Durante años, el intestino fue visto como un simple “tubo digestivo”, pero hoy la evidencia científica lo ubica en el centro de una red de comunicación que impacta directamente en el sistema nervioso central.
Esta interacción, conocida como eje intestino-microbiota-cerebro, juega un rol clave en la regulación emocional, el estrés, la concentración y el desarrollo de enfermedades neurológicas y psiquiátricas.
“La microbiota no es sólo un conjunto de bacterias: funciona como un órgano más”, afirma Elena Pastor Manfredi, directora de Nutrición de la Fundación Iberoamericana de Salud Pública (FISP), quien detalla por qué cuidar el intestino es también cuidar la mente.
Más bacterias que células humanas
Según Pastor Manfredi, el ser humano tiene 60 trillones de células... pero 600 trillones de bacterias en su intestino. Además, el intestino alberga más del 70% de las defensas del cuerpo. Por eso, su equilibrio es clave no sólo para digerir, sino también para defender, regular y comunicar.
Cuando este ecosistema se desequilibra, una condición conocida como disbiosis intestinal, la barrera intestinal se vuelve permeable y deja pasar toxinas que afectan el metabolismo, la inmunidad y la salud mental. Esto puede interferir con la eficacia de medicamentos psiquiátricos, como antidepresivos o ansiolíticos, que primero interactúan con el microbioma antes de llegar al sistema nervioso.
Cómo se comunica el intestino con el cerebro
La influencia de la microbiota en el cerebro ocurre por tres grandes canales, según detalla la doctora:
- El nervio vago, que conecta directamente el intestino con el cerebro.
- Hormonas y neurotransmisores, como la serotonina: más del 90% de esta “hormona del bienestar” se produce en el intestino.
- El sistema inmunológico, que puede generar inflamación de bajo grado con consecuencias metabólicas y neurológicas.
¿Puede una mala microbiota afectar el ánimo o la atención?
Numerosos estudios revisados por la comunidad científica, como los publicados en MedComm, demuestran que este eje microbiota-cerebro está implicado en trastornos del neurodesarrollo, como el autismo o el TDAH, así como en trastornos del ánimo como la depresión o la ansiedad.
El estilo de vida, la alimentación, la genética y el entorno influyen en la composición de esta microbiota.
Qué comer para mejorar tu salud mental (y digestiva)
La buena noticia es que la alimentación tiene un rol decisivo. “Modificar la dieta es un paso esencial para recuperar la permeabilidad intestinal y mejorar la comunicación con el cerebro”, afirma la especialista. Entre los alimentos recomendados para aumentar la cantidad y calidad de bacterias beneficiosas, menciona:
- Fibra prebiótica (presente en frutas, verduras, legumbres, avena)
- Alimentos fermentados (como kéfir, yogur, chucrut, kombucha)
- Omega 3 (pescados azules, semillas de chía, nueces)
- Polifenoles (presentes en el aceite de oliva, el cacao amargo, el té verde y los frutos rojos)
Manfredi concluye que el futuro de la medicina integrativa va en esa dirección, ver al intestino como un eje central de salud física, emocional y mental. Aún falta mucho por investigar, pero el mensaje es claro, la mente también se cuida desde el plato.
