Una reciente investigación del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Universidad de Buenos Aires (UBA) arrojó luz sobre dos aspectos fundamentales de la vida de los argentinos: la calidad del sueño y la satisfacción sexual.
Los resultados, basados en una encuesta a 4.822 personas en diversas ciudades del país, pintan un panorama preocupante en relación al descanso nocturno y revelan una ambigüedad significativa en cuanto a la vida íntima. ¿Están los problemas económicos y familiares robándonos el sueño y la felicidad?
El sueño pendiente: una problemática en ascenso
Las cifras no dejan lugar a dudas: el 60,46 por ciento de los argentinos manifiesta tener dificultades para dormir bien por la noche. Estos inconvenientes pueden presentarse de forma frecuente u ocasional, pero la consecuencia es la misma: un sueño que no logra ser reparador. En contraposición, solo una minoría, el 20,32 por ciento, asegura no experimentar problemas para conciliar el sueño o mantenerlo durante la noche, publica Clarín.

Esta situación representa un empeoramiento progresivo desde el inicio de la pandemia de Covid-19. Los estudios previos realizados por la misma encuesta evidencian este deterioro constante: de un 41,13 por ciento de afectados en marzo de 2020, se pasó a un 48,60 por ciento en mayo, un 51,78 por ciento en octubre y un 57,55 por ciento en 2021. Para el año 2022, el promedio ya había alcanzado el 60 por ciento, un umbral que ahora ha sido superado.
Cristian Garay, coautor del estudio, explica que las mediciones consideraron tanto la cantidad como la calidad del sueño. Si bien se ha detectado una disminución en las horas de descanso, influenciada por factores como el uso de pantallas y la tecnología, el aspecto que más incide en la salud mental estaría más relacionado con la calidad del sueño, cuyo deterioro sería menos pronunciado. No obstante, la elevada proporción de personas con dificultades para dormir sigue siendo motivo de alerta.
Sexo: entre la insatisfacción y la indiferencia
La encuesta también exploró la satisfacción con la vida sexual de los participantes, revelando datos “llamativos”. Más del 25 por ciento de los encuestados se declaró algo o muy insatisfecho con este aspecto de su vida. Un significativo 44,69 por ciento optó por una respuesta neutra: ni satisfecho ni insatisfecho. Solo cerca del 30 por ciento expresó sentirse entre algo y muy satisfecho.
La respuesta mayoritaria de “ni satisfecho ni insatisfecho” suscita interrogantes. Garay sugiere que una posible hipótesis es que para estas personas, el sexo podría no ser un aspecto de gran importancia en sus vidas, lo que explicaría esta postura de ambigüedad.

Crisis familiares y económicas
Estos déficits en el sueño y la satisfacción sexual no son aleatorios, sino que se encuentran estrechamente vinculados a problemas concretos que afectan a la población argentina. El estudio revela que las crisis familiares (45,09%) y económicas (45%) se sitúan en la cima del ranking de los factores que impiden a las personas disfrutar de momentos de bienestar durante el descanso o en la intimidad. La incertidumbre económica y los conflictos familiares generan estrés y ansiedad, impactando negativamente en la calidad del sueño y en la vida sexual.
Un respiro en la salud mental, pero con advertencias
Una noticia positiva que emerge de esta edición de la encuesta es la disminución en el porcentaje de argentinos con riesgo de padecer un trastorno mental, que actualmente se sitúa en el 8,7 por ciento. Este índice ha mostrado una tendencia a la baja desde 2023. Es importante recordar que durante el punto álgido de la pandemia en 2020, este porcentaje llegó a alcanzar un máximo de 12,51 por ciento.

Los expertos señalan como “llamativo” este descenso en el riesgo de trastorno mental en un contexto donde los problemas de sueño son cada vez más prevalentes. Garay explica que, si bien la cantidad de horas de sueño ha disminuido, el deterioro en la calidad del sueño podría ser menos pronunciado, lo que podría explicar esta aparente contradicción.
Sin embargo, el informe advierte que la muestra aún presenta considerables niveles de riesgo de padecer un trastorno mental. Este riesgo, así como la presencia de sintomatología depresiva y ansiosa, es significativamente mayor en los participantes más jóvenes y en aquellos que se autoperciben de sectores socioeconómicos bajos. Estos hallazgos subrayan la urgencia de implementar políticas activas de salud mental que promuevan hábitos saludables, faciliten el acceso a tratamientos psicológicos y desalienten conductas problemáticas.