Este lunes, en la Cámara 5ª del Crimen (presidida por Guillermo Lucero Offredi y los vocales Alfredo Villegas y Susana Blanc), y con jurados populares, comenzó el juicio en contra de Jeremías González, acusado de haberle dado muerte a su exesposa Juana Valdez en septiembre de 2020.
En la primera audiencia y a poco de ofrecer sus datos filiatorios, el fiscal de Cámara, Marcelo Fenoll, hizo entrar en contradicciones al acusado de haber estrangulado a su entonces pareja. La primera supuesta mentira de González fue sobre si estaba en una relación de pareja al momento de ser detenido y también sobre su domicilio en ese entonces.
Es que el presunto femicida ya convivía con su nueva pareja y compartían casa en el momento en que resultó detenido. Así lo confirmó el allanamiento que tuvo lugar en barrio Sierras y Parques de Jesús María, a pocas cuadras de donde había vivido con su anterior esposa.
Durante la primera audiencia, la Cámara le tomó declaración a los policías que participaron de la investigación, y a un vecino del terreno baldío donde estaba enterrada la víctima. Ese vecino fue el primero que lo complicó a González porque atestiguó haberlo visto en el lugar, en varias ocasiones, deambulando.
En relación al hecho criminal por el que es juzgado, el acusado se abstuvo de declarar. Para la segunda audiencia, prevista para este martes, declararán testigos que propuso la defensa.
En su presentación del caso, el abogado defensor pidió que se respete el principio de inocencia y planteó que las pruebas presentadas en este caso sólo alcanzan para admitir probabilidad, aunque no certeza.
Amor efímero
Las mieles del matrimonio entre Jeremías González y Juana Valdez duraron poco más de ocho meses y Juana estuvo alrededor de 90 días desaparecida sin que nadie se hubiese percatado de su ausencia. Y fue un hecho fortuito, rozando el absurdo, el que develó que la mujer de 43 años había sido asesinada.
Juana tenía una pensión por discapacidad por un retraso intelectual leve y compartía con González una modesta vivienda en barrio Sierras y Parques, de Jesús María. Él había sufrido el abandono de una pareja anterior que le había dejado a cargo los hijos que tenían en común. Juana se encargaba de ayudar con la crianza de esos chicos y, a su vez, tenía cuatro hijos propios.
Un dato curioso es que González había mantenido antes una relación de pareja con otra hermana de Juana de la que nació una criatura. Las referencias en la familia sobre él no eran las mejores, al punto que la mayoría de los hermanos se enteró de que Juana había contraído matrimonio a través de las redes sociales.
Una aparición nada sorpresiva
El domingo 13 de septiembre de 2020, policías de la Departamental Colón arribaron a un pequeño bosquecito que está sobre calle 124, pegado a la ruta nacional 9, tras recibir el llamado de González.
Cuando los efectivos llegaron, González intentó explicar que, cavando, había hallado un cuerpo. Mientras la Policía Judicial y la Científica desenterraban a Juana, su marido miraba inquieto y fingía sorpresa. No se movía del lugar donde estaba con una pala y una bicicleta. Dos o tres preguntas de los oficiales terminaron por complicarlo y pasó la noche de ese domingo en un calabozo de la Comisaría.
Realizarle la autopsia a la mujer fue una verdadera odisea porque el cuerpo estaba en un estado de descomposición extremo. Sin embargo, se pudo saber que había fallecido por una asfixia mecánica ya que tenía quebrado el hueso hioides, en el extremo del cuello.
La desesperación lo incriminó
La investigación del fiscal de instrucción Guillermo Monti reveló el motivo por el que González termina incriminándose: estaba desesperado por contraer nuevas nupcias con otra mujer y no lograba el cometido porque no tenía el certificado de defunción de su esposa anterior.
Y para explicar la ausencia de ese documento, inventaba todo tipo de pretextos. Qué Juana había muerto, pero que la familia de su esposa no le había permitido participar del sepelio. Que había fallecido en Santiago del Estero y que nadie le había avisado. Y, cada vez, una excusa distinta.
El presunto femicida intentó, también, casarse por otro culto, pero allí también recibió la negativa del religioso a cargo. Sin embargo, terminó teniendo una ceremonia parecida a la de un casamiento y ya vivía con una nueva pareja a escasas cuadras de donde había vivido con Juana.
Y en la desesperación, creyó conveniente desenterrar a su ex, avisar a la Policía, y fingir sorpresa, pero la estrategia lo condujo derecho a Bouwer donde espera el veredicto que podría ponerlo tras las rejas por 35 años, sin acortar sentencia.
El fiscal Monti entendió que en el caso configuraba violencia de género y el imputado llega a juicio con una triple calificación ya que le añadieron la figura de la alevosía, además de la calificación por el vínculo.
