Luz Haro Guanga es la presidenta de la Red de Mujeres Rurales de América Latina y El Caribe (Red Lac), un espacio que surgió en el seno de uno de los primeros Encuentro Nacional de Mujeres en Argentina, allá por 1990 y que hoy agrupa a más de 200 organizaciones que impulsan la formación de mujeres del sector agropecuario.
En noviembre se cumplieron 34 años de la existencia de la Red y Haro Guanga, activista ecuatoriana, estuvo en Córdoba para preparar el VI Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Mujeres Rurales, que se celebrará en 2025 en esta ciudad.
La referente latinoamericana disertó en la Diplomatura en Formación de Acompañantes Comunitarias Contra la Violencia de Género, oportunidad en la que dialogó con La Voz sobre la realidad de las mujeres rurales e indígenas y su rol como sostenes de esa economía.
También se reunió con funcionarios de la Subsecretaría de Agricultura Familiar de Córdoba, a cargo de Mariana Victoria Vigo, con quien analizó la realidad de las mujeres rurales de la región. “La necesidad más emergente es el acceso a la propiedad, dar líneas de financiamiento”, dijo Haro Guanga y añadió el empoderamiento hacia las mujeres rurales locales para que se reconozcan como trabajadoras sujeto de derechos.
–¿Cómo surgió su compromiso con la defensa de las mujeres rurales?
–Mi compromiso nació desde mi propia historia. Soy la mayor de nueve hermanos y crecí en un contexto de muchas limitaciones en el campo, cargando agua, leña y lavando ropa en el río. A los 8 años, cuidaba un niño para ayudar económicamente en casa. Cuando me pidieron que me arrodillara para recibir mi pago, me rebelé. Fue un gesto pequeño, pero marcó el inicio de mi resistencia frente a las injusticias. Años después, fundé la Asociación de Mujeres de Fátima en 1988 y participé en el primer Encuentro de Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe, en Fortaleza, Brasil. Desde entonces, la defensa de los derechos de las mujeres rurales ha sido mi misión.
–¿Cómo surgió la Red Lac y cuáles son sus principales objetivos?
–La Red Lac nació en 1990 durante el Encuentro Feminista en San Bernardo, Argentina. Allí, Banett Almeida, una lideresa afrobrasileña, notó la ausencia de mujeres rurales y organizó un taller que reunió a campesinas de distintos países. A partir de ese momento, consolidamos una red con objetivos claros: dar voz y espacio a las mujeres rurales en un contexto donde históricamente han sido invisibilizadas. Desde el primer encuentro, definimos que nuestra identidad se basa en ser mujeres que nacemos, crecemos y producimos de la tierra, alimentamos al mundo y preservamos las semillas, la cultura y la medicina ancestral.
–¿Qué papel juegan los encuentros de mujeres rurales en esta lucha?
–Estos encuentros son espacios de construcción colectiva. En 1990, se realizó el primer Enlac en Fortaleza. Desde entonces, hemos realizado otros en Bolivia, México, Ecuador y Panamá, y el próximo será en Córdoba en 2025. En cada encuentro, identificamos problemáticas comunes y elaboramos agendas políticas con temas clave como el acceso a la tierra, el agua como derecho humano, la participación política de las mujeres rurales, la violencia de género y, recientemente, el impacto del cambio climático. En 2021, lanzamos nuestra propia Declaración de la Década de las Mujeres Rurales, que va de 2021 a 2031. En 2023, la OEA declaró el Decenio por los Derechos de las Mujeres, Niñas y Adolescentes Rurales en las Américas (desde Canadá hasta Chile) que va de 2024 a 2034. Estos reconocimientos son avances, pero necesitamos garantizar que se traduzcan en acciones concretas que mejoren las condiciones de vida de las mujeres en el campo.
–¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan las mujeres rurales hoy?
–El cambio climático es una de nuestras mayores preocupaciones. En países como Ecuador, Argentina y Colombia, las mujeres rurales enfrentan sequías, escasez de agua y pérdida de cultivos. A esto se suma la falta de acceso a la propiedad de la tierra: en Ecuador, solo el 20% de las tierras agrícolas están en manos de mujeres, y en Panamá, este porcentaje es apenas del 3%. Sin tierras, no podemos acceder a créditos ni mejorar nuestras condiciones de producción. La brecha digital también es un problema grave. Durante la pandemia, muchas mujeres rurales no tenían acceso a internet o computadoras para que sus hijos continuaran estudiando. A menudo, caminan kilómetros para imprimir tareas escolares. Esto multiplica la carga que ya llevan como productoras, cuidadoras, madres y maestras.
–¿Qué significa que Córdoba sea la sede del VI Enlac en 2025?
–Es muy simbólico que el próximo encuentro sea en Argentina, el país donde nació la Red LAG. Córdoba tiene una oportunidad histórica de marcar la diferencia y ser un pedestal para la Declaración de la Década de las Mujeres Rurales a nivel mundial. Confiamos en el compromiso de las autoridades locales para garantizar que este evento sea un éxito y que se visibilicen las problemáticas y propuestas de las mujeres rurales.
–¿Qué mensaje deja a las nuevas generaciones de mujeres rurales?
–Les digo que su trabajo tiene un valor incalculable. Las mujeres rurales alimentamos al mundo, preservamos el agua y las semillas, pero seguimos siendo invisibles para muchos. Sin nosotras, no hay alimentación, no hay democracia y se pierde la riqueza de nuestras culturas. Es fundamental que sigamos formándonos y alzando la voz, porque el conocimiento es la herramienta que nos da libertad y poder para exigir nuestros derechos. Con decisión y voluntad, es posible construir un futuro donde las mujeres rurales tengan igualdad de oportunidades, puedan permanecer en sus comunidades y se conviertan en motores de cambio para sus países.
–¿Qué le inspira a seguir en esta lucha?
–Las historias de tantas mujeres que luchan cada día en condiciones adversas. Aunque a veces no tengo tiempo ni para cuidar mi huerta, siento que mi entrega es un servicio a un bien común. Creo profundamente que la justicia social es posible y que vale la pena luchar por un mundo donde las mujeres rurales sean reconocidas por el enorme aporte que hacen a la sociedad.