- No produce síntomas y muchos pediatras no la controlan.
- En el país
- ocho de cada 100 niños podrían tener este factor de riesgo.
- Impacta en el corazón
- en los riñones y en el cerebro.
Constanza tiene 10 años y va a 5° grado en una escuela pública de Monte Cristo. Al inicio de clases tenía que presentar el certificado escolar, y sus papás la llevaron al dispensario municipal para obtenerlo.
En el control detectaron que su tensión arterial era elevada. “Nos advirtieron que no era lo normal para su edad y que debíamos darle seguimiento”, contó su mamá. “Además, nos derivaron a un nutricionista porque tiene sobrepeso y hábitos sedentarios”, dijo.
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A su vez, repitieron los controles de la tensión, tal como indicaron los médicos del dispensario, que corroboraron valores por encima de lo deseable para su edad.
“Después fuimos a su pediatra, que solicitó análisis y estudios cardiológicos que estamos haciendo”, relató la mamá, que comentó que la hipertensión de su hija no pareció sorprender al pediatra.
Y es que, a contramano de la creencia de que la hipertensión arterial (HTA) es un problema de los adultos, por los cambios en los hábitos de vida, desde hace algunos años también se ha convertido en un factor de riesgo en niños, que no sólo compromete su presente, sino también su futuro.
En 2016, la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (SAHA) advirtió que ocho de cada 100 chicos en nuestro país podrían ser hipertensos. Y, además, a la mitad de los niños y adolescentes de entre 7 y 18 años nunca se les hizo un control de presión arterial, según datos aportados por el pediatra Enrique Orschanski.
“La hipertensión en chicos es un fenómeno que estamos viendo en Córdoba, por lo menos desde hace unos 15 años”, advirtió Orschanski, docente de la cátedra de Clínica Pediátrica de la UNC.
El aumento de la prevalencia también se registra en los consultorios de los cardiólogos pediatras, según confirmó Alejandro Peirone, jefe de Cardiología Pediátrica del hospital Privado, y especialista del Hospital de Niños.
En la experiencia de Orschanski, esa situación varía según los lugares, y su inicio se vincula “al momento en que los chicos dejaron de comer habitualmente en su casa y pasaron de la comida casera a la comida industrial”.
En ese contexto, alertó que en la SAHA hay dos preocupaciones importantes. “La primera, hay una especie de apuro en la consulta pediátrica que a veces no incluye algunas prácticas que son obligatorias, como lo es el control de la HTA a partir de los 3 años. Es igual que revisar el calendario de vacunación y pesar y medir al niño”, señaló, y subrayó que es la única forma de detectar el problema, ya que no tiene síntomas.
Y la segunda es que mientras la HTA en bebés y en niños pequeños es casi siempre de origen biológico a causa, por ejemplo, de afecciones renales o cardíacas (HTA secundaria), a medida que los chicos crecen, la mayoría de los casos se vinculan a hábitos alimentarios y al sedentarismo, además de la herencia (HTA primaria).
Los riesgos que conlleva
Hoy, según los pediatras consultados, el 80 por ciento de la HTA que se diagnostica en niños mayores de 10 o 12 años es la que se relaciona con el estilo de vida.
Comidas ricas en carbohidratos y grasas, y con elevado contenido de sodio o azúcares –en criollo, comida “chatarra”, envasada, industrializada, gaseosas y golosinas–, así como la cada vez más escasa actividad física desplazada por la ingente cantidad de horas que los chicos pasan frente a las pantallas, tienen roles protagónicos en la película que empieza en la niñez o en la adolescencia con HTA sin detectar ni corregir y termina con afecciones vasculares o renales en la edad adulta.
“Estamos viendo un aumento de las enfermedades cardiovasculares a edades cada vez más tempranas, que no sólo son congénitas, sino adquiridas por la mayor prevalencia de los factores de riesgo, como la HTA”, alertó Peirone. “Hay datos científicos que demuestran que la hipertensión en la niñez conduce a adultos con enfermedad cardiovascular”, dijo.
El especialista explicó que la tensión elevada impacta básicamente en los órganos blancos, es decir, corazón, riñones y cerebro, y también puede afectar la retina.
Enfermedad cardiovascular (infarto o insuficiencia cardíaca), accidentes cerebrovasculares, enfermedad renal crónica, problemas circulatorios y en la visión, son algunos de las afecciones que puede causar con el tiempo la HTA si no se la corrige.
Detectar y cambiar hábitos
Sin embargo, si se la detecta en la niñez, la hipertensión se resuelve con mayor sencillez que en la edad adulta, según aseguró Orschanski, quien explicó cuándo se considera que un niño tiene HTA.
“Los valores elevados se tienen que detectar en tres controles, y deben ser mayores a 90 de mínima y 135 de máxima”, informó. Y recalcó que el tensiómetro debe ser el indicado para cada edad, porque el de adultos subregistra los valores.
Peirone confirmó que rara vez los niños requieren medicación. “Lo primero es corroborar que realmente hay HTA; lo segundo, descartar que se deba a causas secundarias, y lo tercero, cambiar los hábitos de vida: la alimentación y la actividad física”, explicó. Sólo si luego de modificar esos factores y de bajar de peso no hay cambios, se apela a los fármacos.
Modificar los hábitos es justamente lo que están haciendo los papás de Constanza. “Hasta el año pasado, se compraba un sándwich o una pizza para almorzar en el colegio, pero ahora lleva comida casera y usamos sal baja en sodio, tal como nos recomendó el médico. Ella, por suerte, no toma gaseosas, pero sí era habitual que comiera papas fritas y maní como snacks , que ahora eliminamos”.
“Además, va a zumba dos veces por semana y le permitimos como máximo tres horas por día entre tele y computadora”, finalizó.
Cuándo un niño tiene tensión alta
La tensión debe ser controlada en cada consulta pediátrica, al igual que el peso, la talla y el carné de vacunación.
El control debe hacerse con un tensiómetro adecuado a la edad del niño. No sirve hacerlo con un tensiómetro de adultos.
Si se comprueba que el niño, o el adolescente, tiene hipertensión, se debe descartar la existencia de factores orgánicos que la causen.
Se apunta a modificar la alimentación y a incrementar la actividad física y desalentar el sedentarismo para lograr la reducción del peso. Sólo si eso no da resultado, se apela a la medicación.