En tiempos de redes sociales y publicidad digital, las recomendaciones sobre qué tipo de luz utilizar antes de dormir se multiplican. Uno de los mitos más extendidos es que las lámparas de luz roja favorecen la conciliación del sueño.
Sin embargo, según la experta María Ángeles Bonmatí, bióloga y experta en sueño, este concepto no tiene base científica.
Por qué, entonces, la luz roja, aunque popular, no es la solución para dormir mejor.
La luz roja: ¿realmente ayuda a conciliar el sueño?
Si bien la luz roja tiene cierto origen fisiológico en su uso para no interferir con el ritmo circadiano, Bonmatí señala que “no tiene sentido pensar que para dormir mejor haya que incorporar luces rojas”.
La razón, explica la especialista, es que el verdadero problema está en la luz azul. Esta luz, que emiten dispositivos como pantallas de móviles y computadoras, interfiere con la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño.
Según Bonmatí, las luces muy blancas con alto contenido de azul son especialmente perjudiciales por la noche, ya que nuestro cuerpo las interpreta como señales de que aún es de día, lo que retrasa la conciliación del sueño.
Qué tipo de luz es recomendable para dormir mejor
La experta asegura que lo más beneficioso es optar por luces cálidas, de baja intensidad, como las que simulan la luz de una vela o una hoguera. Este tipo de luz permite que nuestro reloj biológico, regulado por el hipotálamo, funcione adecuadamente, promoviendo la producción de melatonina y facilitando el sueño nocturno.
“Lo importante no es la luz roja, sino la calidad de la luz”, afirma Bonmatí. “Un ambiente tranquilo, con luz cálida y suave, es ideal para preparar el cuerpo para descansar.”
La importancia del ritmo circadiano: la clave para un buen descanso
El ritmo circadiano, o reloj biológico, es crucial para regular los ciclos de sueño y vigilia. Bonmatí destaca que la luz natural durante el día y una exposición limitada a la luz artificial por la noche son factores esenciales para mantener un sueño reparador.
Además, evitar actividades que activen demasiado la mente antes de dormir, como revisar correos electrónicos o mirar noticias estresantes, es fundamental para evitar la activación cognitiva, que también afecta la calidad del descanso.
“Lo que hagamos durante el día influye directamente en cómo dormiremos esa noche”, explica la investigadora. Por eso, mantener una rutina diaria regular, evitar el uso excesivo de pantallas antes de dormir y hacer ejercicio físico, pero no cerca de la hora de descanso, son recomendaciones clave.
Otros factores que afectan el sueño nocturno
Además de la luz, Bonmatí subraya la importancia de la exposición a la luz natural durante el día. Se recomienda, al menos, dos horas diarias de luz natural, lo cual puede lograrse con una caminata al aire libre. La bióloga también hace hincapié en la relevancia de establecer horarios de sueño constantes, ya que el desajuste en los ritmos puede alterar la calidad del descanso.
“El contraste entre la luz del día y la oscuridad de la noche es esencial para nuestra fisiología”, afirma Bonmatí. “Al regular nuestros hábitos y horarios, ayudamos a nuestro cuerpo a prepararse para el sueño de manera natural.”