Rocío Silva tiene 32 años y tuvo unos papás adoptivos que la llenaron de amor, pero carga en sus espaldas con una infancia dura marcada por los maltratos y una expareja a la que tuvo que denunciar por violencia de género.
Ahora su hijo de dos años es su motor para vivir, pero no tiene dónde y sueña con poder construirse su casita en el patio de la casa de sus papás adoptivos, en barrio Ciudad de Mis Sueños. Por eso pide que la ayuden para poder concretar su sueño.
“Yo cobraba la ayuda que te brinda el Polo de la Mujer por haber sido víctima de violencia de género. Ellos me pagaban el costo del alquiler. Una vez que la ayuda finalizó, me quedé en la calle, sin un lugar adónde vivir. Mis papás adoptivos son grandes y ya no tienen lugar en la casa. Me ofrecieron construir algo al fondo y mi sueño es poder concretarlo. Mientras tanto, estoy viviendo atrás de la casa de la abuela paterna de mi nene, pero la idea es irme de acá”, explicó en diálogo con La Voz.
Rocío trabajaba como cuidadora de personas mayores y luego tuvo una descompostura grande por la cual se enteró de que tenía la enfermedad Púrpura trombocitopénica inmune (PTI) lo que hace que no tenga una buena coagulación en la sangre. Por esta situación atravesó un embarazo de riesgo y luego de cuatro meses en terapia intensiva pudo dar a luz a Mateo, su hijo que hoy tiene dos años.
Hoy le gustaría volver a trabajar, pero no tiene con quién dejar a su hijito. Cobra la Asignación Universal por Hijo (AUH) con lo que cubre los gastos de alimento y vestimenta de su niño y el Programa Acompañar que es sólo por seis meses y está pronto a culminar.
“Mi miedo es que me quieran sacar a mi hijo por no tener un hogar, por eso estoy ahora acá. No quiero estar en la calle”, expresó con miedo Rocío, aunque no está entre los motivos de las medidas de excepción que toman los organismos de niñez, apartar a un hijo de su madre por su situación de pobreza.
“Quiero entrar en el programa Mi Pieza para poder levantar las paredes, pero este barrio no entra entre los beneficiarios”, aclaró Rocío.
Materiales
Rocío, de 32 años, ya pudo comprar arena y piedras y algunos materiales para comenzar y asegura que desde un comedor de la zona le ofrecieron ayudarla con la mano de obra.
Por eso hace publicaciones en su Facebook y ha caminado por instituciones y lugares para pedir alguna ayuda, sin llegar a concretar nada.
“No quiero que mi hijo pase lo mismo”
La dura historia de Rocío es lo que la lleva a jurarse a sí misma que no va a pasar lo mismo. Cuando vivía con su mamá biológica, su padrastro la maltrataba a ella y sus hermanos. “Nos dejaba encerradas en una pieza, sin comer por días. Y nadie hacía nada. Hasta que un día, con 16 años, escribí una carta y se la entregué a un vecino (que es hoy mi padre adoptivo), que la llevó a tribunales de familia. Luego de eso decidieron adoptarme. Algunos de mis hermanos fueron con mi padre a Santiago del Estero y otros quedaron con mi mamá. Tengo una hermana que no sé si fue regalada o adoptada por una familia en Buenos Aires a la que nunca más vi”, relata la mujer.
Y luego agregó: “A los nueve años sufrí abusos sexuales por parte de una persona de la familia y nunca recibí asistencia psicológica por ello. Una vez me ofrecieron, pero no quiero saber nada con psicólogos varones. Sé que tendría que trabajar esto porque soy muy sobreprotectora con mi hijo, no quiero que pase lo mismo que yo”.
A pesar de la historia de Rocío, atravesada por carencias y violencias ella asegura que “salió adelante” y que está en pie por el amor por su bebé y menciona con mucho cariño a sus papás adoptivos. “Con mi papá hicimos juntos el secundario nocturno. Pude terminarlo gracias a ellos”, dice orgullosa.
Hoy se apoya en esa linda etapa de su vida para salir adelante y pide ayuda a organismos o personas que puedan ayudarla a concretar su proyecto.
Contacto: 3512096036
