–¿Te considerás una especie de madre de varias generaciones de periodistas y comunicadores en Córdoba?
–Nunca me propuse ser eso, pero se han generado vínculos que permanentemente aparecen y vuelven una y otra vez, en los cuales me doy cuenta de que algo quedó de todo eso, basado no solamente en una identificación ideológica en muchos casos, sino básicamente en el afecto de las relaciones.
–De relaciones que fuiste construyendo más allá de lo académico.
–Se construyeron más allá de lo académico, porque de alguna manera se fueron dando situaciones que posibilitaron eso. Es que estoy desde el comienzo mismo de la Escuela de Ciencias de la Información. La dictadura nos arrinconó de alguna manera como una forma de resistencia. Cuando volvió la democracia, era la posibilidad de compartir y qué mejor que compartir con la gente joven que era tu alumna en la facultad.
–Estamos hablando de medio siglo, has visto muchas transformaciones en la comunicación y en la educación. ¿Cómo las describirías?
–Básicamente, en la relación docente-alumno. La influencia de la tecnología va cambiando y va transformando. Pero además no era lo mismo tener 40 alumnos, como teníamos en la época de la dictadura y en los primeros años de la democracia, sino después llegar a cátedras con 800 o 1.000 personas. Entonces, ¿cómo llegabas particularmente a cada uno? Porque ese es el sentido. Ese es el sentido de la educación. Desarrollar las posibilidades que tiene cada uno. Gracias a que estuve acompañada por gente de la cátedra, como mi compañero Jesús Navarro, que pensábamos que nuestro lugar para mejorar el mundo era la educación. Y sigo pensando y sigo insistiendo. Si la gente tuviera desarrollado el sentido crítico, no hubiera votado a Trump o a otros personajes.
–¿Y cómo ves hoy la educación en la Argentina?
–Me parece que hay que hacer una readaptación a los nuevos tiempos que estamos viviendo. Creo que el avance de la tecnología, el uso de la tecnología por los niños y adolescentes va cambiando radicalmente la relación que tiene el docente con ellos. Yo no abjuro de la tecnología ni mucho menos. Pienso que debemos ponernos firmes en el sentido, pero analizar y ver cómo podemos aprovecharla. Que no sea la tecnología la que nos venza, el enemigo. Es totalmente equivocado eso. Tratar de entenderla y ver cómo se van produciendo cambios políticos muy importantes.
–¿Y vos cómo te llevas con la tecnología?
–Me llevo. Uso el celular, uso la computadora, pero para mí la relación es la presencia, la piel.
–¿Y el impacto que ha tenido en las comunicaciones?
–En la facultad, hemos asistido a los cambios tecnológicos que cambiaron el periodismo. Empezamos allá en 1972 con un periodismo que se fue transformando y hemos llegado a cuestiones muy importantes como la aparición de Página 12. Los cambios que se fueron produciendo en los periodistas, en esto que llamábamos el nuevo periodismo, pero que se visualizó muy bien aquí en La Voz del Interior. Nosotros en la cátedra usábamos los textos porque nos parecían importantísimos. Creo que en la actualidad ese periodismo de investigación que endiosamos en los 90 está desapareciendo. Además, no hay un consumo de medios como en determinados momentos hubo.
–O sea, no hay demanda de ese periodismo, pero tampoco hay oferta.
–Así es. La cultura fue por otros lados. Fue hacia la inmediatez que proporcionan las redes sociales.
–Me pregunto si el sistema educativo, las facultades y escuelas de comunicación fueron de la mano acompañando esa formación la profesionales a esos nuevos desafíos.
–Este es el problema. ¿Hasta qué punto hay, desde las instituciones educativas que planifican, un trabajo sobre la introducción de la tecnología en la educación? No es sólo que la lectura sea fundamental, pero hay una relación entre uno y el texto que no sé si se da en las redes sociales. Entonces yo me pregunto, ¿hasta qué punto alguien tiene acceso a un libro?
–¿Cómo ves la sociedad argentina hoy?
–La veo desmembrada, desordenada. Me parece que no tenemos claro qué queremos. La gente de mi edad piensa que no cuidamos la democracia que tanto luchamos por tener y se nos ha ido de las manos. La gente joven tiene expectativas fundamentalmente cómodas. Hay gente joven que no. Nuestros abuelos vinieron y se quedaron, ahora se van los chicos en busca de otras oportunidades, pero no para quedarse, sino para ir, volver. Estamos viviendo cada vez una mayor separación entre los que tienen y los que no tienen nada. Cada vez hay más gente que duerme en la calle, cada vez hay chicos que no almuerzan o que no cenan, cada vez hay menos chicos que van a la escuela.
–Esas asimetrías sociales te complican plantear todos estos temas de la incorporación de tecnología, el desarrollo de los sistemas educativos. La urgencia es comer.
–A mí me aterra cuando veo que los chicos piden poder ir a la escuela sin morirse. Los chicos piden poder ir a la escuela sin que los maten para robarle el celular.
–Y, además, una sociedad crispada, dividida, enfrentada.
–Esa división la empecé a visualizar con el kirchnerismo. Si vos no adherías, no se podía dialogar. Y ahora me parece que vuelve a suceder de manera muy fuerte. Es como que me parece que no se termina. ¿Por qué no podemos hablar? Es como que aquello de la vuelta a la democracia desapareció para siempre.
–Aquellos consensos de los ′80 suenan imposibles.
–Me pregunto, y me lo pregunto muy seriamente, ¿existen verdaderamente ideologías? O nuestros políticos se van acomodando a las circunstancias, tratando de hacer lo que creen mejor posible. Hay una flexibilidad en cuanto a seducir al electorado más allá de pensamientos, de estructuras de pensamientos. Un presidente que no respeta la institucionalidad del país. Entonces, ¿cómo podemos pedir a los jóvenes que tengan interés por la política que se preocupen?
–¿Cómo es tu vida?
–Mi vida cambió radicalmente a partir de que se fue mi marido (César Reynoso). Voy construyendo el día a día permanentemente. Entonces, no solamente lo rutinario de la supervivencia. Tengo un grupo de lectura de gente grande en Nueva Córdoba, escribo por el portal de la facultad, camino, veo amigos y sigo viviendo.
–¿Hay una nueva ancianidad?
–Sí. Pero me sorprendo a mí misma dándome cuenta de que ya tengo 80 años y que no guardo relación con la imagen que tengo de mis antepasados o de muchos amigos. Tengo autonomía para manejarme y tengo autonomía mental. Poder decidir, poder decir las cosas.
–¿Cuál crees que ha sido la importancia de los movimientos feministas en la estructura actual de la sociedad?
–No soy feminista totalmente. Tal vez porque mi experiencia de vida no está vinculada a un patriarcalismo opresor. Me doy cuenta de que soy una privilegiada. Pero reconozco que ha habido conductas, sigue habiendo conductas, en las cuales se ha avanzado y se sigue avanzando sobre lo mismo. Entonces, esa igualdad de los géneros que se pregona no siempre es por caminos adecuados. Lo digo concretamente en relación con los famosos cupos. Que las mujeres ocupen lugares por su capacidad es innegable. Me parece que un diálogo, un encuentro es lo que mejor puede suceder.
Perfil
María Paulinelli nació en Deán Funes y es la primera profesora emérita de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba. Ejerció la docencia durante más de 40 años. Fue directora dos veces de la entonces Escuela de Ciencias de la Información. Se desempeñó en las áreas de Literatura Argentina, Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación. Escribe ensayos y artículos de crítica literaria. Ha publicado Relato y Memoria además de capítulos de libros y artículos sobre Comunicación y Cultura. Ha compilado varios textos sobre cine argentino.