Los seres humanos somos el 0,01 por ciento de la biomasa de la Tierra, según un estudio publicado esta semana en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (Pnas), que se animó a estimar cuántos kilos de seres vivos hay en el planeta.
Las plantas representan el 82 por ciento de toda la biomasa actual, mientras que las bacterias son el 13 por ciento.
En el cinco por ciento restante están los mamíferos (y nosotros), las aves y los insectos.

Es justamente esta minoría animal la que más llama nuestra atención, ocupa más horas en los canales de documentales y se lleva más tiempo de investigación entre los científicos.
Cuando miramos la naturaleza, sufrimos de un daltonismo de especies. Si vemos el bosque nativo cordobés, sólo miramos los árboles, las aves, apenas algunos mamíferos como el puma o un pecarí, y quizás insectos porque son llamativos o peligrosos.
En el reino animal hay 35 grupos, y los vertebrados (entre los están los mamíferos, los peces y las aves) y los insectos son apenas dos subgrupos.
En su libro En un metro de bosque, el científico y naturalista David Haskell dice que esto se debe a dos motivos. Primero, nuestro inusual tamaño. Somos enormes para la mayoría de los otros animales, por lo que no podemos verlos. El microscopio arrojó un poco de luz a este micromundo.
El segundo motivo es que vivimos sobre el suelo, cuando el 90 por ciento de la variedad animal vive en el agua (mares, ríos, lagos) y buena parte del otro 10 por ciento habita en el subsuelo.
La vida sobre el suelo y nuestra condición de gran mamífero es una excepción de la naturaleza. “Somos adornos voluminosos sobre la piel de la vida y nos movemos por la superficie, sólo vagamente conscientes de las multitudes microscópicas que forman el resto del cuerpo”, dice Haskell.
Un ejemplo quizás sirva para entenderlo. Nunca escuchó hablar de los colémbolos, unos bichos chiquitos que se parecen a los insectos, pero no lo son, a pesar de tener seis patas y pertenecer al grupo de los artrópodos.
Sin embargo, son los animales más numerosos de la Tierra. En un metro cuadrado de suelo, encontraremos unos 61 mil ejemplares. Son vitales para la creación de suelo fértil, pero permanecen ocultos a nuestra vista y nuestro conocimiento.
La insignificancia humana en el contexto de toda la naturaleza contrasta con su poder de ffuego. Ese 0,01 por ciento de biomasa que somos nosotros ha destruido el 83 por ciento de los animales del planeta y la mitad de las plantas, asegura el estudio Pnas. Un pequeño monstruo que pisa fuerte.
Mucho de ese daño se hizo con conocimiento de causa y otra parte por ignorancia. Hace unas semanas, La Voz publicó los datos de un estudio sobre qué tanto conocen la flora y la fauna autóctonas los alumnos cordobeses.
El trabajo fue realizado por investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba. Si bien los resultados no son tan malos, sí preocupa que figure el pino entre las especies autóctonas, cuando se trata de una invasora.
Es apenas un ejemplo de cómo vamos creando un imaginario de la naturaleza que es antinatural. Nuestras decisiones (políticas, económicas y de vida) se basan sobre esa entelequia. Obramos en consecuencia a esa ignorancia, y recibimos las consecuencias de dañar ese ambiente tan diverso y vasto que no alcanzamos a observar ni a comprender.