La Iglesia Católica de Córdoba, bajo el incentivo del arzobispo Ángel Rossi, dio un nuevo paso en el proceso de transformación cultural, plan de acción y respuesta ante abusos a niños, niñas, adolescentes y adultos vulnerables que ocurren en la arquidiócesis.
Con la creación a fines del año pasado de una comisión pastoral específica pretende, entre otros puntos, que los agentes pastorales conozcan el código de comportamiento en su trato con otras personas en espacios eclesiales y el protocolo de denuncia para guiar a una presunta víctima ante la comisión de un delito y evitar el ocultamiento.
La Comisión Pastoral Arquidiocesana de cuidado de las víctimas y prevención de abusos a niños, niñas, adolescentes y adultos vulnerables inició sus tareas formalmente en noviembre pasado. Dentro de su órbita funciona la Oficina de recepción de informes que ya funcionaba previamente y que tiene como objetivo promover una posible investigación a partir de los datos que les son proporcionados por una posible víctima o testigo.
“Una vez que se entabla una comunicación por mail o WhatsApp podemos concertar una cita y elaboramos un documento que se lo presentamos a Rossi”, explicó el asesor pastoral arquidiocesano Sergio Colmenares a La Voz.
De esta manera, aclara el presbítero, no existen intermediarios entre un hecho denunciado posible de ser investigado y la máxima autoridad de la Iglesia local. A partir de ese primer informe un tribunal tendrá la responsabilidad de investigar y dar un dictamen en el menor tiempo posible.
Si el hecho denunciado hubiera ocurrido en una congregación, el informe es enviado al superior provincial.
“Además le informamos a la persona que se acercó con esta situación a que puede realizar la denuncia en la justicia ordinaria”, agregó.
La coordinadora general Iris Maders informó que actualmente están trabajando con dos denuncias realizadas en las últimas semanas pero reconoció la necesidad de difundir este servicio en la comunidad. “El hecho investigado puede involucrar a un sacerdote, religioso/a, profesor, catequista, personal no docente, etcétera”, advirtió.
El objetivo de la comisión es fomentar un cambio de mentalidad dentro del seno de la Iglesia. “Nunca más al ocultamiento, nunca más el silencio. Estamos comenzando un trabajo que sabemos que no es fácil pero que es necesario aunque nos lleve mucho tiempo”, reconoció.

Uno de los ejes de esta nueva estrategia pastoral será el área formativa. Afines de marzo un grupo de 50 catequistas del decanato 6 –zona noroeste de la ciudad de Córdoba– recibieron una capacitación en la parroquia Nuestra Señora Madre de Dios y Madre de la Iglesia de barrio Las Palmas.
El año pasado un especialista internacional dictó una jornada de prevención de abusos a formadores y seminaristas en el Seminario Mayor.
Además la Arquidiócesis apoya formaciones externas como la que dictará el Centro de Estudios Filosóficos y Teológicos (Cefyt) sobre aportes recientes en el análisis de los abusos eclesiales.
La intención de la comisión es que el tema de los abusos (de poder, sexuales, económicos) no sea tabú dentro de las comunidades y se produzca un cambio al momento de encarar el problema para alcanzar una solución.
“Hay una decisión firme al respecto. No somos policías pero sí tenemos el mandato de acompañar a las víctimas y crear espacios sanos de vinculación”, explicó Maders.
El programa de formación prevé una primera etapa de socialización del servicio para luego evaluar avances y establecer un referente zonal para un diálogo más fructífero.
“Tenemos que empoderar al laico y mostrarle que otra forma es posible. Reconocemos que muchas personas se alejaron porque no se sintieron escuchadas por la Iglesia, es tiempo de cambiar esa visión”, coincidieron.
Para el sacerdote Francisco Palacios “los abusos son un tema complejo y sensible” y el conocimiento de experiencias alentadoras en otras partes del mundo lo motivaron para movilizar a catequistas y otros religiosos a participar del taller formativo.
“La orientación fue muy clara. En nuestras comunidades tenemos que socializar el contenido y que se realice una discernimiento progresivo. No tenemos que quedarnos quietos. Debemos apuntar a una toma de conciencia de la problemática y de una sinergia abierta al cambio”, manifestó.
La catequista Anabel Thanos reconoció la necesidad de formación en la materia porque son depositarios de algunas heridas de las familias y “sino se comprende se puede hacer agua en un tema tan sensible”. “Vivimos la jornada con alegría porque esto viene a sumar”, agregó.
La formación incluye la puesta en debate de los vicios del clericalismo que está arraigado en muchas parroquias de la diócesis, es decir la aprobación sin crítica de las decisiones del sacerdote. “Hay que ver que dice el cura y cómo lo dice por que no todo es evangélico”, sostuvo Maders.
Finalmente para el catequista Marcelo Arques la formación en prevención de abusos permite un criterio común y tener herramientas claras para quienes son responsables de espacios a los que acuden niños, niñas, adolescentes y adultos vulnerables.
“Esto es un respaldo a nuestra tarea. Ahora bien debemos actuar porque si no somos cómplices. Esto es abrir candados de siete llaves y comenzar a determinar responsabilidades”.