Hasta ahora, 2025 pinta como un año de los “livianos” en materia de incendios forestales de Córdoba. En los primeros seis meses se quemaron unas 2.700 hectáreas y el segundo semestre, que es siempre el de mayor riesgo, empezó con más focos (como ocurre cada año) pero sin siniestros graves. El clima tiene mucho que ver.
Los niveles de humedad son un factor clave. Hubo un otoño y un invierno con mayor humedad de lo habitual: eso determina la agenda del fuego. El dilema es qué podría pasar cuando se sucedan varios días de sequía, viento y mayor calor.
Agosto y septiembre vienen marcando, desde hace años, los meses de mayor ocurrencia de incendios en Córdoba.
¿Qué clima se puede esperar para el trimestre que sigue y en el que el alerta entra en categoría máxima?
Según el Observatorio Hidro Meteorológico de Córdoba (OHMC), se presenta un cierre del invierno con condiciones en las que los fenómenos de El Niño y La Niña no están presentes, lo que se conoce como un “tipo neutral”.
“Los modelos de predicción prevén que en los meses de primavera ya se observará una probabilidad de evolución a condiciones de más calor y más lluvias de lo habitual”, se anticipó.
Para cerrar agosto, se prevén condiciones levemente más cálidas que los promedios históricos y precipitaciones en torno de los valores típicos, que generalmente no superan los 20 o 30 milímetros mensuales en el promedio provincial.

Para septiembre, se pronostican mayores temperaturas a la media en toda la provincia, con acentuación en el oeste del mapa, y precipitaciones mayores a la media para esa época del año en el este y en el noreste provincial, pero menores para el oeste. “De cumplirse esas previsiones se podrían configurar condiciones meteorológicas adversas para el desarrollo y propagación de incendios en el oeste (Traslasierra) y en las zonas serranas en general”, advierte el Observatorio.
En octubre habría un “importante cambio en las condiciones”: los pronósticos muestran una perspectiva de precipitaciones acumuladas mayores a las esperadas para ese mes en casi toda la provincia, y temperaturas en valores dentro de lo habitual o levemente por encima de lo normal.
Si esos pronósticos se cumplen, el mes más complicado para el fuego en Córdoba será septiembre. Tal como ocurrió en 2024, cuando la cantidad y el tamaño de los incendios fue notoriamente superior en ese mes que en el resto del año.
Cómo lo van viendo
Martin Degano, bombero y actual director del Plan Provincial de Manejo del Fuego, resume y avisa: “Venimos con un régimen de humedad desde el invierno que es mayor a la habitual. Pero cuando lleguen días de calor con vientos y baje la humedad, el riesgo se eleva. Ya en este agosto tenemos jornadas de riesgo extremo”.
Degano apunta que, según los pronósticos que analizan, “en el horizonte inmediato no se ven eventos extremos, como sequías prolongadas o lluvias extraordinarias”, aunque recordó que “el año pasado venía con cierta tranquilidad hasta que, a esta altura, empezaron varios focos muy grandes”, cuando las condiciones climáticas se volvieron muy adversas.
El año 2024 fue muy complejo: se quemaron 103 mil hectáreas en Córdoba, el segundo peor registro de la última década. Pero en septiembre se concentró más del 65% de la superficie quemada de todo el año.
Degano admite que los primeros semestres con buena humedad, como el de este año, demoran el inicio de la temporada alta de fuegos, pero acota que, como contraparte, genera una mayor masa combustible por crecimiento vegetal. “Y este invierno ha sido especialmente duro en heladas, por lo que hay mucho pastizal reseco disponible”, subraya.
El jefe del Plan del Fuego provincial planteó como deseo “que no baje tanto la humedad en este trimestre”, aunque apuntó: “Sabemos que habrá incendios, ya los hay; el tema es que las condiciones adversas no duren tantos días seguidos para que no sean graves”.
Evitar, detectar, llegar
Todo experto en incendios forestales, en Córdoba y en otros sitios del mundo en los que son recurrentes, señala tres prioridades para alejar las peores consecuencias.
La primera y principal, es evitar que los fuegos se enciendan (o sean encendidos). Si eso ocurre, la segunda clave es detectarlos rápido, cuando apenas empiezan a manifestarse: el uso de tecnología de detección y la participación activa de los ciudadanos dando aviso son puntos vitales. Y la tercera es también fundamental: la capacidad de llegar rápido para controlarlos antes de que se expandan, para lo que se depende de la organización territorial de esa reacción, pero también de las distancias hasta el foco.
En el mundo se viene hablando de los incendios de “sexta generación”: se califica así a los que vienen ocurriendo cada vez con mayor frecuencia, azuzados por el cambio climático, y que se tornan “explosivos” en su avance. Son incendios que, una vez declarados, cuesta mucho contenerlos si no se los sofoca en su inicio y si las condiciones climáticas no ayudan. Córdoba sabe de esos.

Impactos acumulados
En Córdoba, el impacto de los incendios es severo y sus efectos no se miden sólo por lo que se quema cada año sino por su volumen acumulativo: en los últimos 10 años las llamas arrasaron 760 mil hectáreas, y si se cuentan las dos últimas décadas la cifra trepa a casi 1,6 millones de hectáreas, que representan el 10% de la superficie total del territorio provincial.
Además del daño económico que genera el paso del fuego, son perjudiciales los impactos en materia ambiental, sobre flora, fauna, suelos y recursos hídricos claves.
En la zona serrana y el noroeste, además, los fuegos suelen quemar cada año sectores de bosques nativos, un capital ambiental relevante para esta provincia que, por efecto del desmonte y de los recurrentes incendios, tiene cada vez menor presencia en el territorio. Se estima que Córdoba conserva en buen estado hoy menos del 3% del bosque autóctono que supo albergar un siglo atrás.