“Por problemas económicos en mi familia, tuve que salir a trabajar y me cambié a un monoambiente en el Centro, por el que pago $ 230 mil. Es la mitad de mi sueldo y se hace complicado llevar adelante la carrera”, cuenta Camila Sánchez (20), oriunda de Chubut y cursante de tercer año de Biotecnología en la Facultad de Ciencias Químicas de la UNC.
La situación que describe es la misma que viven muchos de sus pares, sobre todo del interior, que llegan a la ciudad de Córdoba para estudiar, pero que además tienen que trabajar y alquilar. Estos tres ejes conforman una tríada de tensión difícil de sortear.
Otro ejemplo es el de Josefina Herrera (23), estudiante de Psicología de la UNC y oriunda de Pozo del Molle, Córdoba. “Pensé en dejar la carrera porque no podía más entre trabajar, estudiar e ir a clases. Pero decirles a mis padres que dejo la carrera no es una opción después de todo el esfuerzo que hicieron. Esa presión te hace seguir”, dice.
Alquilar y estudiar implica contar un ingreso mucho más alto que la media y eso deriva en trabajar más horas o dedicarse a más de un trabajo, lo que influye en el estudio y los atrasos para alcanzar un título.
“Tengo un emprendimiento de velas y cuido niños para poder pagar el alquiler de la residencia donde vivo. Somos tres en una habitación que cuesta $ 180 mil. Trabajo más de ocho horas y el resto del tiempo trato de estudiar, pero es difícil”, agrega Josefina.
Tomás Bargas (25) es estudiante de quinto año de Biotecnología en la Facultad de Ciencias Químicas de la UNC y es de Córdoba capital. Vive con su pareja, con quien paga a medias el alquiler de un departamento en barrio Alberdi que cuesta $ 450 mil.
Desde hace un año, tiene un trabajo independiente y cobra U$S 600 como creador de contenidos. “Es agobiante tener que hacer tanto esfuerzo para que la plata alcance. Por suerte, la universidad brinda servicios de salud y el comedor”, expresa.
El sostenimiento de una carrera universitaria hasta su finalización está supeditado hoy a la capacidad de generar ingresos y a la de encontrar condiciones habitacionales adecuadas y accesibles. Ambas cosas se entrelazan fuertemente con el derecho a estudiar.
La disyuntiva entre irse o quedarse
La problemática se visibiliza en el informe “Estudiar y habitar: el eslabón habitacional en la trayectoria universitaria”, realizado por la fundación Tejido Urbano, con base en los datos de la Encuesta Permanente de Hogares del segundo trimestre de 2024.
Matías Araujo, investigador a cargo del informe, explicó que el acceso a la vivienda durante la vida universitaria no es homogéneo: “Varía de acuerdo a si el estudiante reside en su ciudad de origen, si debe migrar, si vive con su familia o si se independiza”.
La investigación arroja que, en el país, de los más de 1,5 millones de jóvenes universitarios entre 17 y 29 años, poco más de 524 mil están ocupados, mientras que 83 mil buscan trabajo activamente y 790 mil se consideran inactivos en el mercado laboral.
Además, describe que esta composición cambia según el tipo de tenencia del hogar: mientras que los jóvenes propietarios forman parte de hogares de mayor tamaño y tienen mayor inactividad, quienes viven en hogares como inquilinos trabajan más y desde edades más tempranas.
Otra variable indica que la presencia de jóvenes universitarios es mayor en ciudades grandes que funcionan como polos regionales educativos, por ejemplo, Buenos Aires, Córdoba, Río Cuarto, Villa María, Rosario, La Plata, Mendoza, entre otras.
En las ciudades más pequeñas, hay menor permanencia local de jóvenes, debido a la limitada oferta de universidades y de terciarios que influye en la decisión residencial. Sin embargo, cabe destacar que en los últimos años ha aumentado la oferta educativa en estos lugares con el crecimiento de universidades populares nacionales y privadas.
Esta tendencia provocó una baja en la migración por motivos universitarios: en 2019, se registraron cerca de 131 mil jóvenes en esta situación, mientras que en 2024 ese número cayó a 118 mil.
“Si un joven del interior de Córdoba quería estudiar en la Capital, antes solo existía la UNC. Si bien sigue siendo un centro muy importante de la región (porque absorbe estudiantes de La Rioja, San Juan, Catamarca, y hasta una parte de Santiago del Estero), los jóvenes hoy tienen ofertas para poder seguir estudiando en sus propias localidades”, observó Araujo.
Alquilar con pocos ingresos
No son pocos los estudiantes que deciden buscar empleos informales con ingresos muy bajos, para colaborar con sus padres o subsistir sin abandonar los estudios. Muchos reciben ayudas complementarias, como el Boleto Educativo Gratuito, becas del comedor universitario o de apuntes, entre otras.
“Es difícil estudiar y trabajar, porque la mayoría de los trabajos son de ocho horas, pagan poco y son informales. Los estudiantes, sobre todo los que venimos del interior, tenemos que hacer un esfuerzo muy grande”, expresa Bruno Daniele (22), oriundo de Serrano, al sur de la provincia de Córdoba y estudiante de Ciencias Políticas en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC.
Vive en una residencia para estudiantes de su localidad, donde comparte espacios con otros nueve. Hasta hace poco, trabajó de manera informal en un kiosco, pero lo dejó por los horarios extensos. El alquiler lo paga su familia y ronda los $ 110 mil, pero está buscando un nuevo empleo que le permita seguir estudiando.
Esta situación es la que también atraviesa la correntina Florencia Veloso (23), estudiante de Psicología en la UNC, quien primero trabajó en gastronomía, luego armó su emprendimiento de chipá con su hermano, y también trabaja en un centro de salud para niños con autismo.
“Gano aproximadamente $ 450 mil entre los dos trabajos. Con eso solventamos, entre tres, el alquiler de un departamento de tres ambientes en barrio Observatorio que, sumando gastos y expensas, llega a los $ 800 mil”, cuenta Florencia.
Agrega que no tiene muchas horas libres entre los trabajos, el cursado y los estudios: “Los profesores están al tanto de mi situación y con el régimen de alumno trabajador puedo llegar más tarde o tener más faltas”.
Otro de los testimonios es el de Paula Nieva (29), oriunda de Salta y estudiante de cuarto año de Bioquímica en la Facultad de Ciencias Químicas de la UNC. Comenzó a estudiar y al poco tiempo tuvo que ponerse a trabajar en un emprendimiento personal para poder subsistir.
La mayoría de sus trabajos fueron informales y desde 2024 ocupa 10 horas semanales en un programa de tutorías de la UNC. Vivía con su hermana en el Centro, pero se mudaron a Alberdi por los costos. “Ella paga la mayor parte del alquiler, de $ 500 mil, por eso dejó de estudiar Nutrición en la UNC”, dijo.
Y añade: “Compartimos ese sostén, ahora ella hace el esfuerzo y después lo hago yo. Mis padres son jubilados y no nos pueden mantener. Somos perseverantes, queremos el título y no nos vamos a rendir”.
En esto coincide Luz Alba (21), estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social en la UNC y oriunda de Capilla del Monte: “No quiero dejar la carrera, es lo que elegí y me gusta. La haré despacio, aunque me tome el tiempo que sea”.
Luz trabaja nueve horas como recepcionista en una empresa desde hace tres años, donde gana $ 720 mil. Cursa de noche algunas materias de la carrera y cuenta que esos días termina agotada.
“Es algo que ponés en la balanza: o trasnochás para rendir un examen o estás cuerda para cumplir la jornada laboral. Yo me mantengo sola y vivo con una amiga en barrio Cofico, donde pagamos un alquiler de $ 590 mil”, subraya.
Para Luz, mudarse sola no es una opción, y buscar opciones en un barrio más barato tampoco es una alternativa fácil: “Hicimos los cálculos y no llegamos a los $ 2 millones que necesitamos para depósito, flete, pintura, entre otros gastos”.
Residencias universitarias
De acuerdo con un relevamiento de La Voz, alquilar un departamento de un dormitorio en la ciudad de Córdoba ronda entre $ 500 mil y $ 800 mil, dependiendo de la zona, mientras que uno de dos dormitorios puede superar el millón de pesos, en promedio.
Por otro lado, el costo de las habitaciones en las residencias universitarias de la Capital varían según se trate de base triple, doble o individuales. Incluyendo servicios de luz, gas, agua, wifi y limpieza de espacios comunes, las primeras oscilan entre $ 180 mil y $ 200 mil, las segundas llegan a los $ 250 mil y las terceras pueden superar los $ 300 mil.
En tanto, la residencia universitaria de la UNC inaugurada este año pasado ofrece una oportunidad para que ingresantes de la institución cuenten con vivienda durante su primer año de carrera.
Si cumplen con los requisitos y pasan los criterios de evaluación para la adjudicación de la beca de alojamiento, los alumnos pueden vivir allí durante 11 meses en habitaciones compartidas y pagando una suma de $ 40 mil por mes en concepto de servicios.
Durante 2025, se otorgaron 135 becas y se definió un listado de 123 aspirantes para el caso de que se produzcan bajas. Tras algunas renuncias que ocurrieron a lo largo del año, los becarios residentes a octubre son 87. De ese total, el 69% tiene entre 18 y 20 años; 20,7%, de 21 a 23; 8%, de 24 a 26, y un 2,3% tiene de 27 a 30 años.
Respecto a la procedencia geográfica, 41,4% son estudiantes de Córdoba; 17,2% provienen de Jujuy; 5,7%, de Santiago del Estero; 4,6%, de Santa Fe; otro 4,6%, de Neuquén; 3,4, de Salta; otro 3,4, de San Luis, y el resto de los porcentajes menores al 3% lo explican estudiantes de Formosa, Chaco, Catamarca, La Pampa, Misiones, Corrientes, San Juan, Río Negro, Santa Cruz y Buenos Aires.
Entre los becarios, 13 son estudiantes de Psicología, 10 de Ciencias Exactas, ocho de Ciencias Químicas; ocho de Ciencias Económicas; ocho de Derecho, ocho de Arquitectura; ocho de Lenguas; seis de Ciencias Médicas; seis de Artes; tres de Famaf; tres de Comunicación; tres de Ciencias Sociales; dos de Filosofía y Humanidades, y uno de Agropecuarias.
El equipo técnico de la residencia universitaria realizó este mes un relevamiento en el que también pudieron dar cuenta de la situación laboral de los becarios: 66 de ellos no trabajan, 11 tienen un trabajo informal y tres de ellos cuentan con un trabajo formal. El 77,8% está buscando o pensando en buscar empleo, y 22,2% no está buscando.
Por otro lado, también indagaron sobre las principales fuentes de ingresos económicos que los becarios consideran que hoy cubren con la mayor parte de sus gastos personales y de estudio.
Así, un 35,5% destacó el apoyo familiar como principal fuente; 30,1%, las becas; 16,1% comparte ingresos con familiares de origen o vincular; 7,5% marcó su trabajo propio remunerado; 6,5%, pensiones (no remunerativas); 3,2 refirió transferencias formales del Estado (Tarjeta Alimentar, AUH, entre otras), y 1,1% mencionó otras ayudas, tales como donaciones, apoyos comunitarios, amistades, pareja.
Desde el Departamento de Servicio Social, también realizaron entrevistas a los residentes, en las que registraron que en el 80% de la población becaria la situación socioeconómica ha empeorado.
“Hasta octubre de este año, vimos cómo los diferentes índices de vulnerabilidad han aumentado, específicamente las fuentes de ingresos informales, becas, transferencias formales del Estado, como así también la realización de changas”, indicaron.
Además, destacaron que el 65% de las familias de las que proceden los residentes son hogares monoparentales con jefatura femenina, lo que impacta de manera significativa en las mujeres y las niñeces. “Muchos de los estudiantes volvieron a sus hogares durante el año para ayudar en las tareas domésticas y los cuidados de familiares”, precisaron.
Este tipo de estrategias familiares se observó de manera reiterada en la población residencial, especialmente en los hogares monoparentales o, en su defecto, en hogares en los que las fuentes se componen por trabajos informales o changas.
Por otra parte, un 55% de los residentes expresan temor frente al futuro, donde las condiciones socioeconómicas y familiares complicarían su permanencia en la universidad durante el siguiente año.
“Esto ocasiona que su rendimiento académico no sea óptimo y deban decidir si podrán continuar con sus estudios en la ciudad de Córdoba o si deberán regresar a sus lugares de origen para trabajar o para empezar otra carrera terciaria o universitaria”, cerraron.
Trabajar en la informalidad
Araujo dijo a La Voz que, en Córdoba capital, dos de cada tres jóvenes trabajan en la informalidad, con un sueldo promedio que, hasta abril de 2025, alcanzaba los $ 615 mil.
“Los que alquilan y tienen un bajo ingreso lo hacen en la zona de la Terminal. Y los estudiantes universitarios con mayores ingresos y apoyo de los padres viven en Alberdi, Nueva Córdoba o General Paz”, sostuvo.
Basándose en los datos del Censo Nacional 2022, el investigador también realizó el estudio “Geografía Inquilina de la Ciudad de Córdoba”. Allí plantea que el 34,5% del total de los hogares son inquilinos (189.897 hogares), lo cual representa al 27,7% de la población (416.127 personas).
A nivel provincial, el total de hogares inquilinos asciende a 390.211, lo que indica que la Capital concentra casi la mitad (48%) de los hogares alquilados de la provincia.
Por otro lado, la concentración de jóvenes inquilinos (de 19 a 30 años) es notablemente alta en las inmediaciones de la Ciudad Universitaria y el Centro, donde el 21,3% de los inquilinos son personas entre 20 y 35 años (88.724 individuos).
Emanciparse del hogar familiar
Los que deciden irse de la casa de los padres son, en general, quienes tienen mejores ingresos y oportunidades laborales. “Se trata de jóvenes que ya tienen un trabajo y los casos en los cuales el apoyo familiar consolida la mayor parte del ingreso de ese joven son menores”, expresa Araujo.
Dentro del universo de ingresos, sostiene que el apoyo de los padres se ha perdido significativamente y la centralidad del ingreso propio del joven pasa a ser el primer sostén del hogar.
“Tienen menor inserción laboral, acceden a trabajos más precarios y, por ende, reciben un menor ingreso. Es durísimo porque a eso se suma que ni siquiera pueden trabajar en algo que les sirva para la carrera”, remarcó Araujo.
El análisis plantea que si antes la dificultad se encontraba en “estudiar y trabajar”, ahora las tres aristas que componen el triángulo de tensión para los estudiantes universitarios que quieren continuar en sus estudios son “estudiar, trabajar y alquilar”.
Inserción laboral de graduados
Después de una incansable lucha para alcanzar el título, los egresados deben enfrentar otro gran desafío: encontrar un empleo relacionado a sus carreras.
Con el objetivo de colaborar en ese objetivo, el 6 y el 7 de octubre se realizarán en la UNC las Jornadas de Inserción Profesional y Feria de Empleo, un espacio de encuentro entre recientes graduados y estudiantes avanzados con equipos de selección de numerosas empresas y organizaciones.
La participación en dichas jornadas implicó una inscripción previa que arrojó algunos datos a los que pudo acceder La Voz. De un total de 5.514 inscriptos. el 77,1% son estudiantes y el 15,4% está conformado por graduados.
En tanto, el 62,2% está buscando empleo, un 18,8% trabaja en relación de dependencia y solo el 13% no está buscando trabajo, mientras que un 5% participa en alguna práctica de pasantía universitaria.
A su vez, el 22,8% de los anotados provienen de Ciencias Económicas; el 14,5%, de la Facultad de Derecho; el 9%, de Arquitectura; un 8%, de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; un 7%, de la Facultad de Ciencias Químicas, y 5% pertenecen a la Facultad de Ciencias Agropecuarias.
Sobre el tipo de industria, sector productivo o tipo de organización en la que les interesaría trabajar, algunos de los resultados entre los inscriptos fueron: sector financiero o bancario, 19%; salud, 15,6%; judicial, 14%; agropecuaria o alimentaria, 12,6%; automotriz, 9,9%, y construcción, con el 0,7%.