Aproximadamente luego de los 50 años de edad, los riñones comienzan un proceso de desgaste que puede ocasionar enfermedad renal crónica (ERC), que en Argentina afecta a 1 de cada 8 personas, cerca de 5 millones en total, y sólo el 10% sabe que la tienen.
Sin embargo, existen maneras de reducir su incidencia y demorar su progresión y así evitar la sustitución de la función renal (diálisis) o un trasplante de riñón. Según la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud II (2019), el 12,7% de los mayores de 18 años padece algún grado de ERC.
El Día Mundial del Riñón se conmemora el segundo jueves de marzo de cada año con el objetivo de concienciar sobre la importancia de la salud renal y la prevención de enfermedades renales. En 2025, se celebra el 13 de marzo bajo el lema Salud renal para todos.
La enfermedad renal crónica afecta al 12% de la población adulta
La enfermedad renal crónica afecta a más de 850 millones de personas en el mundo debido a la detección tardía, lo que puede llevar a una progresión a enfermedad renal terminal y a la necesidad de terapia renal sustitutiva (diálisis o trasplante renal).
Las principales causas que la provocan son las enfermedades metabólicas, como la diabetes, hipertensión arterial e hipercolesterolemia, siendo las dos primeras las causas principales de necesidad de terapia renal sustitutiva.
Otras patologías que propician la enfermedad renal son la obesidad, el tabaquismo y el sedentarismo. La enfermedad renal crónica ocasiona desde estadios iniciales un aumento significativo del riesgo de morbimortalidad cardiovascular y de mortalidad total.
Por eso los especialistas insisten en que su detección precoz es una prioridad sanitaria, para establecer estrategias de prevención de la progresión a estadios avanzados de la enfermedad y de las complicaciones cardiovasculares asociadas.
Cómo se detecta la enfermedad renal crónica
Su detección es muy sencilla ya que se basa en el análisis de un parámetro sanguíneo (creatinina) que suele estar presente en todos los controles analíticos que se hacen por rutina, así como un parámetro urinario (albuminuria), que no se suele realizar de manera rutinaria, pero permite determinar la integridad de los riñones y el daño que estos factores de riesgo ya han producido o que siguen produciendo en el riñón.
Sería el equivalente a medir el sufrimiento o daño renal que ya hay que se sigue produciendo.
Así, todo paciente con cualquiera de estos factores de riesgo debe realizarse al menos un control analítico anual que incluya ambos parámetros (creatinina y albuminuria), para tener una correcta vigilancia de su salud renal y así poder tomar medidas precoces, para evitar su aparición o prevenir la progresión de una enfermedad renal crónica ya establecida.