Gonzalo tiene dos hijas y vive junto a su esposa en una casa que fueron construyendo a través de los años, en barrio Alto Alberdi. Tiene los títulos de maestro mayor de obras y de psicólogo social, aunque su mayor ingreso proviene de la docencia. Su esposa también trabaja en un rubro de gran expansión, pero prefirió no dar más detalles.
“Los arquitectos me entregan trabajos para hacer en (el programa de diseño) AutoCad. Y además trabajo en un colegio. Cada mes planifico muy bien la economía para que la plata alcance, armando presupuestos en planillas de cálculo”, contó.
Con ese recurso, él puede saber la cantidad de dinero que tiene disponible para gastar. Pero además fija rubros para planificar gastos ocasionales, o la compra de ropa o muebles y electrodomésticos para la vivienda familiar.
“La clave en casa es la planificación. Sé cuánto voy a cobrar y en función de eso organizo los gastos. La tarjeta me salva la vida, como hace dos días cuando tuve que comprar un disco duro para la computadora que se había roto”, relató.
Si bien reconoce que suele afrontar intereses grandes, porque no puede adecuarse a pagos cortos, esta es la única manera que encuentra para arreglar los imprevistos. “La tarjeta se usa para ‘grandes gastos’”.
“Dependiendo de cómo venga la cuota de la tarjeta planifico qué comprar. Por ejemplo, sé que en dos meses la tarjeta va a bajar a cuatro mil pesos, entonces ahí veo qué hace falta comprar que no supere ese monto para mantener el mismo gasto”, detalló.
Hasta ahora siente que está pudiendo manejar esa cuota de gasto a crédito. “Pero me parece que julio va a ser el último mes. Con el aumento de la cuota del auto, del colegio de mis hijas y algunos gastos que tuve que hacer, se me disparó el control de la economía”, lamentó.
En su casa, según sus cálculos, se gastan aproximadamente 130 mil pesos de gastos fijos. En esa cuenta entran los impuestos, los servicios, las cuotas del colegio de las hijas, la nafta, la facultad de su esposa y la comida. “La cuota del auto, más la nafta, los impuestos y el seguro me generan un gasto de 60 mil pesos mensuales. Un ‘perno’”, expresó.
Lo cierto es que a pesar de trabajar casi todo el día y de llevar un orden minucioso de los gastos, Gonzalo se siente en la misma sintonía con otros profesionales. En este momento el costo de la vida es su mayor preocupación y su mayor desafío.
