Hoy estamos trabajando para estudiarlo”, dijo, y expresó su preocupación sobre un aumento de casos desde la pandemia cuya causa no entienden. De a poco, están avanzando en estudios específicos sobre este tipo de trastornos para lograr una mejor adecuación de los tratamientos.
Con respecto a las causas, se trata de una alteración que se da a cualquier edad y puede estar vinculada a la etapa escolar, de facultad o laboral dado el estrés al que son sometidas las personas en esos momentos. La depresión, la angustia, la ansiedad, el insomnio y la mala alimentación son otros de los grandes disparadores. Explican que hay neurorreceptores interconectados en el cerebro y en las paredes intestinales.
Los especialistas destacan que se trata de un trastorno funcional que puede tener momentos buenos y malos. Es importante aclarar que no lleva a una complicación o al cáncer.
Los principales síntomas son diarrea, constipación, estreñimiento, inflamación, dolor de cabeza y cansancio. Generalmente se manifiestan en momentos de tensión, de nerviosismo y de crisis. “Las presiones y las cargas emotivas han cambiado. La pandemia acrecentó esto. Son trastornos que estamos viendo a nivel mundial, es una tendencia”, dijo Ferreyra.
Los nervios: el principal detonante
María tiene 58 años y cuenta con un diagnóstico de colon irritable desde hace varios años: “Empecé a sentirme descompuesta, a tener diarrea, dolores de estómago. Nada aliviaba mi situación, tampoco entendía de dónde venía este malestar”. Explica que, en esos momentos, se automedicaba, pero a largo plazo volvía a este estado de descompostura.
Hizo consulta con una gastroenteróloga, quien le solicitó estudios de colonoscopia y una endoscopia. El resultado arrojó gastritis nerviosa y colon irritable. Las causas son emocionales, explicaron los médicos. María explicó que generalmente se manifiestan los síntomas cuando tiene que ir hacia otro lugar. Comenzó a descomponerse mientras viajaba en el transporte urbano y luego fue extendiéndose a todo momento. En su casa se siente segura, pero movilizarse le genera nervios y ansiedad. El miedo a salir y a tener que recurrir a un baño es una situación que la llevó a estresarse con cada actividad.
“Tengo días buenos y otros no tanto. Me recomendaron una dieta sin harina, azúcar ni lácteos. Eso me alivió. Pero cada tanto los síntomas vuelven”, dijo.
Valentina tiene 30 años y le diagnosticaron lo mismo hace unos meses. Cuenta que en su familia hay varios integrantes con problemas intestinales, pero que ninguno consultó a especialistas para tratarlos. Recuerda que comenzó con síntomas en sus primeros trabajos. Sabe identificar que generalmente se da cuando vive situaciones de estrés, de nerviosismo y de ansiedad, aunque otras veces se manifiesta por el consumo excesivo de ciertos alimentos.
“Las juntadas sociales son incómodas porque durante el tratamiento no podés consumir muchas cosas. También me genera vergüenza tener que estar pendiente de mi panza para saber si tengo que ir al baño o no. Sufro mucho”, expresó la joven.
Harinas y lácteos, el peor enemigo
Ferreyra, junto con otros especialistas en la materia, elaboraron un método en 2019 para ayudar a aliviar los síntomas de este tipo de trastornos. Su base es eliminar los alimentos que irritan el intestino, para que así logre autorrepararse. Se trata de una dieta similar a la “fodmap”, que evita los fermentables y restringe productos como avena, café, lácteos y harinas blancas, entre otros. Además, los pacientes deben practicar ejercicio, meditación y recibir atención psicológica.
El tratamiento que ellos proponen dura siete días. Al octavo, se comienza a introducir levemente el resto de los alimentos pretendiendo identificar cuáles hacen mal y así erradicarlos completamente. Por lo general, sucede con el trigo y con los lácteos. “El cuerpo no está preparado para tolerar tanto gluten. Hay un impacto directo del gluten en el cerebro”, explicó.
Terapia y meditación
Rolando Alemañi es licenciado en Psicología. Detalló que, a partir del descubrimiento de que hay un ida y vuelta entre el intestino y la mente, es importante tomar conciencia del cuerpo y conocer sus señales. Cuenta que muchos pacientes, cuando se atienden, no comentan que sufren problemas gastrointestinales porque creen que es algo en lo que se ocupa específicamente la medicina. “En la alteración emocional, lo primero que se afecta es lo gastrointestinal. No tenemos tiempo para digerir toda la información. Estamos en un estado vertiginoso, no le damos importancia al cuerpo. Muchos toman una pastilla creyendo que eso soluciona el problema”, explicó Alemañi.
Es probable que una persona que sufre estrés de manera continua pierda la capacidad de defenderse en el tiempo. Su sistema de alerta queda activado. La terapia conductual y la meditación son un gran aporte para regular el estrés, la ansiedad y el estado de alerta constante.
Hay contextos de vida que están más expuestos a este tipo de alteraciones. Por ejemplo, si se cuenta con una contención familiar, si se padecen nervios esperando el colectivo por temor a robos, si el trabajo genera mucha tensión, si la persona vive sola, etcétera.
“Hay que equilibrar la situación de estrés, lograr una mayor calma durante el día. Estamos demasiado tiempo en estado de alerta”, concluyó.