El palco calabozo y el alma de Bam Bam

Kantuka Fernández aún no se explica quién era aquel personaje de rostro borroso que una tarde de invierno se hizo humo a pasos de ella y de su secretaria Betty Ávalos.

Fue en la Dirección de Arte Dramático, en el tercer piso del Teatro del Libertador. "Le preguntamos qué necesitaba y el tipo, un tanto gordito y de sobretodo Camel, salió disparando y se esfumó detrás de una puerta", cuenta la dramaturga.

"La intriga inicial se transformó en miedo cuando caímos en razón de que el maestro (Carlos) Giraudo –entonces director de la Orquesta Sinfónica de Córdoba–, quien en ese momento subía por la escalera, no había visto nada ni a nadie", comenta la también directora e investigadora teatral.

Otro aparecido que deambula por el San Martín –cuentan los empleados– es un oficial del Ejército a quien Leopoldo "Polo" Lugones (comisario inspector de la Policía durante la dictadura de José Uriburu) ordenó alojar en el palco avant-scéne del primer piso, para que el reo, acusado de un crimen aberrante, purgara allí la pena de prisión.

También hay quienes cuentan en voz baja que en este último tiempo han escuchado sonar la negritud profunda de un cajón peruano. "Tal vez sea Bam Bam", arriesga un empleado de Cultura que presta servicios en el Libertador. Se refiere a Miguel Antonio Miranda, el percusionista peruano que acompañó desde James Brown a Carlos "Mona" Jiménez. El 28 de julio de 2011, cuando realizaba un solo de cajón en la gala homenaje al 190° aniversario de la Independencia de su país, cayó fulminado sobre el escenario. Al día siguiente, amigos y colegas lo despidieron con una rueda de tambores frente al Teatro del Libertador.