Rodeados de un bondadoso predio pegado al río Ctalamochita, 26 niños y jóvenes de diferentes localidades y con alguna discapacidad, compartieron un fin de semana en Río Tercero de actividades relacionadas a la naturaleza, como una especie de terapia grupal. Los caballos son eje de esa propuesta.
Arribaron al sitio en el paraje rural Los Potreros -entre Río Tercero y Villa Ascasubi- concurrentes de distintos puntos del país. Todos acompañados por padres y madres.
Susana Di Marco (47), anfitriona y presidenta de la Fundación Asistencial San José, contó que realizan este tipo de jornadas desde hace una década. Tanto ella como su marido y sus cuatro hijos residen en el lugar, poblado de animales.
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La sonrisa dibujada de cada niño al tocar un pato, observar las alas multicolores de un pavo real o realizar equitación, llegaba a la piel de cada observador.
El sitio, envuelto en árboles del bosque autóctono, suma 200 animales acostumbrados en su mayoría a vivir lejos de jaulas o corrales y a recibir las caricias humanas. Hay 17 caballos listos para las actividades de equitación, además de cabras y diversas especies de aves, por ejemplo.
Susana contó que entre los integrantes había, por caso, pacientes oncológicos graves. Todos, apostando por la vida.
Antes de las actividades programadas no hubo excusas para una improvisada peña. Allí sonaron chacareras que los niños, niñas y adolescentes animaban desde los cochecitos o parados y bailando. La alegría dejaba traslucirse, era contagiosa.
La jornada apostó ya desde el nombre “Color esperanza” a su finalidad. Hubo actividades de equitación, plantación de semillas, tareas con el agua, con el fuego y con el aire, entre otras.
No faltaron payasos que animaron y abrieron carcajadas a chicos y grandes. Hasta a los caballos vistieron de payaso para la ocasión.
La granja, abierta
Detalló que la granja terapéutica San José está abierta todo el año, y contempla “una escuela bosque, una conexión ecuestre (de terapia con equitación), caminatas y otras acciones”.
Se puede asistir de manera individual (la entrada cuesta $1.200 por persona) o bien puede ser en familia o a través de instituciones. El lugar también es visitado por personas con fines recreativos: para recorrer sus espacios de fauna y flora y conocer sus proyectos.
“Tocar el alma”
Di Marco, la coordinadora, explicó a La Voz que luego de consultas en centros de y hasta en el porteño hospital Garrahan, todos coincidieron que este “era el primer encuentro de niños pacientes oncológicos en el país” de este tipo.
En este encuentro había gente desde los 6 hasta los 22 años, con patología neurológicas y con tratamiento oncológicos en marcha.
Si bien por estos días está más focalizada a niños y adolescentes, Susana anticipó que avanzarán en programas para incluir también a adultos mayores.
Puntualizó que más profesionales están recomendando la terapia que se ofrece en la granja, a quienes padecen estrés u otros problemas emocionales.
Una serie de colaboradores dedica su tiempo en forma altruista, ad honorem, y hasta veterinarios hacen su aporte solidario para sostener la fuerte presencia a animales de diversa especie del lugar: casi un mini zoo, con otro estilo y finalidad.
“Se trata de saber que tocarás un alma, más allá de lo que cada uno está atravesando con su enfermedad. Además, saber que al final del camino, te han querido y aceptado, sin prejuicios en un contexto de amor”, concluye Susana, la ayudante terapeuta, que se especializó en este rubro y hace de su filosofía de vida un camino para achicar las diferencias y sumar a la integración.
