La Ley de Libertad Educativa que impulsa el Gobierno nacional propone un cambio profundo en la forma en que se organiza el sistema escolar argentino. En términos generales, plantea más libertad de elección para las familias, mayor autonomía para las escuelas y un Estado nacional con un rol distinto al que tuvo en las últimas décadas.
El proyecto busca correrse de un modelo centralizado, en el que la Nación define programas y trata de compensar desigualdades provinciales con planes y “ayudas”, para avanzar hacia otro esquema. Allí, las provincias y las instituciones educativas asumen más responsabilidades directas sobre la gestión, mientras que el Estado nacional se concentra en evaluar, producir información, hacer públicos los resultados y garantizar reglas comunes.
La apuesta es que la información —clara, comparable y accesible— empodere a las familias, haga visibles los resultados de cada sistema educativo y genere incentivos para que los gobiernos locales gestionen mejor la educación. En ese marco, la libertad educativa no se juega solo en la diversidad de ofertas, sino también en la capacidad de cada provincia para hacerse cargo de sus escuelas. La pregunta, entonces, es en qué situación se encuentran hoy las provincias.
Desde Edulab, el laboratorio de innovación educativa de Idesa, analizamos cómo llegan los sistemas educativos provinciales a este escenario, a partir de datos oficiales sobre aprendizajes y escolaridad en la primaria. El foco está puesto en una variable básica: cuántos chicos, al final de la primaria, logran leer y comprender un texto simple. No es un estándar exigente ni una meta ambiciosa, sino el piso mínimo para desenvolverse con autonomía en la vida cotidiana.
Los datos muestran que, en 2022, uno de cada cuatro chicos en la Argentina no alcanzó ese umbral. En otras palabras, uno de cada cuatro alumnos termina la primaria sin dominar una habilidad elemental, aun cuando haya asistido a la escuela.
Cómo llegan las provincias
Ese promedio nacional convive con situaciones muy diferentes entre provincias. En algunas jurisdicciones, la proporción de chicos que no alcanzan los aprendizajes básicos ronda el 14%. En otras, supera el 38%. La distancia entre unas y otras es amplia y persistente.
Córdoba se ubica entre las provincias con mejores resultados relativos. La pobreza educativa alcanza al 19,5%, por debajo del promedio nacional. Sin embargo, ese dato general convive con brechas internas importantes, sobre todo según el origen socioeconómico de los alumnos, que no quedan reflejadas en el promedio provincial.
Otro rasgo relevante del punto de partida es que las provincias no enfrentan el mismo tipo de desafíos. En algunas, la escolarización es casi universal, pero los aprendizajes dentro del aula son bajos. En otras, una parte de los chicos directamente queda fuera del sistema educativo. Y en varios casos, ambas situaciones se combinan.
También aparecen diferencias marcadas en la forma de gestionar los recursos. Provincias con niveles de gasto educativo similares muestran desempeños muy distintos. Esto sugiere que, además del financiamiento, la organización del sistema, el uso de información y la capacidad de gestión son variables centrales para entender los resultados educativos.
Las brechas según el nivel socioeconómico
Más allá de las diferencias entre provincias, hay un rasgo que atraviesa todo el país: el origen socioeconómico sigue siendo un factor determinante en los aprendizajes.
A nivel nacional, el 37,7% de los chicos de hogares de menores ingresos no alcanzan los aprendizajes básicos, mientras que entre los sectores de mayores recursos la proporción baja al 11,2%. La brecha es amplia y se repite en todas las jurisdicciones, aunque con distinta intensidad.
En Córdoba, esa diferencia también está presente. Tres de cada 10 chicos de hogares de bajos ingresos no logran leer y comprender un texto simple al final de la primaria, frente a menos de uno de cada 10 entre los sectores más favorecidos.
Estos datos muestran que, aun en provincias con mejores promedios generales, las oportunidades educativas siguen estando fuertemente condicionadas por el contexto social de origen. La escuela logra amortiguar esas desigualdades, pero no consigue eliminarlas.
Este diagnóstico no anticipa resultados, pero sí describe el punto de partida real de las provincias, con sus heterogeneidades, fortalezas y límites, en un escenario donde la autonomía educativa de las provincias ocupará un lugar cada vez más relevante en la discusión pública.
*Economista de Idesa
