El 19 de octubre se conmemora en todo el mundo el Día de Lucha contra el Cáncer de Mama. Esta fecha invita a concientizar y reflexionar acerca de la importancia de la prevención, el diagnóstico temprano y la información acerca de lo que verdaderamente significa tener cáncer de mama.
A menudo escuchamos historias de pacientes recuperados o que están en plena transición de la enfermedad, ya que lo cierto es que está presente en muchas vidas. En los testimonios podemos encontrar las palabras adecuadas en los momentos justos, lo que puede ser de gran ayuda para aliviar el peso de un diagnóstico.
Marcela Lo Valvo, de barrio Marqués de Sobremonte, tiene 46 años y fue diagnosticada con cáncer de mama el 13 de septiembre de 2023. Se cumple un año desde que inició su tratamiento con quimioterapia. “Me daba miedo la palabra cáncer. Cuando me lo dijeron, pensé: ¿Qué mundo es este? Tuve mucha incertidumbre. Con el tiempo comencé a nombrarla, hablarlo con mis hijos, vivirla como una enfermedad más y saber que la vida puede seguir”, contó a La Voz.
Está casada con Carlos y tiene dos hijos: Manuel, de 19, y Federico, de 11. Su primera sesión de quimioterapia fue cercana a su fecha de cumpleaños, y sintió que podía ser un regalo porque estaba convencida de que le haría bien.
“La que tiene que tener la convicción de que quiere salir de esto y que se va a bancar lo que se tenga que bancar es una. Lloré en los momentos difíciles, pero traté de ser fuerte, de ver que siempre hay cosas para hacer y que puedo estar bien”, expresó.
Lo que en gran parte ayudó a Marcela fue conectar con su bienestar emocional. Transitó su enfermedad escribiendo, escuchando música, haciendo yoga y asistiendo a terapia. Actividades en las que encontró agrado y satisfacción.
Es maestra y trabaja en dos colegios católicos de Córdoba, y la fe cristiana también fue un pilar en el que se apoyó.
En su dormitorio, al lado de su cama, armó un “rinconcito de fortaleza”. Allí dejó textos con fechas de tu tratamiento, registros de las sensaciones, fotos de su familia, una imagen de la comunión de su hijo mayor, y el egreso del menor. En esta última ocasión, Marcela recuerda que aquel día buscó pelo por todas partes, porque la quimioterapia le había hecho perder el que tenía.
“La angustia me la permitía un tiempo. Ponía un límite. Pensaba siempre que esto era algo que iba a pasar en algún momento. Son muchos los miedos e incertidumbre. Los puse al costado porque no quería que me invaliden la vida. Siempre les digo a mis amigas que elijo seguir siendo feliz. Esto se logra aceptando lo que pasa”, concluyó.
Escuchar historias de recuperación y entender que se puede salir de la enfermedad fue lo que a ella le ayudó a descongestionar el miedo.
El trabajo de los médicos es fundamental en este proceso, y el seguimiento médico y psicológico es crucial para la evolución de los pacientes. Entre los agradecimientos de Marcela, está el nombre de su médica, Adriana Borello.
“Sueño con el privilegio de llegar a la vejez y disfrutar mis nietos. Hoy es lo que me toca, durará lo que tenga que durar. Después el tiempo va a fortalecerme”, afirma Marcela.
Fany Beatriz Brizuela, de 60 años, es de Villa Allende Parque. Tiene cuatro hijos y 10 nietos. Tuvo dos diagnósticos de cáncer de mama: el primero en 2011 y el segundo el año pasado.
En el primer diagnóstico, fue operada, pasó por quimioterapia y rayos. Durante 14 años, estuvo bajo control hasta que en junio del año pasado consultó para realizarse una reconstrucción mamaria y le descubrieron un nuevo nódulo maligno. El mastólogo le indicó que debía operar.
“Para mí fue terrible. No me lo esperaba. Yo venía con la ilusión de hacerme la reconstrucción y me había convencido de que iba a ser así. Fue una gran desilusión cuando me dijeron que tenía que postergarla y empezar a trabajar en la nueva operación”, relató.
La operaron en el hospital San Roque, y Fany tenía que decidir si seguir sin mama o tener un implante. “Hablé con mis hijas, lo pensé con tiempo y decidí no colocarme el expansor”.
El 5 de septiembre comenzó con el tratamiento de radioterapia. Recuerda que ese día estaba muy angustiada y enojada con la situación. “No entendía por qué me tocaba de nuevo a mí. Si ya lo había tenido una vez. Pero con el tiempo tuve que amigarme con el proceso. Los médicos me ayudaron mucho, intentaban sacarme una sonrisa”, comentó. Esta etapa la terminó el miércoles pasado.
“Cuando te dicen que tenés cáncer, es terrible porque no entendés lo que significa la palabra. Antes pensabas que ibas a morir; relacionás cáncer con muerte, y en realidad no es así. Podés curarte y sanarte”, reflexionó.
Cuenta que su vida cambió, que aprendió muchas cosas, como poner límites, a darse tiempo para ella, ponerse como prioridad.
Durante su primer diagnóstico, participó de un grupo terapéutico en el hospital Oncológico, donde conoció a un grupo de mujeres en las que pudo encontrar contención. “Ellas entienden cómo me siento. Están para escucharme y levantarme. Tenemos nuestros bajones”, dijo
“Hoy estoy mejor. Pienso que me voy a sanar. Tengo que estar bien para disfrutar de mis hijos y nietos”, expresó.
Fany destaca la importancia de la prevención y la detección temprana. El cáncer no es el fin; se sale con el amor de la familia y haciendo todo lo que los médicos nos dicen. “No nos tiene que invadir el miedo”.
