La mayor inserción de la mujer en el ámbito laboral es una tendencia que no para de crecer. Así lo demuestran datos que indican que en los últimos 18 años hubo en Argentina un incremento de 9,2 puntos en la tasa de empleo de mujeres de entre 30 y 64 años.
En un nuevo aniversario del #8M, fecha en la que los movimientos feministas promueven el Paro Internacional de Mujeres, los datos muestran un avance, aunque con la reproducción de ciertas desigualdades históricas, como las tareas de cuidado.
Según datos del Indec, en 2004 la tasa de empleo de mujeres de más de 14 años era de 41,7 y en 2022 fue de 47,1, lo que marca una diferencia de 5,4 puntos. Mientras, en los varones la tasa de empleo en 2004 fue de 64,9 y en 2022, de 65,7 una diferencia de 0,8.
La diferencia es aún más notoria cuando se segmenta por edades. En la franja de 30 a 64 años en 2004 la tasa de empleo de mujeres fue de 56,9 y en 2022 de 66,1, marcando una diferencia de 9,2 puntos.
En esa misma franja etaria la tasa de varones fue de 85,8 y en 2022, 88.2, una diferencia de dos puntos y medio en el tiempo. Los datos corresponden a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) del tercer trimestre de 2004 y del tercer trimestre de 2022.
Las comparaciones se hicieron en forma binaria (mujer/varón) ya que en la forma de medición de la encuesta no se distinguieron otras identidades sexogenéricas.
A qué se debe el aumento
Especialistas en la temática aseguran que hay un factor cultural de cambio de mayor independencia de las mujeres que tiene que ver con el aumento en su inserción laboral y que también se entrecruzan situaciones o momentos de crisis donde el salario de un integrante de la familia no alcanza y allí muchas se ven en la necesidad de buscar trabajo remunerado.
Si bien el aumento en la tasa de empleo a lo largo del tiempo es para ambos sexos y el incremento es mayor en las mujeres, aun así la brecha entre géneros persiste: la tasa del tercer trimestre de 2022 fue de 65,7 puntos en varones y 47,1 en mujeres (una diferencia de 18,6 puntos).
El incremento de la tasa de empleo es un avance importante ya que la participación de las mujeres en el mercado de trabajo favorece su autonomía económica y también fortalece las redes de sociabilidad y el reconocimiento de las actividades que realizan. Aunque las especialistas marcan factores que siguen perpetrando las diferencias.
María Celeste Gómez es doctora en Economía por la UNC e investigadora del Instituto de Economía y Finanzas, Facultad de Ciencias Económicas, y explica las razones del cambio: “Es un conjunto de factores que tienen que ver, por un lado, con un cambio cultural que comienza a crecer en los años ‘60 y ‘70, y el otro es la escasez de ingresos familiares que lleva a las mujeres a decir: ‘voy a salir a trabajar yo también’. Muchas veces esa inserción laboral implica trabajar con los niños porque no hay grandes cambios en las tareas de cuidado”.
Y agrega: “Para las mujeres, la mayor carga horaria en el trabajo no se traduce en una reducción de trabajo doméstico. Trabajamos más pero con la misma carga en el hogar, la reducción es casi insignificante”.
Leticia Medina es doctora en Ciencias Sociales de la UNC y secretaria General de CTA. En su equipo de investigación junto a Elisa Arriaga estudian temas relacionados al feminismo, el trabajo y las organizaciones. Medina dice que si bien es buena la tendencia remarca que la forma de inserción laboral sigue siendo desigual por diversos factores.
“Uno de ellos es los sectores en los que las mujeres se insertan, que son generalmente los de baja productividad y que tienen que ver con el cuidado de personas como el ámbito de la salud, la educación y el servicio doméstico. Otro factor es la informalidad. Ahora hay un pico en la tasa de empleo, pero casi la mitad es trabajo informal”.
Por otro lado, la especialista marca la falta de acceso a cargos jerárquicos y otro factor es la distribución de las tareas calificadas. “Las mujeres tenemos mejores niveles de educación y capacitación, pero no accedemos a las tareas calificadas”, dijo Medina.
La brecha también aparece en el poco acceso a puestos que implican el uso de tecnología, que en general, tienen mejores salarios. “La brecha en las tareas de cuidado es la base de todas estas desigualdades. Las mujeres tenemos subocupación horaria porque estamos más a cargo de las tareas del hogar y en esto no hay grandes modificaciones en el tiempo”, indicó, en coincidencia con lo planteado por Gómez.
Las especialistas remarcaron que la importancia del reconocimiento de las tareas de cuidado se insertó en la agenda gracias a los feminismos, aunque reconocen que faltan políticas públicas en tal sentido, como la extensión de la licencia por maternidad y paternidad y el sistema nacional de cuidados, un proyecto que está en el Congreso. “Además, es necesario promover agenda que propicie la participación masculina en el hogar, instituciones de cuidado desde lo estatal y lo privado. Creo que se logró muchísimo en estos años, pero falta todavía”, concluye Medina.