Han pasado 15 años desde la desaparición de Yamila Cuello y, aunque el juicio que comienza este jueves es un paso fundamental en la búsqueda de la verdad, también parece ser evidencia de las nuevas formas de trata de personas y de un sistema judicial que falló en la búsqueda de justicia por las mujeres víctimas de violencia de género.
Durante años, la imagen que se tenía de la trata de personas estaba ligada a mujeres secuestradas y privadas de su libertad en whiskerías o prostíbulos clandestinos. Pero casos como el de Yamila Cuello o el de “Nora”, que fue juzgado hace poco tiempo y por el que fueron condenados dos exfuncionarios judiciales, muestran una realidad más compleja y menos visible: la explotación ya no necesita cadenas ni habitaciones cerradas para someter a sus víctimas.
Yamila desapareció en 2009 y su caso llega a juicio tras 15 años de impunidad. La Justicia investiga si fue víctima de explotación sexual por parte de su expareja y su entorno, quienes la habrían sometido a un circuito de abuso sexual y servidumbre a través de una relación violenta y de extrema vulnerabilidad.
Lejos de los métodos tradicionales de secuestro y cautiverio, la captación en el caso de “Nora”, y también en el de Yamila, según la acusación, se produce dentro de vínculos afectivos, a través de relaciones desiguales en las que el agresor se aprovecha de su poder emocional, económico y social sobre la víctima, en general más chica en edad y en condiciones de vulnerabilidad económica y afectiva, entre otras.
En muchos casos, las víctimas pueden estar viviendo con sus familias, asistiendo a la escuela o al trabajo, sin que nadie detecte el nivel de sometimiento que padecen. La coacción psicológica, el chantaje económico y la manipulación emocional son los nuevos mecanismos de control, las nuevas formas que encuentra un sistema patriarcal y machista para someter a las mujeres.
La explotación puede darse dentro de entornos familiares, en redes de confianza o incluso a través de relaciones amorosas o que simulan serlo. Este es el nuevo rostro de la trata: una violencia menos visible, pero igual de devastadora.
La visibilización de estos casos debe servir para prevenir a la sociedad, para analizar e investigar estos delitos desde sus nuevas formas, para que la comunidad sepa que existen, suceden y pueden estar cerca nuestro sin que nos demos cuenta. En el caso de Yamila, como el de Nora, fueron sus familias quienes más insistieron en que fueran investigados bajo esa premisa.
Son casos que marcaron un antecedente importante en la búsqueda de justicia. En el caso de Yamila, 15 años de demoras judiciales significaron una gran revictimización sobre una familia que aún busca respuestas.
Soledad, hermana de Yamila, encabezó decenas de marchas, transitó sin descanso por tribunales de la provincia y federales. Se unió a organizaciones sociales y feministas que apoyaron su lucha y formaron la “coordinadora por la aparición de Yamila Cuello”.
“No les voy a dar la comodidad de mi silencio”, dijo una y otra vez en cada nuevo aniversario de la desaparición de su hermana.
Este jueves se reanuda la esperanza, no sólo por el juicio, sino porque desde la Fiscalía del Tribunal iniciaron un legajo para la búsqueda de Yamila, en forma paralela al juicio, que pueda dar cuenta de cuál fue el destino de la joven.
La desaparición de Yamila Cuello no es sólo una deuda de la Justicia con su familia, sino un llamado de atención sobre las formas más cruentas de la violencia hacia las mujeres.