Tres de los alimentos más representativos de la dieta de los argentinos cerraron 2024 con caídas muy significativas en sus niveles de consumo, lo que da una idea del duro impacto de las políticas de ajuste llevadas adelante por el gobierno de Javier Milei.
Hablamos de la carne, la leche y la yerba, alimentos que no sólo nuestro país produce, sino que también vende a distintos mercados del mundo, incluso liderando las estadísticas internacionales de exportaciones.
A pesar de que sus precios en el mercado interno aumentaron el año pasado sensiblemente por debajo del promedio de la canasta básica alimentaria (hubo aumentos importantes al iniciar 2025), el consumo de carne bovina terminó 2024 con una baja del 8%, un nivel incluso más bajo que el de 1920, según registros de la Bolsa de Comercio de Rosario.
Si bien en esta caída influyen factores como los cambios de consumo y la ingesta de otras carnes, como el pollo y el cerdo, el impacto de la pérdida de poder adquisitivo de los salarios es elocuente. Y ahora, con el precio en alza, las perspectivas de que las ventas repunten parecen cada vez más lejanas.
Por el lado de la leche, el consumo interno bajó un 9,1% en el último año, el más bajo de los últimos 34 años según un informe de las fundaciones Encuentro e Innovación con Inclusión, con base en el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (Ocla).
El consumo per capita fue de 171 litros en 2024, muy lejos de los 227 litros del año 2000 o de los 217 litros de 2015. Y no sólo bajó la ingesta de leche fluida, sino también la de quesos, mantecas, yogures y cremas.
La merma en el consumo de yerba es aún más sintomático del nivel de crisis, toda vez que se trata de un producto que, más allá de formar parte de la cultura argentina, suele compensar la falta de ingesta de otros alimentos, sobre todo en los sectores de menores recursos.
Según el Centro de Economía Política Argentina (Cepa), en 2024 el consumo interno de la infusión nacional más típica se derrumbó un 9,3% respecto de 2023 y se ubicó en el peor nivel desde 2017, con base en datos del Instituto Nacional de la Yerba Mate.
En los últimos dos meses, los registros oficiales revelan una tenue reactivación del consumo, con los alimentos liderando esa recuperación pero a un ritmo demasiado lento. El último informe de ventas en supermercados del Indec marca un alza mensual del 1,8%, aunque con una baja todavía muy significativa respecto del año pasado, de más de siete puntos porcentuales.
A todo esto, sobre finales del año pasado, la recuperación de los ingresos asalariados parece haberse estancado. En diciembre, los salarios formales medidos a través del índice Ripte (remuneración imponible promedio de los trabajadores estables) aumentaron el 2%, por debajo de la inflación promedio de ese mes, que fue del 2,7%.
Así, si la inflación vuelve a ganarle la carrera a los salarios, la recomposición del poder adquisitivo de la mayoría de la población volverá a estancarse y con ello el consumo seguirá mostrando números negativos.
A ello se suma que varias empresas, de distintos sectores de actividad, comenzaron a mostrar problemas serios de sobrestock, precisamente por la falta de demanda del mercado interno, lo que está llevando a suspender trabajadores o directamente a achicar planteles de personal. Varias están en Córdoba: Guma, Nestlé, Nissan, varias constructoras, incluso algunas firmas vinculadas al campo.
La severa caída en los consumos de leche, carne y yerba es apenas una muestra de cómo el poder adquisitivo de la población se derrumbó en el último año. Y lo más preocupante: un reflejo de lo mucho que le costará recuperarse de ahora en adelante.