Tras la derrota de La Libertad Avanza en las elecciones de la provincia de Buenos Aires, analistas políticos de todos los colores salieron a ensayar una y mil explicaciones que permitieran entender un triunfo del peronismo, que complica las chances electorales de Javier Milei de cara a las legislativas del 26 de octubre.
Pero el abultado y hasta inesperado resultado también dio lugar a algunas expresiones de claro tinte racista que, lejos de intentar comprender las razones del voto en la mayor provincia del país, descalificaron a los ciudadanos bonaerenses. En especial a los que viven en los populosos partidos del conurbano.
“Lo que pasa es que les gusta cagar en un balde”, fue la frase más despectiva que se viralizó en las redes sociales, y que no sólo repitieron hasta el hartazgo cientos de troles libertarios, sino también varios políticos, periodistas, economistas y hasta empresarios alineados con el gobierno de Javier Milei.
La expresión –además de profundamente desagradable– no sólo termina describiendo más a quienes la profieren que a quienes se pretende descalificar, sino que además no es cierta. Según el sitio Chequeado.com, de acuerdo con datos del Censo 2022, en el conurbano bonaerense el 87,4% de las viviendas particulares cuentan con “baño con inodoro con arrastre de agua”. Casi nueve de cada 10.
Lo mismo pasa en Córdoba, que al igual que los partidos que rodean a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, también cuenta con sectores populares y barriadas muy pobres. De todos modos, el 94,9% de 1,4 millones de hogares que hay en la provincia cuenta con baños con descarga de agua, y apenas un 4,36% tiene sanitarios sin botón ni cadena. Un marginal 0,6% no tiene baño.
El déficit, en todo caso, pasa por la conexión de la descarga a una red pública: sólo el 45% de los hogares cordobeses (627.372) están conectados a una red de cloacas. El 55% de las viviendas restantes desagua sus inodoros a cámaras sépticas, pozos ciegos o excavaciones más rudimentarias.

La falta de un servicio cloacal es particularmente más notorio en las ciudades del arco norte y noroeste de la provincia, donde la cobertura no llega ni al 5% de la población. En contraposición, entre el 70% y el 80% de los hogares de los departamentos del sudeste tiene baños conectados a ductos cloacales. En la Capital, el servicio llega al 57% de las viviendas particulares.
Para que ese insuficiente nivel de cobertura crezca, son necesarias no sólo obras de tendido de redes cloacales, sino también la construcción de un número importante de plantas depuradoras que puedan procesar lo que llegue por los caños. En cualquier caso, se trata de inversiones millonarias que deben ser encaradas por el Estado, muchas veces con ayuda de créditos especiales de organismos internacionales de fomento.
Esto es algo que está muy lejos de lo que había sugerido la también libertaria Diana Mondino en la previa del balotaje que en noviembre de 2023 llevó a Milei a la Presidencia. “Si en vez de pagar impuestos para la obra pública se junta la gente de un barrio y dice ‘hagamos tal obra’, por ejemplo una cloaca, después se hace”, justificó entonces la economista cordobesa.
Aunque luego cayó en desgracia, Mondino no había hecho otra cosa que honrar la máxima libertaria que todavía hoy reza “obra pública cero” y que –por ejemplo– en casi dos años de gestión sólo inició dos nuevos proyectos de cloacas en todo el país, al tiempo que paralizó casi el 80% de las obras que a fines de 2023 recibió en ejecución.
Afortunadamente, la inmensa mayoría de la población en este país hace sus necesidades en un inodoro, aunque también es cierto que todavía falta mucho para que todo el mundo acceda a sistemas de saneamiento más eficientes.
Pero hacia ese objetivo no se avanza con frases estigmatizantes ni imaginando obras que se hagan solas, sino con políticas públicas que combinen transparencia y uso eficiente de los recursos con la necesidad de no dejar a nadie afuera.