Córdoba no está ajena a los fenómenos meteorológicos de gran intensidad que se producen en el país y en el mundo. El caso de la trágica inundación de Bahía Blanca, el 7 de marzo pasado, puso el tema en la agenda nacional.
En otros países, como Brasil, entre abril y mayo de 2024 las fuertes lluvias dejaron a 478 ciudades bajo el agua y afectaron a 3,4 millones de personas. En España, la Dana dejó un saldo de más de 200 muertos en la región de Valencia. La lista sigue.
Estos fenómenos parecen ir en aumento. Especialistas, desde la ciencia, marcan que estas variaciones ambientales tienen relación con el cambio climático.
Este martes, la ciudad de Córdoba recibió intensas lluvias, con personas evacuadas, calles anegadas y otras complicaciones. ¿Córdoba está preparada para precipitaciones mucho más intensas?
El doctor en física Pablo Canziani, especialista en Dinámica y Climatología e investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), apuntó a La Voz que el aumento de la temperatura promedio en el mundo fue de un grado en 120 años y que en los últimos 75 años subió la del mar, en casi un grado, en promedio. Esa variación genera impactos.

“Entonces, hay una atmósfera que puede retener mucha más cantidad de agua y un océano más caliente que emite más vapor. Y como el vapor es también gas de efecto invernadero eso genera mayor cantidad de eventos extremos que pueden ser tormentas severas locales y también más sequías”, señaló el experto que trabaja en la reconstrucción de series climáticas desde el siglo XIX y en estudios de precipitaciones.
A nivel mensual hay periodos de mayor precipitación, pero lo que cambia es la forma de llover. “Se dan mayores cantidades de eventos con lluvias intensas, como la ocurrida en Bahía Blanca”, indicó. Desde 1860 en que se tiene registro, en 12 horas llovió en esa ciudad lo mismo que en el mes de abril de 1919 con 320 milímetros.
En esa línea, el ingeniero Marcelo García, docente de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) e investigador del Conicet, argumentó que las lluvias cada vez más extremas y la forma de urbanizar provocan grandes escorrentías, que pueden generar inundaciones. Y aseguró que cuando se analizan los registros históricos se observa que las lluvias mayores a 130 milímetros se repetían una cada 25 años, pero ahora se dan de manera más frecuentes.
Las ciudades tienen más chances de sufrir abundantes precipitaciones y deben estar preparadas. Lo que pasó en Bahía Blanca, también le sucedió a La Plata en 2013. Y en Córdoba, a San Carlos Minas en 1992 y a Sierras Chicas en 2015, por ejemplo. “Es un gran desafío que los gobiernos, la ciencia y la tecnología tienen que afrontar”, añadió García.
Córdoba no está exenta
El doctor en geología Rubén Mario Menso, uno de los autores de la “Carta de peligrosidad de inundación, erosión y anegamiento” sobre el ejido urbano de Córdoba capital, afirmó que en este caso el agravamiento de las inundaciones y anegamientos no son solamente por causa del río Suquía sino que también provienen de diversas cuencas laterales.
Así, desde el sur y suroeste la Capital recibe agua de Los Cerrillos; desde el oeste, de Cuesta Colorada; del norte, del río Ceballos y de la cuenca del arroyo La Cañada, siendo esta última la más importante.
En 2015, el equipo actualizó la Carta, a través de un convenio con la UNC y la Provincia. En la actualidad, y para generar nuevos aportes, realizará un diagnóstico que permitirá evaluar las zonas en más riesgo, aparte de las 424 manzanas ya evaluadas colindantes con el cauce del río.

A ellas se suman las nuevas urbanizaciones de la zona noroeste y sudoeste de la ciudad. Menso afirmó que Córdoba está preparada ante los cambios climáticos como lluvias intensas y de poca duración. Pero lo señalado depende también de las condiciones de los desagües y bocas de tormentas; y de las cuencas aledañas al Suquía.
Señaló que Defensa Civil cuenta con esta cartografía para prevenir en las zonas donde se pueden anegar más.
A la vez, García valoró que Córdoba trabaja desde 2022 con el proyecto Prevenir (Pronóstico y Alertas de Eventos de Inundaciones Repentinas), una investigación conjunta entre Argentina y Japón para desarrollar un sistema de alerta temprana de inundaciones urbanas.
“Se trabaja sobre la cuenca del río Suquía, en áreas urbanizadas y en situación de vulnerabilidad para mejorar los sistemas de pronóstico y de alerta. Lo que ofrece es una información más precisa de los radares para que sea transferida a las comunidades”, destacó.
Cambios en uso del suelo
El ingeniero civil Javier Piccolo, especialista en riesgos hídricos, dijo que Córdoba creció de manera desordenada y sin planificación de los servicios. “Hoy estamos pagando las consecuencias de hace 30 años atrás, cuando se abrían calles en loteos con planos sin rigurosidad técnica. En la provincia cambió en 2006”, destacó.
Precisó que en la ciudad de Córdoba no se tienen los estándares de exigencia y calidad en cuanto a los servicios que sí tiene para un loteo, por ejemplo, ciudades como Hernando, Río Cuarto o Villa María. Eso puede provocar que la ciudad se inunde, se corte la luz o sufra mayores olas de calor.
Otro problema que resaltó Píccolo es que en barrios históricos como Cerro de las Rosas y Villa Belgrano, con lotes grandes, cambiaron la ordenación del suelo por el lobby inmobiliario. Por eso, muchas de las anteriores viviendas se demolieron y pasaron a ser edificios de departamentos o housings. “Y un lote que tenía 80% de espacio verde y el 20 % para vivienda ahora es al revés”, añadió.

Además, destacó que el cambio de normativa debe hacerse de acuerdo a las condiciones del terreno. Si no hay capacidad de desagües, no hay suficientes electricidad o no hay calles, la calidad de vida de las personas empeorará. “Le pasó a barrio Nueva Córdoba en la década del 90. Después, la solución es muy cara, porque las obras lo son”, manifestó.
Píccolo aconsejó una preparación previa para las lluvias, de noviembre a marzo, con la limpieza de bocas de tormentas para que cualquier precipitación no inunde las áreas. “Los políticos, muchas veces, usan el ‘cambio climático’ para excusarse de sus ineficiencias”, alertó.
También influye el efecto invernadero
Maximiliano Burgos, especialista en química atmosférica del Departamento de Fisicoquímica de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), explicó que al problema del cambio climático no hay que entenderlo en una sola parte sino en distintas ramas y que los estados tienen que tener políticas a corto, mediano y largo plazo para enfrentarlo.
Por otro lado, la deforestación y los incendios rurales modifican los suelos y estos absorben cada vez menos agua, a la vez que producen gases de efecto invernadero.

“La raíz del problema está en el aumento de gases de efecto invernadero que son los que atrapan la radiación que emite la Tierra, esa energía queda dentro de la atmósfera aumentando la temperatura en cantidades que parecen insignificantes, pero a escala global se producen fenómenos climáticos extremos tales como olas de calor, lluvias más intensas, vientos huracanados, y cada vez más frecuentes”, señaló.
El estudio que alertó
El temporal de Bahía Blanca provocó una catástrofe sin precedentes. En solo un día cayeron 290 milímetros, un récord para esa zona.
Ya en 2012, en su tesis doctoral, la geógrafa e investigadora del Conicet Paula Zapperi, advertía los riesgos de inundación en esa ciudad bonaerense por los escurrimientos generados aguas arriba y por la crecida del río Napostá, que nace en Sierra de la Ventana.
La ciudad está ubicada en la cuenca inferior de un arroyo, a solo pocos kilómetros de la zona costera y de humedales. Y a lo largo de los años –señaló la científica– la ocupación del espacio generó interacciones con la dinámica hídrica, provocando inundaciones y anegamientos.
En su investigación citó que en 1944 hubo una gran inundación, tras llover 300 milímetros durante dos días, lo que ocasionó la posterior construcción del canal Maldonado.
“En Bahía Blanca las zonas más altas son de entre 70 y 80 metros, es un área llana, para después llegar a cero ya al nivel del mar, o sea las pendientes no son fuertes a diferencia de las de Córdoba, donde el agua circula a mayor velocidad”, comparó.
Entonces, el principal efecto de las precipitaciones intensas es el anegamiento de las zonas de menor pendiente y en las zonas de mayor altitud el escurrimiento del agua erosiona las calles sin pavimentar y el material socavado es depositado en niveles inferiores, sobre todo en la zona sur y noreste de la ciudad.
“Nuestro problema está más relacionado a que el agua se ve imposibilitada de escurrir en esas áreas bajas y queda retenida porque no tiene pendiente para escurrir, tampoco el suelo ya tiene la capacidad para infiltrarse, porque está totalmente saturado”, sostuvo.
También, aclaró que las obras hídricas existentes no dieron abasto y que la planificación urbana quedó expuesta ante este tipo de fenómenos.
Por último, aconsejó a cualquier ciudad urbanizar sólo en zonas con menor impacto hidrológico y mejorar la planificación de su crecimiento.