“Parece que la vida se acabara cuando uno deja de trabajar, pero resulta que se empieza a vivir de otra manera, mucho más libre y sin horario”, dispara la cordobesa Alexandra Soto (58).
Poco le costó adaptarse a su nueva vida al dejar atrás la rutina de 33 años en la labor docente. Más de la mitad de su vida se desempeñó como psicomotricista en la escuela especial Rosa Mellina, de la localidad de Embalse, en el departamento Calamuchita.
La jubilada de Calamuchita que empezó a recorrer el mundo como voluntaria
Entre chistes, con su hija Antonella acuñó el término “jubilencer”, una conjunción de influencer y jubilada. Y por ahí va. Está cumpliendo sus sueños y también desestimando una catarata de prejuicios asociados de forma negativa a la etapa pasiva del estadío laboral.
“Viajar siempre me gustó y al ser docente, tenía que hacerlo en temporada alta de invierno o de verano. Cuando inicié el proceso jubilatorio pensé que tendría oportunidad de viajar en cualquier época del año”, cuenta.
Hace un año que dejó las aulas y ya realizó su primer voluntariado de dos meses en Europa: España fue su primer destino.
Este cambio le permitió también borrar otro límite, ya no hay fecha de regreso para reincorporarse al trabajo. Por primera vez, realizó un viaje sola y lo hizo cumpliendo otro propósito: aproximarse a los orígenes de su abuelo Felipe Soto, oriundo de Murcia, quien a los 16 años emigró a Argentina y nunca más regresó a su tierra natal.
Viaje low cost
La exdocente craneó un viaje de bajo presupuesto. Siguió la recomendación de un amigo y abrió un perfil en la aplicación World Packers, que con una adhesión de 49 dólares por año permite elegir voluntariados en distintos lugares del mundo.
Con un amplio abanico de opciones, desde atención en un hostel, limpieza, jardinería, trabajar en una granja agroecológica o en bioconstrucción, o en el cuidado de niños o de mascotas. Si bien algunos sitios tienen límites de edad, otros no. “Hay voluntariados para personas de hasta 80 años”, comenta.
Alexandra detalla que venía juntando algunos “dólares ahorro” desde hacía más de dos años y antes de las elecciones nacionales compró el ticket aéreo. En 2024, a menos de un año de la jubilación, llegaría el primer viaje en esta nueva etapa.
El raid de la “jubilencer”
El 23 de abril viajó de Madrid. Tenía hacia adelante dos meses con dos instancias de voluntariado, en diferentes ciudades y algunos días para recorrer el país por su cuenta.
Desde Madrid se trasladó a Motril, en Andalucía. El primer voluntariado duró 30 días en una vivienda compartida habitada por personas que alquilan una pieza con baño privado. “Yo me tenía que ocupar de la limpieza de lugares comunes a cambio de habitación con baño y desayuno”, recuerda. En Motril festejó, por primera vez, un cumpleaños fuera de Argentina y lejos de su entorno.
Una mañana, barriendo la vereda, conoció a Yaya, una vecina de 76, que la invitó a almorzar con su familia. “No sólo es poder viajar con bajo presupuesto, sino tener la posibilidad de conocer la cultura desde adentro”, señala. Y acumula decenas de anécdotas de este tipo, que le permitieron conocer costumbres de lugareños.
En su tiempo libre, recorría en bicicleta y también pudo conocer ciudades cercanas como Lorca, Granada, Málaga, Girol y Fuengirola. También escaló, con emoción, los 114 peldaños de la Torre del Castillo de Lorca, que le permitió observar la comuna rural Jarales, donde nació en 1905 su abuelo.
Tras este primer voluntariado, se tomó una semana para conocer Sevilla y Cádiz. La segunda estación quedaba en Lugo, en una zona rural, para trabajar en un albergue para peregrinos que realizaban el camino de Santiago Compostela, como ayudante de cocina, de jardinería y limpieza. A cambio recibió lugar para dormir y todas las comidas.
Con un trabajo más intenso que el anterior requería una limpieza profunda cada vez que se retiraba algún huésped. Recuerda que, en sus días libres, el matrimonio a cargo del albergue la invitaba a recorrer la zona. Allí permaneció 15 días, conociendo gente de distintas culturas y países del mundo.
“Te permite viajar con poco dinero (lo más caro son los aéreos) y compartir con gente local, conocer sus costumbres, sus comidas típicas. Nos reíamos mucho con los diferentes modos de nombrar algo, a pesar de hablar el mismo idioma; hay palabras que son completamente distintas”, señala
Próxima parada
Ya en Embalse de regreso, comenzó a pensar en su próximo viaje. “Tengo el sueño ahora de conocer un país de cada continente; estoy mirando hacia África y Oceanía”, manifiesta.
“El próximo destino, quizás Marruecos, o para Uganda, que también me interesaba conocer; aunque tengo que mejorar el manejo de inglés”, desgrana sobre las posibilidades para el corto plazo.
