Si la pregunta ronda acerca del turismo que habrá en Córdoba en 2025, las respuestas dependerán de la mirada desde la que se ensayen.
Desde el consumidor de turismo, apunta a una ecuación de paseos y de experiencias en relación con sus costos. Pero desde quienes definen inversiones y políticas del sector, se centra en cómo sostener una actividad que, en el caso de Córdoba, representa una de las cuatro patas centrales de su economía y que explica casi el 10% de su capacidad total de empleo.
El nuevo año nace con el verano, que es temporada alta en Córdoba. El interrogante es cómo impactarán en enero y en febrero dos factores clave de la economía nacional: recesión y crisis dejan sin chances de vacacionar a grandes porciones de la población; a su vez, a quienes mantienen alguna capacidad de gasto les ofrece la chance de viajar al exterior con una relación cambiaria que se emparenta –aunque no iguala, por ahora– con la de la década de 1990.
Entre los operadores turísticos serranos, no existen dudas de que este verano no será de los mejores, por ambos factores. Los optimistas, sin embargo, sostienen que será al menos aceptable, quizá parecido en volumen al anterior, que se vivió en plena incertidumbre por el cambio de gobierno.
“No será un gran éxito, pero tampoco será malo”, parece ser el eslogan del que se cuelga la mayoría.
Gustavo Peralta tiene un doble rol que le permite ver los dos lados de la movida: es el presidente de la Cámara de Turismo de Córdoba, que busca que la provincia atraiga a la mayor cantidad de visitantes posibles, y preside la Asociación Cordobesa de Agencias de Viajes, que tienen como negocio principal la venta de paquetes al exterior.
Peralta admite que la contratación de viajes al exterior se encuentra en un punto alto, sobre todo al sur de Brasil. Pero asegura que no alcanza la dimensión de los años 1990. “Se da la situación del dólar barato, pero faltan planes de financiación en cuotas con tarjetas, que harían que mucha más gente de clase media se animara a salir afuera”, marca.
Los operadores turísticos serranos ruegan que esa situación no se dé, ya que los complicaría aún más.
Torta despareja
La “torta” de turistas se ha achicado. Quienes trabajan en el rubro marcan que hay un sector ABC 1, de alto poder adquisitivo pero escaso en volumen, que vacaciona en el exterior más allá de la situación cambiaria. En el otro extremo, existe una gran proporción de clases bajas que ni siquiera aspiran a hacer turismo; y otra creciente, de clase media baja, que tiene la aspiración pero ya no puede, o bien achica sus pretensiones de 10 días a dos o tres. La disputa es por quedarse con la clase media alta.
“Claramente, no todos tienen U$S 700 por persona para ir siete días en bus a Brasil o U$S 2 mil de entrada para unas vacaciones vía aérea”, marca un hotelero de Calamuchita.
En el medio, asoma una buena noticia para el sector: hacer turismo, desde hace algunos años, pasó a ser una prioridad de gasto para esas clases medias. Para muchos, si sobra un peso, será para viajar.
La otra tendencia que marca diferencias es que ya casi desaparecieron las vacaciones largas de 15 o 20 días en verano. Ahora, se sale menos días durante esos meses, pero más veces en viajes cortos el resto del año.
“Ahí se crea una chance importante para Córdoba. Aun quienes viajen al exterior tendrán sus días de salidas también en el país, ya sea durante el verano o en todo el año”, marca Peralta.
El empresario, que es vocal por el sector privado en la Agencia Córdoba Turismo, sostiene que esta provincia ha mejorado en infraestructura turística (rutas, por ejemplo) y en oferta de alojamiento y servicios, y que eso abrirá nuevas puertas en cuanto la economía se acomode. “Quizá en los últimos años no se ha crecido tanto en cantidad de plazas, pero sí en calidad de oferta. Los hoteles nuevos son, en general, de alta jerarquía, y los servicios de entretenimiento incorporados también”, señala.
De a poco, esa oferta apunta a variar el perfil del turismo que llega a Córdoba, tradicionalmente de clases medias. Algo así como un mercado cada vez menos masivo, pero más jerarquizado. Aunque esa evolución dependerá de la siempre cambiante economía nacional.
De afuera hacia adentro
La Agencia Córdoba Turismo apunta a mejorar la llegada de extranjeros a esta provincia. No es el mejor momento, cuando la relación cambiaria invita al fenómeno inverso.
Córdoba apenas atrae al 3% o el 4% del total de extranjeros que llegan como turistas al país.
Para ese cambio, Córdoba debería transformar su aeropuerto en un hub de vuelos relevante. “Es cierto que no tenemos un producto de personalidad suficiente que atraiga por sí mismo, como las cataratas o los glaciares. Por eso, la apuesta deberá ser de multioferta. Es más complicada de instalar, pero es la que hay que ensayar, y tenemos con qué hacerlo”, dice Peralta, quien cita un combo de atractivos de variedad paisajística, de naturaleza, de historia y cultura, y de nichos como el golf o el creciente circuito del vino.
De todos modos, por las razones de la verde moneda, no será 2025 el año para sumar extranjeros a esta provincia. Primero, parece, habrá que zafar con lo nuestro.
Más allá del verano, otro interrogante abierto es el resto del año. Ya no hay modo de hacer turismo económicamente sustentable si sólo funciona en temporada alta.
Córdoba ganó terreno en las salidas cortas, de fines de semana largos. Algunas de sus localidades ya trabajan bien durante buena parte del año. El fenómeno pospandemia potenció esa vocación de salidas cortas, más allá del verano. Pero para 2025 acaba de anotarse un gol en contra: el Gobierno resolvió que los feriados puentes serán menos (serán “días no laborables”), por lo que ya no habrá tantos “findes” extralargos, salvo para los empleados públicos.
Recalculando
Mientras, entre la gente que recalcula costos una y otra vez para decidir si sale de vacaciones o no, sobresale una queja: por qué los destinos nacionales no bajan sus precios para competir mejor y atraer visitantes.
La respuesta desde el sector empresarial, sea pequeño o mayor, se repite. “Si nos bajan impuestos y costos y nos ponen en igualdad de condiciones, competimos con cualquier alojamiento de cualquier país”, marca el hotelero Adrián Maitino, desde Mina Clavero.
“Los altos costos operativos complican acá, porque si aumentás la tarifa, perdés competitividad, ya que la gente no puede pagarla en un escenario en el que los ingresos promedio vienen bajando. Entonces termina cayendo la rentabilidad en este rubro”, traduce Maitino.
Lo que para el turista nacional medio resulta caro, para el hotelero o cabañero parece insuficiente. Y los números no cierran para nadie.
Otra vez, la economía que marca la cancha.