–¿Se puede ser feliz siendo fiscal federal?
–Sí. Hacer un trabajo que te gusta es una suerte. Y si encima tenés recursos para trabajar, un buen ambiente laboral, buen sueldo y sentís que hacés algo fructífero, sos un afortunado. Obvio que también tiene sus sinsabores, pero son los menos.
–¿Este era un lugar soñado o la carrera te fue trayendo hasta acá?
–Cuando empecé la facultad, tenía otros planes. Después en mi etapa de pinche en el juzgado de instrucción, ya empecé a aspirar a ser fiscal.
–Has ascendido toda la escalera judicial. ¿Dónde te gustaría terminarla?
–Empecé de ordenanza. Me gustaría llegar a juez de la Cámara Federal de Casación Penal, pero es muy difícil, creo que ya llegué al techo de mi carrera.
–Empecé a leer tu CV para esta entrevista, pero es eterno. Si hubiera querido terminarlo, todavía lo estaría leyendo. ¿Has tenido tiempo en tu vida para algo más que conferencias, artículos, clases y libros jurídicos?
–No soy una rata de biblioteca. Hay vida más allá de tribunales y de la facultad.
–¿Qué hacés cuando no tenés puesto el traje de fiscal?
–Uso ropa cómoda.
–¿Cómo manejás el estrés en el trabajo?
–No lo manejo.
–¿Qué talentos son esenciales para ser un buen fiscal?
–Si te contesto, voy a caer en lugares comunes.
-¿Quiénes no podrían nunca ser buenos fiscales?
–Los que guían sus acciones laborales por ego o evitando tener problemas.
–¿Cuánto afecta tu trabajo la opinión pública o la opinión de tu círculo de conocidos?
–El trabajo del fiscal es perseguir el delito, así que generalmente la opinión pública no te juega en contra. Y si me toca elegir entre hacer lo correcto y conformar a la opinión pública o mediática, bueno, me protege pensar que es mejor la buena conciencia. Mi círculo cercano me critica seguido, así que ya me acostumbré.
–¿Cómo fue haber tenido que hacer tu carrera con un padre famoso?
–Una inspiración, por la ascendencia de su figura y porque elegí estudiar abogacía pensando en que tendría salida laboral en su estudio jurídico. Más que una ayuda, gracias a él entré a Tribunales y me ayudó económicamente en algunos estudios de posgrado. A veces pudo haber sido un obstáculo porque es provocador y confrontativo, y hay gente que le tiene bronca. Encima, él disfruta eso.
–Nunca trabajaste en su estudio de abogado. ¿Por qué?
–Primero, la vida me llevó por otros caminos. Después, me gustó más la carrera judicial. Y mejor que no trabajé con él porque probablemente nos hubiésemos peleado.
–¿En qué te parecés a él?
–En la calvicie.
–Si no fueras fiscal ni abogado, ¿qué estarías haciendo?
–No tengo tanta imaginación.
–¿Cuál fue el caso más desafiante que has llevado?
–El enjuiciamiento a Videla y a Menéndez. Fueron los primeros juicios en Córdoba por crímenes de la dictadura, estaba acusando a un expresidente, había intentado apartarme porque mi padre estuvo preso en la dictadura, las heridas del pasado tornaban tenso el clima, había mucha repercusión mediática y actuaba medio en solitario porque no tenía buena sintonía con los organismos de derechos humanos y los querellantes.
–Se cumplen 20 años de tu participación en la identificación del famoso violador serial. ¿Cuál fue el principal error y el principal logro que tuvo aquella investigación?
–El equipo de tres fiscales que integré fue designado como consecuencia de muchos errores previos. Desde que nos hicimos cargo, obviamente el principal logro fue descubrir quién era el violador serial, y en relativamente poco tiempo. El principal error, visto con el diario del lunes, fue no haberles hecho caso a los comisarios Vargas y Sosa, que nos pidieron la detención de Sagen el día que lo interceptaron, filmaron y le sacaron la imagen famosa que circula de él. A pesar de que la orden era que lo mantuvieran bajo vigilancia, logró escabullirse y no lo encontramos en el allanamiento, pero ahí conseguimos las pruebas determinantes. Fue todo muy rápido. Nosotros dudamos en detenerlo porque su cara era muy distinta a la del identikit y a la descripción de las víctimas. Si lo deteníamos y no era él, hubiese sido un gran papelón. Pero pocas horas después, el resultado de ADN positivo confirmó que era el violador serial y que los policías tenían razón. Después vino la persecución y el suicidio, cercado por la Policía. Me quedó muy grabado cuando lo vi en el hospital de Urgencias con muerte cerebral, conectado al respirador; y después el cadáver en la morgue, el día de la autopsia. He pensado muchas veces qué fue mejor, que lo detuviéramos, que fuera preso y algún día saliera en libertad, o lo que pasó.
–¿Qué imagen tenés del nepotismo y de los ingresos sin concurso en la Justicia?
–Los concursos son el mejor antídoto contra el nepotismo. En tribunales provinciales, los ingresos y los ascensos son por concurso desde hace casi 30 años. En la Justicia federal hace unos años los ingresos a fiscalías y a defensorías son por concurso, pero falta avanzar mucho: en los tribunales, siguen ingresando sin concurso.
–¿Qué cambios se podrían hacer para mejorar el funcionamiento del Ministerio Público?
–La implementación del sistema acusatorio federal.
–¿El principal problema argentino es económico, institucional o moral?
–En partes iguales.
–¿Fiscales y jueces deberían ser elegidos en elecciones abiertas?
–No. Significaría meter más política en los tribunales. Iría en contra de la designación por idoneidad. Liquidaría la independencia de poderes, determinaría a quienes deben aplicar la ley imparcialmente y controlar a los demás poderes, aun en contra de la opinión pública, para que guíen sus acciones por intereses electorales, mediáticos, etcétera. La elección agravaría profundamente problemas que ya existen.
–¿Por qué cuesta tanto que los fiscales actúen de oficio?
–No lo sé.
–¿Se puede ser buen fiscal si se tiene miedo al poder político?
–Obvio que no. Tampoco los que, sin tenerle miedo, le coquetean al poder; y no sólo político.
–¿Cómo ves la existencia de un fuero anticorrupción en la provincia de Córdoba?
–Una buena idea que no funcionó.
–A diferencia de la mayoría de los magistrados, disfrutás del uso de las redes sociales.
–Sólo de X, ex-Twitter.
–¿Cómo te llevás con la tecnología?
–Muy bien, salvo con las impresoras.
–¿Usarías chatbots que instruyan causas, armen alegatos y propongan penas?
–Sí, como apoyo. No como reemplazo del ser humano.
–Sos de explicar a los medios tus intervenciones y decisiones. ¿Por qué lo hacés?
–Me gusta y me parece bueno hacerlo.
–¿No te molesta el requerimiento periodístico?
–Sólo los fines de semana.
–Hay jueces que siguen diciendo que ellos hablan por sus sentencias. ¿Alguien les avisa que nadie las lee?
–Ja ja.
–Desde hace décadas, las encuestas dicen que el Poder Judicial está entre los protagonistas menos confiables de la Argentina. ¿A qué lo atribuís?
–Es una suma de factores. Procedimientos burocráticos, lentitud, corrupción, ineficacia para investigar al poder. Hay una paradoja digna de estudio. La mayor parte de las personas que lo componen son muy buenas en todo sentido y, sin embargo, es la institución más desprestigiada.
–¿Cuáles acciones se podrían emprender para modificar eso?
–Modernizar los sistemas procesales para que los procesos sean más rápidos, trabajar más, mejorar los recursos existentes en aquellos lugares de la Justicia donde son insuficientes, mejorar y ampliar los sistemas de concursos y, sobre todo, de control de gestión. Juicio por jurados. Un control real y efectivo de la productividad y gestión de cada integrante del Poder Judicial. Ser trabajador o vago no suele tener consecuencias laborales distintas en la realidad.
–¿Le sirve a la sociedad tener a una persona encarcelada durante décadas?
–Si es un delincuente reincidente y violento contra las personas, sí.
–El actual modelo carcelario ¿a quién beneficia?
–A nadie. No tenemos cárcel federal en Córdoba. Los presos federales son alojados en las cárceles provinciales colapsadas. La UCA y Bouwer tienen un nivel de hacinamiento que conspira contra cualquier objetivo de seguridad, control y resocialización. En celdas que se hicieron individuales con un inodoro adentro, hoy puede haber cinco presos, hasta en el piso duermen. ¿A quién le sirve eso? No sólo el preso sufre las consecuencias, sino también el personal penitenciario. Ni hablar de la falta de trabajo carcelario, las falencias en la atención médica, etcétera. Es muy difícil la situación.
–¿Ves clasismo en el trabajo de algunos colegas?
–Veo pero mucho menos que antes. En la época en que entré, por ejemplo, al imputado le decían “el morocho”.
–¿Qué cosas te provocan satisfacción en tu trabajo como fiscal?
–Las pocas veces que lográs cambiar, para mejor, la realidad de algún ámbito o persona.
–¿Cómo ves la posibilidad de que nuevos miembros de la Corte Suprema sean nombrados por decreto?
–Está previsto en la Constitución en ciertas condiciones, pero personalmente no me parece saludable para la República.
–Tenés una cantidad inmensa de libros jurídicos publicados. ¿Cuáles son las cuestiones jurídicas que más te apasionan?
–Los temas prácticos de derecho procesal, sobre todo los que tienen que ver con la prueba y los procedimientos policiales. Me aburren las discusiones teóricas sin aplicación práctica.
–¿Con cuáles criterios judiciales actuales estás en desacuerdo?
–Con apurarse a detener a policías o víctimas de delitos que pueden haber actuado en legítima defensa o con otra causa de justificación, o con bajar la exigencia probatoria y debilitar el principio de inocencia según el tipo de delito.
–¿Qué aprendiste en la pandemia?
–La importancia del miedo como instrumento de dominación de masas.
–¿Cuál es el sentido de la vida?
–No sé. Tal vez por todo lo que he visto en mi trabajo, no tengo confianza ni esperanza en la condición humana.
–¿Cómo te llevás con la religión?
–Soy creyente por una cuestión de fe que no puedo ni intento explicar racionalmente. No soy practicante.
–¿A qué te gustaría ser sentenciado?
–A pagar una multa desactualizada, en australes si es posible. Aunque no lo creas, todavía existen.
Fiscal, profesor, papá de cuatro e hijo de Carlos
Maximiliano Hairabedian es fiscal federal, tiene 56 años, está casado y tiene cuatro hijos. Su papá es el conocido exjuez y penalista cordobés Carlos Hairabedian. Maximiliano tiene un CV eterno, con una enorme cantidad de libros publicados y colaboraciones en libros, siempre sobre temas jurídicos. Además de fiscal es profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba. Si tuviera que recomendarles un libro y una película a sus colegas del Poder Judicial serían V13, la crónica de la matanza ocurrida en París en 2015, del escritor francés Emmanuel Carrère, y la película argentina El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella.