El 4 de enero, M.S.M., el adolescente de 15 años que durante 2024 obligó a 20 intervenciones estatales –por parte de la Policía, de la Justicia Penal Juvenil y de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de la Provincia (Senaf)–, cumplirá sus 16 y se convertirá en imputable.
Terminará, de ese modo, su “zona gris”, que por estas horas lo tiene en calidad de extraviado, porque para estar fugado tendría que haber estado alguna vez detenido, cosa que, por su edad, nadie autorizó.
M.S.M. dejará de ser no punible en los primeros días de 2025, muy posiblemente antes de que la Legislatura pueda tratar y aprobar una reforma al Código Procesal Penal Juvenil, que impulsa la ministra de Desarrollo Humano, Liliana Montero, para plantear en qué casos excepcionales se puede apelar a tobilleras y, como último recurso, al encierro de niños, niñas y adolescentes (NNyA) que están por debajo de la edad de imputabilidad penal.
La tobillera, planteada como “penúltimo recurso” en el nuevo protocolo, fue poco para M.S.M. y, si aparece antes de cumplir los 16, la jueza Penal Juvenil Ileana Benedito tendrá que volver a considerar el pedido de Senaf para que habilite como medida “excepcionalísima” la posibilidad de alojar al joven bautizado con alias épicos como “El pistolero” en un dispositivo en el que “su externación no sea voluntaria”.
De algún modo, el joven logró sacarse la tobillera luego de irse corriendo tras la sesión que tuvo junto con otros jóvenes con consumos problemáticos de drogas en el dispositivo de barrio Maldonado-Müller, que es parte de la obra del cura Mariano Oberlín, el jueves pasado, alrededor de las 21.
Benedito, que autorizó la tobillera y con esto marcó un hito, porque nunca antes se había colocado en un adolescente inimputable, había rechazado el alojamiento en el Complejo Esperanza, tras argumentar que no existe en la legislación vigente ninguna excepción que justifique el encierro de un menor de 16 años y, por lo tanto, no punible. Entre sus fundamentos, Benedito citó una sentencia del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) del 29 de octubre de este año, en la que reitera lo que ya ha venido opinando desde 2021 y que, en este caso, en el análisis de la situación de otro chico de 15 años, reitera que no hay ningún margen para tratar a un adolescente no punible en un régimen de privación de la libertad.
Tendrá ahora que volver a considerar el tema, con la evidencia de que no ha sido suficiente la tobillera para ponerle un límite a M.S.M.
La descripción que hace la psiquiatra que evaluó a M.S.M. evidencia que se trata de un caso que merece un tratamiento excepcional.
“Durante la entrevista, se muestra colaborador, tranquilo, desalineado, desaseado, con alto monto de ansiedad, sostiene la mirada, comprende las preguntas y responde de manera concreta, no se evidencia angustia y la niega, no muestra arrepentimiento de sus actos y los justifica diciendo que ‘robar le causa adrenalina’ y que ‘cuando se pone loco, sale a robar´. No mide las consecuencias de sus actos, se rige bajo sus propias reglas, no acata la autoridad y la desafía, escasa tolerancia a la frustración, por lo que lo pone en riesgo constante a él y a terceros, se autodefine como impulsivo”, describe el perfil de personalidad.
“El joven representa un alto riesgo para sí y para terceros, por lo que debe comenzar un tratamiento interdisciplinario en salud mental”, recomienda la especialista.
Hay mucha preocupación, que crece con cada minuto que no se sabe dónde está M.S.M.
En la teoría de los juegos, se identifica como el escenario de mayor riesgo el de quien tiene una ventaja momentánea, pero sabe que está pronto a perderla. M.S.M. está en esa explosiva situación.