En un intento por evitar que el excedente de pesos que está en la calle siga presionando sobre la cotización del dólar, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) dispuso la semana pasada una fuerte suba de las tasas para las colocaciones a plazo.
Así, la nueva tasa nominal anual (TNA) trepó al 69,5%, lo que arroja un rendimiento del 96,8% en términos efectivos (TEA). Vale decir, si el plazo fijo se renueva mes a mes, incluyendo capital e intereses, durante todo un año.
Con los precios de la economía local escalando de nuevo, este ajuste en las tasas de interés posicionó a los plazos fijos en línea con la inflación esperada para todo el año (entre 85% y 90%), incluso sumando unos puntos extras.
Seguramente, los ahorristas con pocas posibilidades de acceso a otras herramientas financieras celebraron la medida. Pero lo cierto es que, como es obvio, la decisión del BCRA también impactó, de manera negativa, en las tasas de interés que cobran los bancos por el otorgamiento de préstamos personales, que se fueron a las nubes.
Hoy, la mayoría de los bancos argentinos ofrece básicamente dos tipos de créditos a cualquier particular que necesite contar con pesos para resolver alguna necesidad de financiamiento de cierta magnitud.
Por un lado, los préstamos tradicionales de cuota fija a lo largo de todo el plazo de devolución, con sistema de amortización francés. En este caso, las tasas de interés rondan el 95% anual, aunque con un costo financiero total (CFT) –sumando comisiones, impuestos y costos asociados– superior al 180%.
Por caso, y si se toma como referencia el simulador del Banco Nación (BNA), un crédito de un millón de pesos a 48 meses de plazo (cuatro años) supone una cuota mensual del orden de los 90 mil pesos, lo que implica que se terminarán devolviendo 4,3 millones al final del préstamo. En este caso, es necesario contar con ingresos familiares altos de casi 300 mil pesos netos.
Las contras de este tipo de créditos personales son, precisamente, la alta tasa de interés que soportan y la dificultad de acceso por el nivel de ingresos. Lo positivo, en cambio, pasa por la estabilidad de las cuotas a lo largo de todo el período de devolución, ya que se mantienen constantes y se licúan progresivamente con la inflación.
El otro tipo de préstamo disponible es el nominado en UVA (unidad de valor adquisitivo). En este caso, el mismo crédito de un millón de pesos –también simulado en el BNA– supone una tasa nominal anual del 7,5% y un CFT que ronda el 11,55%.
Así, la cuota inicial se sitúa en torno de los 25 mil pesos, con un requisito de ingresos familiares mucho menor que el de la modalidad tradicional: alrededor de 100 mil pesos netos.
El problema, en este caso, es que la cuota se actualiza mes a mes en función de la inflación y a lo largo de todo el plazo, a lo que se suma el interés mencionado. Y en un país como la Argentina, con niveles de inflación tan elevados y persistentes, esa combinación puede transformarse en un combo explosivo para los tomadores.
Aunque hoy muchas necesidades de financiamiento se resuelven por medio de la tarjeta de crédito, lo cierto es que hay familias que requieren préstamos personales para realizar gastos importantes: comprar un auto, arreglar la casa, programar un viaje o adquirir un electrodoméstico caro. Incluso, para saldar una deuda.
Pero con este nivel de tasas de interés, esa vía se torna casi prohibitiva, lo que complica los proyectos de dichos hogares, muchos de los cuales no tienen a mano otra alternativa financiera. Así, deben posponerse forzadamente para otra oportunidad los planes, las ganas y las ilusiones.
