La familia Serrano acaba de concluir el verano número 47 en su complejo turístico de Villa Cura Brochero, donde ya son toda una institución. Los siete hermanos, desde su infancia, dedican sus veranos a trabajar en el predio que comenzó con un camping, siguió con cabañas y hace pocos años agregó un parque acuático que sigue creciendo.
Una historia de trabajo de cordobeses contada por Doña Irma y sus hijos, en torno a un emprendimiento señero en la región.
“Mis padres vivían en San Francisco de Córdoba. Mi viejo, Felipe Serrano, era empleado de Epec y en los años ‘70 vino a la cooperativa eléctrica de Mina Clavero a instalar unos motores. Acá se enamoró de la zona y no dudó en venir al poco tiempo con toda la familia”, cuenta Eugenio, uno de los siete hermanos Serrano.
“Mis dos hermanas mayores eran chicas cuando vinieron. Acá nacimos después los cinco varones”, aclara quien hoy es uno de los administradores del emprendimiento.
El matrimonio Serrano consiguió un predio de tres hectáreas y media cerca del río Panaholma, y no lejos de la plaza de la localidad, que por entonces distaba de ser conocida en el país, como sí sucede ahora.
Doña Irma Priano, a los 84 años, recuerda: “El pueblo era muy chico, y esta era una zona de quintas. En el terreno había existido una plantación de maíz, y sobre eso hicimos las primeras parcelas”.
Cuentan que Don Felipe pidió un crédito para comprar el predio con el fin de crear lo que él soñaba como “el mejor camping de Traslasierra”. La idea de renunciar a un trabajo “seguro” como el de Epec le granjeó varias discusiones familiares al emprendedor. Pero en cuanto pudo, decidió cambiar su vida en pos de su sueño.
Apuesta fuerte
“La diferencia que hicieron fue la de disponer parcelas para carpas con algo inédito en la zona: cada una tenía baño privado y cochera, además de pileta y asador. Hasta hoy es uno de los pocos con todas esas comodidades”, dice David, el menor de “los Serranitos”. El avance sorprendía en una sociedad donde el turismo aún era incipiente. Y la apuesta fue fuerte: comenzaron con 100 parcelas.
En enero de 1978, Don Felipe y Doña Irma inauguraban el camping familiar “Los Serranitos”. El nombre refería a los hijos como niños de las sierras, que además llevaban el apellido como una feliz coincidencia. “Mucha gente no sabía de nuestro apellido, y creía que el nombre del lugar era sólo porque éramos de las sierras”, recuerda hoy Isabel, la hermana mayor.
Doña Irma y sus hijos vieron cómo, con los años, se pobló el sector con loteos y emprendimientos turísticos que hoy los rodean.
Desafíos serranos
Si bien eran tiempos de auge para la modalidad del camping, el proceso no fue fácil. A los vaivenes económicos se sumaban desventajas estructurales: el camino de las Altas Cumbres no se había terminado; los gobiernos locales no incentivaban el turismo; las crecientes de 1981 y 1992 destrozaron la infraestructura de la zona: y más.
Y después de 2001, la fiebre de las cabañas puso en jaque al camping como forma de alojamiento.
“Además, Traslasierra tenía mala prensa en Córdoba y el país. Del lado de Punilla hablaban mal del Camino de las Altas Cumbres y de nuestra zona, aun cuando la ruta ya estaba terminada”, recuerda Eugenio.
Y reflexiona: “Nos fuimos adaptando, primero hicimos una pileta, después dormis y bungalows, después cabañas, luego el parque acuático. También se modificaron las formas de comunicación con el cliente. Si nos hubiésemos quedado sólo con el camping, la historia hubiese sido otra”.
La creciente del 31 de enero de 1981 cortó los puentes y dejó sin agua ni electricidad a los pueblos del oeste en mitad de la temporada. Don Felipe y los suyos debían la mayoría de las cuotas del crédito que había tomado con el Banco Nacional de Desarrollo (Banade) para adquirir el predio. “Pudimos salir, pero estuvimos a punto de perder todo, fue muy duro”, recuerda Perla Serrano.
Bendición del cura
Villa Cura Brochero es uno de los destinos turísticos que más crecieron en el país en las últimas décadas. Con la beatificación (2013) y la canonización (2016) del “cura gaucho”, la zona cobró otra dimensión y los motivos religiosos hoy atraen tanto como los paisajes. Además, el valle es una de las regiones más genuinas y seguras de Córdoba.
“Inauguramos el Parque Acuático en enero de 2019. Mi papá falleció meses antes, pero alcanzó a ver las obras, los primeros toboganes y los preparativos de esta parte, que era novedosa, fue uno de los primeros parques en su tipo en la zona. Tuvimos que aprender todo, pero nos fue bien, abrimos las puertas a otras modalidades y a otros públicos, y reforzamos el perfil de lugar familiar, que el predio tuvo desde el principio”, dice Eugenio.
Hoy, la tercera generación de “Los Serranitos” sigue trabajando en el lugar, que cuenta con los más variados servicios. También son históricas algunas familias que llegan: “Cada verano siguen viniendo los hijos y nietos de los primeros turistas, que son familias amigas, como los Chiple, de Córdoba capital, con los que somos como primos”, cuenta Daniel.
Doña Irma sigue dirigiendo el servicio de higiene y es el factor aglutinante en la armonía del grupo. Sus hijos y nietos distribuyen sus tareas en las distintas funciones que requiere el complejo. Y cada uno de ellos no disimula el orgullo que les da ser “Los Serranitos”.