“La situación era complicada, estaba con mi familia adentro de mi casa y la lluvia no paraba. Ya había como 50 o 60 centímetros de agua y empezamos a sacarla con baldes, bidones y lo que teníamos a mano”, relató Ramón Cruz (54), vecino de Santa Rosa de Calamuchita. Los 76 milímetros de lluvia caídos en un rato el sábado pasado, provocaron serios inconvenientes en algunos barrios y en sectores de la zona comercial.
Su vivienda, ubicada en Calle 30 de Villa Incor, tenía el patio y el interior colmado de agua. El panorama era complejo. Con las puertas cerradas, el agua seguía entrando. Su mamá, su esposa, su hija y su hijo, vivían momentos de zozobra. De repente, ocurrió algo impensado: “Llegó la traffic de la carnicería del ‘Rafa’, mi vecino, con un grupo que iba a un evento. Eran como 12 o 15 chicos que para mí fueron una bendición”, recordó Ramón.
Los jóvenes, con baldes y palas, ayudaron a evacuar el agua de la casa. “Si no hubiese sido por ellos, todavía estaríamos sacando agua. Eran chicos que se iban de ‘joda’ y vinieron a sacar el agua de mi casa, demostraron tener un gran corazón”, comentó todavía emocionado.
“Hacíamos un pasamanos con los baldes y los tirábamos en una canaleta que abrimos en la calle para sacar el agua por la bajada hacia la plaza. Se organizaron en relevos para turnarse para descansar. “Al final, hasta agarraron el trapo de piso”, relató el hombre, quien hasta hace poco tiempo se desempeñó como policía. El grupo de amigos colaboró durante varias horas, hasta bien entrada la noche, cuando la situación estuvo normalizada.
Lamentablemente, algunos muebles y electrodomésticos de la casa resultaron dañados. Pese a esto, el expolicía valoró que no hubo personas afectadas y agradeció el gesto de los jóvenes y de su vecino. Es la tercera vez que padecen una inundación en la casa, y asegura que esta fue la más severa.
Un festejo con cambios
El grupo de amigos ya estaba sobre el utilitario a punto de salir hacia Almafuerte, al baile de DesaKTa2, incluso con las entradas en los bolsillos, cuando el chofer que habían contratado para que los trasladara recibió el llamado desesperado de su esposa, pidiendo ayuda porque su casa se estaba inundando.
A eso de las 19 la ciudad vivía el peor momento, con el paso por los vados interrumpidos y rebalsados por el cauce del río y muchas calles anegadas. En pocos minutos, el grupo puso resolver los inconvenientes en el domicilio del conductor. Pero lo más grave, estaba cruzando la calle de tierra, como todas las de esa parte del barrio.
“En la casa del vecino estaban sacando el agua con baldes y la tiraban por la ventana, vi unos cucharones que flotaban y uno de los chicos con un baldecito para jugar en la playa, sacando agua. Eso nos llegó al corazón”, señaló Jorge Godoy (24), el cumpleañero que ese sábado iba a celebrar junto a su grupo de amigos.
De inmediato, buscaron palas y baldes en otras casas y comenzaron a evacuar el agua, codo a codo con la familia. Al principio, pensaron que el viaje se retrasaría unos minutos; luego, sin darse cuenta, ya se olvidaron de la fiesta. Por algo estaban ahí, y lo importante era dar una mano a quien en ese momento lo necesitaba.
“Cuando volvíamos, pensamos que se demoraría un rato y seguiríamos de viaje a la fiesta, porque teníamos ganas de ir. Pero siempre priorizamos que estuviera todo bien, entendiendo la situación. Incluso no se podía salir a la ruta por el viento y el agua”, opinó Juan Arregui (23), otro de los amigos.
“Uno de los chicos dijo que el vecino tenía agua hasta la rodilla, me crucé y le pregunté si no le molestaba que nos metiéramos en ayudar. Ninguno lo dudó, éramos 12: nos sacamos las remeras y las zapatillas y arrancamos a sacar agua con baldes”, agregó el joven.
“Fue una situación triste porque la familia debe haber perdido muchas cosas, pero a su vez nos quedó satisfacción porque pudimos ayudar y entendiendo que hay que ser empáticos y solidarizarse con el otro”, sostuvo Juan.
Cuando el agua empezó a bajar, ingresaron a la casa a escurrir lo que quedaba con palos de piso. “La familia estaba súper agradecida. Por algo teníamos que estar ahí, lo hicimos entre amigos, quedará como una hermosa anécdota”, aseguró otro de los pibes. Más tarde se enteraron que el baile se había suspendido, pero ya el evento había pasado a un segundo plano, nadie se acordaba.
“No dudaron ni un segundo”
Rafael Martínez (34), quien conducía el transporte, recordó que estaba cargando a los últimos pasajeros cuando recibió el llamado de su esposa. “Les dije: ‘Discúlpenme, vamos a tener que demorar un poquito el viaje’, pensando en dejarlos a resguardo en la Terminal de Ómnibus y luego buscarlos. Pero dijeron que no, que seguían conmigo para ayudar”, recordó Rafael.
De su casa, pasaron a la del vecino, que tenía dificultades más complicadas. “Estaban todos cambiaditos para la salida, y no dudaron ni un segundo en ponerse con baldes a trabajar, porque fue un trabajo bastante duro. La mayoría no está acostumbrado a eso, a levantar baldes de 20 litros, fueron unas tres horas de trabajo muy pesado”, comentó el chofer.
Rafael sostuvo que no le sorprendió la actitud del grupo de chicos. “A la gran mayoría los conozco desde hace años y se la clase de buenas personas que son”, enfatizó antes de despedirse.