Cuando se recibió de ingeniero civil y comenzó a trabajar como profesor universitario, Marcelo García Rodríguez (56) tenía problemas para expresarse. Por aquellos años, atesoró un consejo que le dio otro colega: “Si querés mejorar la oralidad, tenés que pararte ante un grupo y explicar en voz alta un tema”.
Así empezó a poner en práctica esa enseñanza y décadas después se convirtió en referente de muchos estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Pero también entre alumnos de primaria y secundaria, de distintas instituciones de Córdoba, a las cuales llegó a través del proyecto Matteo de ciencia ciudadana.
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Su valioso trabajo como educador desde la academia y desde el territorio le valió el reconocimiento de profesor destacado otorgado por el Instituto de Educación en la Ingeniería (Idei) de la Academia Nacional, en colaboración con la organización Techint.
Video: la “película” de Marcelo y lo que hace por la educación
“Querían profesores que salieran del aula y transmitieran la ingeniería de otra forma. Gracias a este reconocimiento, puedo hablar de educación en medios y en otros espacios que son relevantes. Pero tenemos que recuperar la importancia del rol docente. Hay que volver a prestigiar la carrera docente”, cuenta entusiasmado a La Voz.
Su interés por educar con otra perspectiva comenzó en 2012, seis años después de haber vuelto a Argentina, luego de estudiar su doctorado en Ingeniería Civil y Ambiental en Estados Unidos.
Como él vive en Villa Carlos Paz, empezó a articular con un secundario de esa localidad con el propósito de despertar vocaciones científicas entre los más jóvenes.
Recién en 2018, su propósito inicial se materializó en un proyecto educativo, científico y de extensión dirigido a escuelas de gestión pública y privada de todos los niveles y modalidades, donde se trabaja con una problemática importante en Argentina relacionada a la escasa disponibilidad de información requerida para el manejo sustentable de los recursos hídricos.
Matteo, el nombre elegido para bautizar el proyecto, hace referencia a la Medición Automática del Tiempo de la Troposfera en Escuelas y Organismos. Además, es un homenaje a Mateo Ravaglia Cáceres, un adolescente carlospacense que en las primeras visitas a la escuela había demostrado su interés en ser científico, pero un siniestro vial truncó su vida.
“La ciencia ciudadana es la participación de todas las personas de 0 a 99 años en un proyecto científico. Por ejemplo, en un colegio del barrio Villa Páez, en Córdoba, los vecinos nos ayudan a definir la cuenca, la problemática, a registrar datos y a analizarlos. La comunidad participa en todas las etapas del proyecto científico”, describe el profesor. Y continúa: “Trabajar en territorio nos acerca. Me enamoré de este tipo de docencia que implica cruzar los mundos formales y no formales”.
Si bien García Rodríguez es una de las caras visibles de esta iniciativa científica, se apoya en un equipo interdisciplinario de trabajo conformado por colegas ingenieros y técnicos que fueron sus alumnos y alumnas, y que hoy trabajan codo a codo. Además del sostén de otros organismos provinciales y nacionales.
“Apoyarse en un equipo es clave. Hoy estamos trabajando con más de 100 escuelas de todo el país. Todos los datos que recopilamos tratamos de llevarlos a la gestión y la única forma de hacerlo es con colegas científicos, estudiantes de grado y de posgrado, y con las maestras de las escuelas a las que vamos, que tienen un rol central. El trabajo que realizan es muy grande. Somos un gran grupo de ciencia ciudadana”, explica.
Trabajar en territorio, cocrear conocimiento y solucionar problemas
Actualmente, García Rodríguez llega a más de 100 instituciones de todo el país con el proyecto Matteo. En la provincia de Córdoba, articula con pequeñas escuelas rurales, ubicadas en las Sierras, y con otras instituciones de la Capital.
Ahí, en territorio, son los integrantes de esas comunidades quienes, por lo general, formulan los problemas y luego se acercan a la Universidad a solicitar ayuda. Eso ocurrió en el barrio Villa Páez, de la ciudad de Córdoba, en 2019.
Ante la problemática que tienen por las inundaciones, el desborde del río, el anegamiento de calles y los desbordes cloacales, integrantes de la comisión se acercaron a la UNC. Fue así como el “profe destacado” y su equipo desembarcaron en el colegio evangélico Haroldo Andenmatten para trabajar en conjunto con la comunidad y cocrear conocimiento.
“No se replica una receta genérica porque cada barrio tiene su singularidad”, describe el docente. Y continúa: “En Villa Páez, entregamos instrumental meteorológico para medir variables de tiempo. Cada escuela lo aplica en función de las problemáticas que tiene. En el Haroldo Andenmatten, trabajamos para resolver el tema de las inundaciones. Ahí son importantes los datos que obtienen los estudiantes. No es lo mismo medir esa variable en otro barrio que no tiene ese problema”.
Eunice Rebolledo (61) es la directora de ese secundario desde 2016. Si bien el colegio cumplió este año su 30° aniversario en el nivel inicial y primario, el ciclo de especialización es relativamente nuevo.
A ese colegio asisten estudiantes del barrio y de otros de la Capital. También hay muchos migrantes provenientes de Bolivia, de Perú, de Ecuador y de Haití, entre otros. Las familias hacen un “esfuerzo enorme” para que sus hijos e hijas tengan una buena educación. “Los actos suelen ser muy emotivos porque se trata de las primeras generaciones que terminan la secundaria”, desliza Rebolledo.
El Haroldo Andenmatten es un colegio chico. Alberga una matrícula de poco más de 190 alumnos en todos sus niveles, con divisiones únicas. Su especialización en secundaria es en Ciencias Naturales, Salud y Ambiente.
“El encuentro con el profe Marcelo fue muy especial. En 2017 nosotros trabajamos un proyecto transversal en la escuela que se llamó ´Somos río, somos Suquía’. Ahí abordamos de forma interdisciplinaria entre todas las materias y de eso surgió una feria de Ciencias que fue muy significativa”, explica la directora. Y continúa: “Marcelo se acercó a la feria y se sorprendió con todo el abordaje ambiental y social que habíamos realizado. Y desde ahí, más el contacto del centro vecinal, empezó nuestro lazo. Nos sumamos a Matteo, se instaló la estación meteorológica en la escuela y empezamos a trabajar de forma colectiva”.
Ese encuentro entre la comunidad escolar y la UNC ayudó a despertar vocaciones científicas de muchos estudiantes del Haroldo Andenmatten que hoy cursan distintas carreras en la Facultad de Exactas, Físicas y Naturales.
“La idea es despertar vocaciones y poder ver el valor que tiene el conocimiento científico en la sociedad. Por ahí nosotros no vemos el detrás de escena de los investigadores en los laboratorios. Con esta iniciativa de García Rodríguez y su equipo se visibiliza. Y que se sumen nuestros estudiantes es valioso”, reflexiona Rebolledo.
En ese colegio, los estudiantes ponderan la iniciativa de ciencia ciudadana que se ejecuta en el colegio de forma colectiva con la UNC. Realzan el rol de Marcelo como profesor y la vocación que tiene para transmitir sus conocimientos.
En una oportunidad, recuerdan que una siesta muy calurosa “el profe” llegó con su equipo a la escuela y juntos recorrieron un sector del barrio que siempre sufre las inundaciones. Ahí explicaba las medidas que se habían tomado para contener. “Ese recuerdo lo tengo muy transpirado a Marcelo, pero con esa fuerza, esas ganas de transmitir su conocimiento y usar palabras entendibles para explicar cosas que estábamos observando. Eso lo pinta como persona”, dice la directora. Y suma: “Nos muestra que podemos ser parte de un conocimiento que haga bien a la sociedad, un conocimiento que ayude, que contribuya a la solución de problemas. Él justamente muestra eso en sus talleres y clases”.
Qué dicen sus alumnos y colegas
En todos estos años, Marcelo formó a decenas de profesionales. José, Clara, Agustina y Georgina son solo algunos de los nombres de una lista variada. Todos valoran su compromiso y su forma de ayudarlos a crecer en un ambiente de aprendizaje inclusivo y desafiante.
“Es mi gran maestro. Me formó en todo mi camino y me sigue guiando en otros ámbitos. Siempre tiene algo nuevo para enseñar”, dice José Díaz Lozada (34), ingeniero y coordinador de Matteo. Y concluye: “Promueve una enseñanza adaptable a diferentes niveles y fomenta aprendizaje colaborativo en comunidades”.
En relación con este punto, el “profe destacado” cierra: “Aprendo mucho de mis estudiantes en territorio. Hay muchas formas de acercar los conocimientos. Es un proceso de cocreación. En los próximos años, me gustaría ser parte de un proceso de reestructuración del sistema educativo en todos los niveles y formar la nueva escuela o la nueva forma de enseñar para todos”.
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