Kedric Wills es consultor de la Asociación Internacional de Jefes de Policía (IACP). Coronel retirado del Idaho State Police, desarrolló una carrera de 30 años en el cumplimiento de la ley: comenzó en su ciudad natal, Glenns Ferry (Idaho), y culminó como director de la Policía Estatal de Idaho. Es autor y conferencista internacional sobre liderazgo, desarrollo organizacional y cultura. Posee licenciatura y maestría por la Universidad Estatal de Idaho, y fue profesor adjunto durante casi 15 años.
En esta entrevista, Wills explica el trabajo que IACP realiza en Córdoba junto a la Iniciativa Bloomberg Philanthropies para la Seguridad Vial Global: capacitación para inspectores y policías de tránsito, énfasis en cambiar conductas (no en recaudar), herramientas de comunicación como el “judo verbal” y el aporte de tecnologías (videomultas, radares Trucam) para reforzar la fiscalización y proteger tanto a la ciudadanía como a los agentes.
–¿Qué lo trajo a Córdoba?
–Estamos trabajando con la Policía de Tránsito de la ciudad y con la Policía de la Provincia. Como parte de la IACP, junto con Bloomberg Philanthropies, venimos con la misma meta que los cordobeses: reducir las muertes en la vía pública. No es un problema exclusivo del Gobierno, sino de todos. Cada muerte significa una familia que pierde a un padre o a una madre; por eso tratamos de prevenir esos fallecimientos.
–Con su experiencia, ¿qué elementos comunes observa en la conducta de los conductores frente a la autoridad, en distintos países?
–En todos los lugares donde trabajamos, lo más común es que muchos conductores no dimensionan cómo sus acciones impactan en los demás. Conducir a alta velocidad, manejar alcoholizado, no usar cinturón o casco: son decisiones personales que dañan a otras personas. No es un hecho aislado; son conductas que, cuando se repiten, generan daño colectivo.
–¿Qué tipo de acciones realizan con las guardias locales y las policías de tránsito en Argentina?
–El objetivo no es la multa. Mucha gente cree que se busca recaudar, pero nuestra meta es cambiar el comportamiento del conductor para salvar vidas. Si una multa ayuda a corregir la conducta, bien; pero el fin último es que la gente entienda que sus decisiones pueden costar vidas.
–Hoy cualquiera puede grabar un control con el celular. ¿Cómo deben actuar los agentes cuando están siendo filmados y reciben reclamos, a veces agresivos?
–Hace 15 años, en Estados Unidos, casi sólo grababa la Policía; hoy puede grabar cualquiera. No nos preocupa la grabación: lo importante es que los agentes actúen como corresponde. En Córdoba he visto inspectores y policías cumpliendo con su deber, estén o no siendo filmados. Lo que sí cambió es la actitud de muchas personas al interactuar con la autoridad. Por eso capacitamos no sólo en procedimientos, sino en cómo tratar a la gente y cómo gestionar la situación sin tomarla de modo personal. Es un trabajo difícil; ayudar a “reencuadrar” la tarea beneficia el servicio y también otras relaciones de la vida.
–Me mencionaron el concepto de “judo verbal”. ¿De qué se trata?
–Es una forma de enseñar cómo tratar y cómo hablar con las personas. No importa lo que haga el otro; lo que importa es cómo te comportás vos. Donde hemos dado esa capacitación, los inspectores adoptan una nueva manera de pensar sobre el trato y la comunicación.
–¿Qué lo hace efectivo en la práctica?
–La manera de hablar y de interactuar determina la respuesta que uno obtiene. Podría resumirse en poco tiempo, pero en la capacitación trabajamos durante horas en técnicas concretas para que, si el agente actúa con eficacia comunicacional, la conversación sea más productiva y segura para todos.
–Eso exige habilidades comunicacionales además de conocer las normas. ¿Cómo ve ese proceso en Córdoba?
–Esta mañana hablé con el secretario de Tránsito de Córdoba sobre ese tema. Está muy entusiasmado, y el liderazgo local está impulsando cambios en la forma de hacer las cosas. Los ciudadanos ya notan esos cambios cuando interactúan con los inspectores.
–El agente es un eslabón del control. ¿Qué impacto tienen los demás factores disuasorios y la responsabilidad individual?
–La respuesta no puede recaer sólo en los inspectores: son menos de 500 frente a millones de ciudadanos. La solución empieza en cada persona: usar el cinturón, no mirar el teléfono, no manejar alcoholizado. Nadie piensa que le va a tocar, pero durante 30 años di muchos golpes de puerta para avisar que un ser querido no iba a volver por la decisión de otra persona. Evitar ese golpe es la meta: salvar vidas. Los inspectores lo entienden: no cambian tiempo por dinero, cambian vidas.
–¿Y las tecnologías como las videomultas, las cámaras fijas o los radares, ayudan a cambiar conductas?
–Sí. El equipamiento ayuda a identificar a los malos conductores y recuerda que la mayoría cumple las normas. Junto con Bloomberg, buscamos proveer lo necesario –alcoholímetros, radares o lidar para velocidad, conos, luces–. No sólo sirven para modificar conductas: también protegen a los inspectores en la calle. Su seguridad es prioritaria.
–Entre las ciudades donde trabajó en estos años, ¿cuáles lograron bajar las muertes en la vía pública?
–Actualmente estamos en seis ciudades de América latina y, en cada una, con capacitación, equipamiento y medidas de control, logramos reducir las muertes. Es un avance, pero no damos el trabajo por terminado mientras exista siquiera una víctima. Aunque el número baje, si queda uno, es inaceptable: queremos evitar cada fallecimiento.