“Hace más de un año que no voy a una carrera. Esta semana vi en Instagram algunas historias sobre que se iban a juntar”. Así comienza el relato de A. M., un joven que durante un tiempo fue testigo directo del fenómeno de las picadas clandestinas en Córdoba.
Su testimonio no solo describe cómo se organizan estas carreras, sino que también expone los riesgos, las motivaciones y la inversión económica que implica ser parte de este mundo.
A. M. dejó de asistir a estas juntadas cuando notó que el ambiente se volvía cada vez más peligroso. “Dejé de ir cuando vi que iban muchas motos y se ponía un poco riesgoso”, confiesa. Aclara que nunca participó directamente en las carreras, sino que solía ir con su grupo de amigos a observar desde la banquina. “Nos poníamos a un costado y veíamos cómo corrían. También la Policía andaba mucho y cuando empezaba a sonar la sirena todo salía corriendo”, recuerda.
La lógica de las carreras
Según el joven, las picadas ilegales no son simplemente carreras al azar. Hay una lógica detrás de cada competencia. “Los que corren se van midiendo, dependiendo del auto que tengan. Por ahí, si son dos autos del mismo modelo, van a querer probar para medirse. O también viendo la preparación que tiene cada uno”, explica.
A.M. asegura que en el ambiente la mayoría se conoce, ya sea a través de Instagram o en persona. “En el mundo de los autos, todos se conocen con todos. Vas al parque y hasta reconocés los autos”, agrega.
Aunque algunos podrían pensar que estas carreras tienen un fin económico, A. M. lo desmiente. “No es por plata: es más que todo por querer saber quién anda más fuerte”, afirma. Sin embargo, reconoce que se trata de una práctica peligrosa. “Entiendo que está mal correr en la vía pública. Por eso, un día al mes se puede ir a correr al autódromo Oscar Cabalén, que es más seguro”, reflexiona.
Alcohol, riesgo y clandestinidad
Uno de los aspectos más preocupantes de estas juntadas es la presencia del alcohol. “Todos van a tomar, más que todo cuando van al parque Sarmiento”, admite A. M. Sin embargo, señala que conducir bajo los efectos del alcohol es aún más arriesgado. “Tenés que estar muy demente si vas por Circunvalación o a las juntadas del aeropuerto tomando y siendo el conductor. Sobre la Agustín Tosco hay Policía Caminera, y de madrugada puede que hagan controles de alcoholemia”, advierte.
A. M. entiende en que la falta de alternativas legales y accesibles para correr es uno de los motivos por los que muchos eligen las picadas clandestinas. “Si abrís un circuito, te van a cobrar entrada y otras cosas. Capaz que uno prefiere algo que sea clandestino por los costos”, opina.
Esta preferencia por lo ilegal, sumada a la adrenalina que genera el riesgo de ser descubiertos, parece ser parte del atractivo de las carreras.
Otro aspecto que sorprende es la inversión económica que implica preparar un auto para las picadas. “Armar un auto para picadas sale muy caro. Tenés invertido al menos unos 10 mil dólares en el auto. Hasta te aseguro que hay coches para picadas que valen 30 mil dólares. Es una barbaridad de plata”, revela A. M.