La presencia de animales en el núcleo familiar se remonta a la prehistoria. La evidencia arqueológica revela que, hace más de 14.000 años, los lobos domésticos, ancestros del perro, vivían en asentamientos con los seres humanos. Desde hace muchos años, también la ciencia se dedica a estudiar y comprobar los beneficios para los humanos de convivir con mascotas.
Ahora, un nuevo estudio japonés, realizado con 65.000 bebés del país nipón, los niños expuestos a gatos domésticos o perros de interior durante el desarrollo fetal o la primera infancia tendían a tener menos alergias alimentarias en comparación con otros niños.
El nuevo beneficio de vivir con gatos o perros que descubrió la ciencia
Según el estudio, publicado en la revista de acceso abierto Plos One por Hisao Okabe, del Centro Regional de Fukushima para el Estudio del Medio Ambiente y la Infancia de Japón, y sus colegas, en algunos países de ingresos altos, más de uno de cada 10 niños son diagnosticados con alergias alimentarias, y la incidencia de alergias alimentarias en los niños sigue aumentando.
Investigaciones anteriores sugirieron una posible relación entre la exposición a perros o animales de granja durante el embarazo y la primera infancia y la reducción de las alergias alimentarias. En este estudio, Okabe y sus colegas utilizaron datos del Japan Environment and Children’s Study (un estudio prospectivo de grupos de nacimiento a escala nacional) para estudiar a 66.215 niños de los que se disponía de datos sobre la exposición a diversos animales de compañía y las alergias alimentarias.
Alrededor del 22% estuvieron expuestos a animales domésticos durante el periodo fetal (sobre todo perros y gatos de interior). Entre los niños expuestos a perros y gatos de interior hubo una incidencia significativamente menor de alergias alimentarias, aunque no hubo diferencias significativas entre los niños de hogares con perros de exterior.
Los niños expuestos a perros de interior eran significativamente menos propensos a padecer alergias específicas al huevo, la leche y los frutos secos; los niños expuestos a gatos eran significativamente menos propensos a padecer alergias al huevo, el trigo y la soja. Quizás sorprendentemente, los niños expuestos a hámsters (0,9 por ciento del grupo total estudiado) tuvieron una incidencia significativamente mayor de alergias a los frutos secos.
Los investigadores precisan que este estudio no puede determinar si la relación entre la exposición a mascotas y la incidencia de alergias alimentarias es causal. Aun así sugieren que estos resultados pueden ayudar a orientar futuras investigaciones sobre los mecanismos que subyacen a las alergias alimentarias infantiles.