Freír un huevo puede parecer una tarea sencilla, pero lograr que quede con la yema en su punto y la clara bien compacta no siempre es fácil.
Entre los trucos menos conocidos, hay uno que algunos cocineros profesionales utilizan desde hace años y que consiste en añadir unas gotas de vinagre a la sartén antes de echar el huevo.
El secreto detrás del truco
Según el chef Ned Baldwin, autor del libro How to Dress an Egg, este detalle tiene una explicación química.
El ácido acético del vinagre modifica el comportamiento de la ovoalbúmina, la principal proteína de la clara, haciendo que se desnaturalice y solidifique más rápido.
Esto significa que la clara se cocina de forma más uniforme y mantiene su forma alrededor de la yema, sin extenderse ni quemarse en los bordes. El resultado es un huevo con textura suave y apariencia brillante, incluso sin necesidad de técnicas avanzadas.
El divulgador gastronómico Adam Levy, del blog Vinegar Professor, detalla que esta reacción se debe a un ligero aumento de acidez en la sartén, suficiente para acelerar la coagulación de la clara sin alterar el sabor.
Cuánto vinagre usar y cómo aplicarlo
Para poner en práctica este truco, basta con agregar unas gotas de vinagre suave, como el de vino blanco o el de sidra, en el aceite o agua caliente antes de añadir el huevo.
No se necesita mucho, media cucharadita por huevo es suficiente. Si se usa más cantidad, el sabor ácido podría notarse, pero en dosis pequeñas el efecto es imperceptible al paladar.
También sirve para huevos escalfados

El mismo principio químico puede aprovecharse al preparar huevos poché o escalfados. En este caso, Baldwin recomienda una mezcla de 25% de vinagre y 75% de agua, lo que ayuda a que las claras no se dispersen y mantengan una forma redondeada durante la cocción.
El resultado, tanto en sartén como en agua, es un huevo de mejor forma, textura más firme y sabor más limpio, sin necesidad de recurrir a utensilios especiales ni técnicas complicadas.