El Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (Aspo) dictado en Argentina el 20 de marzo del 2020 para contener el avance del Sars-Cov-2 cumple este jueves 5 años. Especialistas de distintas áreas analizaron, a pedido de La Voz, las implicancias que tuvo la medida en los planos sociales, educativos y sanitarios.
La cuarentena fue dictaminada por el entonces ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, con el objetivo de contener el avance del virus y preparar el sistema de salud. La medida duró inicialmente 50 días, con posteriores flexibilizaciones y regresos a las restricciones, según el avance de la pandemia, la saturación del sistema de salud y el impacto de la cuarentena en los sectores productivos.
Las provincias, a su vez, fueron resolviendo sus propias normativas. En Córdoba, el Centro de Operaciones de Emergencias (COE), autorizó en julio la apertura de bares y restaurantes, con aforos y limitaciones de horarios. En septiembre del 2020, las reuniones familiares sin traslados entre departamentos. Mientras que las clases se suspendieron durante el año.
Hoy, con el “diario del lunes”, los especialistas aseguran que la medida inicialmente sirvió para contener el avance de la pandemia. Aunque reconocen que quedaron resabios que persisten en la población.

Efectiva pero excesiva
Para Gabriel Acevedo, profesor titular de Medicina Preventiva de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba, la cuarentena fue una medida efectiva en un comienzo.
“El aislamiento obligatorio tan riguroso que se estableció el 20 de marzo, tenía su justificación sanitaria en virtud del poco conocimiento que había del comportamiento de la transmisión de la enfermedad”, destacó Acevedo quien además es director de la carrera de Epidemiología de la UNC.
Esta medida fue adoptada por la mayoría de los países, que pusieron restricciones a la circulación e interrumpieron actividades comerciales, educativas y sociales. Ese parate permitió acumular información y evidencia, en función de cómo el virus se comportaba y de lo que ocurría en otros países.
Sin embargo hoy, mirándolo en perspectiva, Acevedo considera que la medida fue excesiva. Por un lado, se adoptaron las mismas restricciones en grandes centros urbanos –donde el riesgo de diseminación del virus era mayor por la concentración poblacional– que en localidades pequeñas.
La interrupción de las clases en lugares donde llegar al colegio no entrañaba ningún riesgo de contagio, también fue una medida excesiva, a su entender.
Aunque los controles eran menos rigurosos, también se restringieron actividades recreativas, culturales y comerciales.
El impacto de esas medidas se siente hoy, en la salud mental de las personas y también en el aprendizaje de niños y niñas. La desatención de enfermedades crónicas durante la pandemia tuvo consecuencias negativas y una menor expectativa de vida. También bajaron las coberturas de vacunación de todas las dosis del calendario.
Sin embargo, sobrevivieron de aquellos tiempos algunos hábitos saludables –como el uso del barbijo en personas con inmunocompromiso y el lavado frecuente de manos– y eso es algo positivo.
“Un aspecto positivo que nos dejó fue que el sistema científico y el sistema de salud supieron adaptarse para minimizar el impacto de la catástrofe que fue la pandemia abordando temáticas complejas y aprendimos que este abordaje tenía que ser multidisciplinario y no solo desde la epidemiología”, plantea Rodrigo Quiroga, doctor en Ciencias Químicas y profesor de Bioinformática en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba e investigador de Conicet.
“Lo negativo es que no pudimos mantener las medidas de salud pública que deberíamos haber aprendido como el uso de barbijos en ámbitos hospitalarios, una oportunidad perdida. Creo que ante una futura pandemia estaremos en una posición mucho peor que la que tuvimos con Covid porque se desgastó el consenso social para adoptar medidas de salud pública y se generó una politización de esas medidas, algo que va a ser muy negativo en una próxima pandemia”, remarcó Quiroga. En un terreno mucho más específico, opinó: “Creo también que falto institucionalización de la colaboración entre el sistema científico y de salud, algo que tendría que haberse consolidado y sostenido”.
Anticiencia y vínculos
En materia de herencia social de la pandemia, el doctor en Estudios Sociales, profesor e investigador de las universidades Católica y Nacional de Córdoba, Hugo Rabbia hace énfasis en dos aspectos que denomina el aumento de la brecha epistémica y la epidemia de salud mental.
“El aumento de la brecha epistémica en nuestra sociedad se ve reflejado en, por un lado, la revalorización del papel de la ciencia y el acceso a las vacunas y control de la pandemia, y, por otro, el aumento en la difusión y adhesión a teorías conspirativas, creencias esotéricas y desinformaciones, que contribuyen a aumentar la desconfianza en las evidencias y el conocimiento científico en algunos sectores de la sociedad”, plantea.
Sobre la epidemia de salud mental, dice que es “en parte fruto de la incertidumbre, el encierro involuntario, la crisis económica y las violencias y discriminaciones sufridas por algunas personas” y considera que “aún nos merecemos una discusión más profunda sobre cómo está impactando la crisis de salud mental en muy diversos aspectos: desde los vínculos familiares, pasando por ocasionales interacciones con otras personas en la vía pública, hasta llegar a los modos en que se ejercen los liderazgos en diversos ámbitos”.
También hubo impactos a nivel político y social. “En 18 de 20 elecciones en America Latina (salvo Ecuador) ganaron las oposiciones. Eso significa que los Estados no tienen las capacidades que la ciudadanía reclama. En 19 de 20 elecciones han ganado fuerzas políticas nuevas, alejadas de la política tradicional”, expresa la politóloga Paola Zuban.
“La pandemia mostró las debilidades de las dirigencias como fracturas expuestas. Un divorcio entre política y ciudadanía que no inauguró la pandemia, pero que se potenció por la falta de capacidad de protección de las personas. Personas que vieron trastornados sus trabajos, estudios, su vida en general”, suma la especialista.

El impacto en la salud mental
Otra área donde la pandemia afectó con fuerza fue en la salud mental. Traumática en sí misma, la situación sanitaria llevó a un aumento en los trastornos depresivos y de ansiedad alrededor del mundo.
Para Mariana Marengo, licenciada en Psicología y posgraduada en Psicoanálisis por la Facultad de Ciencias Médicas y el Centro de Investigación y Estudios Clínicos (C.I.E.C) –M.P. 5480– la pandemia afectó de lleno en tres elementos limitantes establecidos por Freud, los cuales nos producen malestar, pero que a la vez nos permiten funcionar en sociedad.
“El lazo con los otros, el cuerpo y la naturaleza son tres aspectos que se alteraron. Este virus vino de la naturaleza, atacó los cuerpos (nuestros y de seres queridos) y los lazos sociales se vieron interrumpidos por la presencia del virus”, señaló Marengo.
En esa línea mencionó que uno de los principales efectos del confinamiento fue el cortocircuito, deterioro y/o ruptura de los vínculos sociales, los cuales quedaron limitados a teléfonos o pantallas.”Hemos quedado más solos y desamparados que nunca y hoy nos vemos ante la importante tarea de crear lazos sociales reales”, dijo la profesional.
Por otro lado, no poder realizar velorios y sepelios trajo consigo la imposibilidad de tramitar simbólicamente las pérdidas de seres queridos, otra situación que afectó la salud mental social.
“Un velatorio permite que la gente se despida, algo que para muchos es necesario. Los rituales son los que nos humanizan y fuimos privados de esa opción. Los familiares se quedaban sin la posibilidad de ritualizar las pérdidas y por lo tanto de tramitarlas simbólicamente”, puntualizó.
La profesional también refirió que la pandemia trajo consigo la caída de muchas certezas que nos sostenían como sociedad. Entre ellas mencionó la caída de la noción/fantasía de ser inmortales y de la esperanza en la medicina y la ciencia.
“La caída de estas certezas a su vez derivó en una serie de conductas impulsivas y de riesgo como las adicciones, las cuales siempre estuvieron pero hoy están magnificadas. La práctica de deportes de riesgo en los que se lleva el cuerpo al límite es otro aspecto que aumentó, pese a haber tenido la magnitud de la muerte en nuestras caras”, sentenció.
Y agregó: “la tecnologización de la vida también construyó una realidad paralela donde las cosas acontecen de un modo rápido y efímero. La multiplicidad de síntomas en términos semiológicos afectaron además a nuestros cuerpos que hoy están totalmente ansiosos, y tomados por la urgencia”, sentenció.
El efecto en la educación
Sin dudas uno de los impactos más profundos de la pandemia fue en la educación, donde se vieron afectados multiplicidad de aspectos del aprendizaje, tanto en docentes como alumnos.
“Creo que la pandemia nos obligó a mirar de frente las falencias del sistema educativo. Hay grietas que ya existían que se hicieron más profundas, pero también se abrieron nuevas oportunidades para reinventarlo”, expresó Mariana Savid, psicopedagoga y especialista en educación en ciudadanía digital.
La secuela más importante que advierte tras el confinamiento es el deterioro de las habilidades socioemocionales de los chicos, tanto niños como adolescentes. La capacidad de relacionarse con el otro se vio afectada sobre todo en los más pequeños, con algunos de ellos volviéndose más tímidos y otros más hiperactivos e impulsivos.
“El desafío ahora está en ayudarlos a gestionar sus emociones, educar en la tolerancia a la frustración, en el valor de la espera, en la autoestima. Abrir esos espacios dentro de las escuelas donde los chicos puedan pensar y reconocer sus talentos y debilidades para trabajarlas”, refirió Savid.
Uno de los aprendizajes más significativos que destacó tras el confinamiento fue la necesidad de flexibilizar y adaptar los procesos educativos.
“La pandemia dejó en evidencia que los sistemas eran rígidos y estandarizados y que no estaban preparados para responder a las demandas de un contexto en constante cambio. Aunque los colegios privados se adaptaron rápidamente, también se acrecentó la brecha de acceso”, subrayó la profesional.
Además sostuvo que la crisis sanitaria puso en valor la figura del docente y la importancia de dedicar tiempo a la interacción humana con los alumnos. “El aprendizaje no ocurre en el vacío, sino en el marco de las relaciones pedagógicas y emocionales sólidas. La falta de presencialidad y la sobrecarga de tareas generaron un retroceso en los niveles de aprendizaje”, dijo.
Por último, Savid mencionó que acelerar la entrada al mundo digital también tuvo sus efectos colaterales. Por un lado los chicos desarrollaron habilidades instrumentales tecnológicas y se adaptaron rápidamente a estas nuevas formas, pero también surgió el consumo problemático, las apuestas online, la falta de atención para las tareas académicas, la exposición a contenidos inapropiados, la tecnoadicción y la dificultad de desconectarse.
“Esto nos plantea un nuevo reto que es enseñar a los estudiantes a convivir con la tecnología de manera saludable, responsable, crítica y a desarrollar la capacidad de desconectarse, de equilibrar ese mundo online y offline”, finalizó.
Avances científicos en tiempo récord
Uno de los aspectos positivos que dejó la pandemia fue la capacidad instalada para desarrollar nuevos métodos de diagnóstico.
En tiempo récord, la ciencia logró identificar el genoma completo del virus. Esos avances permitieron también lograr nuevos métodos de diagnóstico más eficientes y vacunas en distintas plataformas. Para Franco Fernández, investigador del Instituto de Patología Vegetal (IPAVE) del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), a diferencia de otros momentos en los que ocurrieron emergencias sanitarias, durante la pandemia de Covid-19, se dieron avances científicos en tiempo récord.
“Gracias al avance de la ciencia y la tecnología, a mediados de diciembre, se logró identificar el virus en forma precisa. Este hito científico alcanzado en un menos de un mes, sirvió de puntapié inicial para el desarrollo de las vacunas en sus distintas plataformas”, explicó Fernández.
A nivel nacional, la capacidad instalada de los institutos de investigación también permitió el desarrollo de kits de diagnóstico más precisos y desarrollos predictivos de epidemiólogos y analistas de datos para reducir la letalidad de la enfermedad. “Es muy difícil dar una respuesta rápida sin financiamiento, laboratorios o recursos humanos que respalden esos avances científicos”.
En el caso del laboratorio que Fernández dirige, se transformó para poder ayudar a secuenciar el virus y vigilar las nuevas variantes, en el marco del “Proyecto País”, un trabajo colaborativo entre institutos de investigación científica a nivel nacional.