A lo largo y ancho de las rutas argentinas, un ritual singular se repite: conductores de todo tipo hacen sonar sus bocinas al pasar frente a los altares del Gauchito Gil.
Este gesto, que a simple vista puede parecer una mera costumbre, encierra un profundo significado para aquellos que lo practican, especialmente para los camioneros, quienes encuentran en el santo popular un protector en sus largas travesías.
El toque de bocina se interpreta como un saludo al Gauchito Gil, una forma de reconocer su presencia en el lugar y, al mismo tiempo, una súplica por su protección durante el viaje.
En el imaginario colectivo, este gesto se asocia a un pedido de seguridad vial y a la esperanza de un viaje sin contratiempos.
Gerardo “Sata” Tomás, camionero de Laboulaye, explicó hace unos años a La Voz que para quienes transitan las rutas a diario, el Gauchito Gil representa un “santo protector” que vela por su bienestar.
En un trabajo marcado por la incertidumbre y los peligros, la fe en el santo popular se convierte en un refugio y una fuente de tranquilidad. Tomás, al igual que muchos otros camioneros, se encomienda al Gauchito Gil antes de cada viaje, buscando su amparo en las rutas.
La devoción por el Gauchito Gil en las rutas argentinas
La devoción al Gauchito Gil trasciende el ámbito de los camioneros y se extiende a una amplia gama de conductores. La imagen del gaucho, asociada a la justicia social y a la protección de los más vulnerables, resuena en el corazón de muchos argentinos, quienes encuentran en él una figura cercana y comprensiva.
El toque de bocina, como expresión de fe y pedido de protección, se suma a otras prácticas que se observan en los altares del Gauchito Gil, como la colocación de cintas rojas, ofrendas de cigarrillos y vino, y placas de agradecimiento por los favores recibidos.
En definitiva, este gesto cotidiano en las rutas argentinas refleja la profunda religiosidad popular que rodea la figura del Gauchito Gil, un santo que, a pesar de no ser reconocido por la Iglesia Católica, ocupa un lugar central en la fe y en el imaginario de muchos argentinos.