El lunes 6 de enero de 2022 nacieron en el hospital Neonatal de la ciudad de Córdoba –dependiente de la Provincia– cuatro bebas sanas, con más de tres kilos de peso, hijas de mamás controladas. Al cerrar el día, dos habían fallecido y las otras dos estaban debatiéndose entre la vida y la muerte.
Ese día fue literalmente un caos. “El hospital se prendía fuego”, reconoció Angelina Galetto, una de las neonatólogas que declaró esta semana en el juicio que se ventila en Tribunales 2 de la Capital provincial. Ese día, en esa guardia, los expertos que firmaron la pericia inter y multidisciplinaria dejaron certezas de que hubo dos homicidios y dos casos que califican como tentativas: por potasio o por insulina, hubo “algo exógeno” en las descompensaciones súbitas y en las muertes.
Galetto formaba parte de lo que se llamaba guardia “lunes”, que trabajan 24 horas. En el Neonatal, funcionaban cinco equipos de ocho profesionales, en su mayoría mujeres, uno para cada día hábil de la semana. Los fines de semana, iban rotando. Lo que les tocó a vivir a ese equipo de profesionales fue desgarrador, porque bebas que estaban bien se descompensaban súbitamente. Pero lo relevante es que en el último caso, el de Pilar, dos médicas advirtieron lo que se llama “puerta de entrada”. Vieron un pinchazo que para ellas no tenía explicación de ser, le sacaron una foto y ampliaron: todo indicaba que había sido provocado por una aguja. Una se dio cuenta que por ahí había entrado potasio y tomó las medidas urgentes para revertirlo. Por eso es que Pilar, el caso número 13, se salvó.
Después de esta guardia se puso punto final a esta saga de terror. Y dos médicas de este equipo fueron las que caminaron unos metros hasta la Unidad Judicial 18 para presentar la denuncia judicial, con la firma sospecha de que Angeline y Melody no habían muerto por causas naturales.
Melody Molina es la primera beba que nació ese lunes, a las 4.25 de la madrugada. Su mamá Brisa tenía 17 años y, con la abuela, estaban desde temprano el domingo en el Neonatal. Hacía mucho frío y habían pasado buena parte del trabajo de parto en el frío patio del hospital. A las 4.58 nació otra beba, también llamada Melody. Su mamá Ludmila también tenía 17 y se habían visto con Brisa en el patio y en la sala de preparto, en medio de contracciones dolorosísimas. Ambas pasarán a compartir habitación, la 108. Hablaban de dar la teta, del parto y de cosas propias de adolescentes. Horas más tarde, una se iría vacía, sin su beba, y la otra, con secuelas en la niña que todavía hoy se advierten.
A las 10.44 de la mañana nació Angeline Rojas. El papá, Jaime, ingresa a la sala de parto justo para el momento del alumbramiento. La ven perfecta, pero no se anima a sacarle una foto. “Después”, pensó. Pero no hubo tiempo, porque a las dos horas a la niña se le empezarán a apagar los latidos y tendrá dificultades para respirar. No llegaron siquiera a la habitación común.
La cuarta beba, Pilar, nació a las 13.10. Su mamá María contó en el juicio que a la tarde le cambió la ropa por completo, para conocerla e higienizarla de nuevo: ahí vio dos puntitos de sangre seca en la espalda, que dejaron huella en la ropa del tamaño de la parte de arriba de una lapicera. Pero en ese entonces no se alarmó.
La enfermera Brenda Agüero, a quien se le atribuyen los hechos, trabajaba de 6 a 14. Atendió a las cuatro mamás cuando fueron ingresadas a la sala de recuperación. Brisa estuvo ahí hasta las 7 de la mañana; Ludmila, un rato más. Yoselín entró cerca de las 11 y María un poco después de las 13. Las cuatro declararon que recuerdan la presencia de Brenda y aseguran que la enfermera se las ingenió en todos los casos para, en algún momento, alzar a sus bebés.
Lo que pasó ese día
La que primera se descompensó fue Angeline, pasado el mediodía. Fue Brenda la que advirtió a las médicas que la beba estaba pálida, con apnea.
A las 11.30, la jefa de guardia, Valeria Quiroga, recibió el llamado de urgencia por esta descompensación, pero la beba no respondía a las maniobras de emergencia. Quedó intubada hasta que oficialmente falleció, a las 16.05.
Pero lo grave llegaría a la noche. Había sido tan anormal lo sucedido con Angeline que durante la tarde todo el personal estaba en extrema tensión. Un enfermero pidió la valoración de las dos bebas Melody, que compartían la habitación 108 y que habían estado unas horas en incubadora, de rutina. Les abrió las ventanas, porque hacía mucho calor. Todo iba aparentemente normal.
Pasadas las 21, Brisa cena lo que le habían dejado, su beba se duerme en los brazos, pero estaba apagadita. La madre subió una foto a sus redes. Inquieta, le contó a su compañera de habitación, Ludmila, que su beba no se despertaba. Pegaron un grito y llamaron a la enfermera. Brisa gritó por los pasillos. María estaba en la habitación del frente, preocupada porque su beba había dejado de succionar la teta. Escuchó los gritos.
Parte del equipo de neonatólogas estaba cenando. “Vengan, vengan”, las llamaron a los gritos. Iban a auxiliar a Melody, que ya tenía apenas un hilo de vida.
Una médica (que no declaró hasta ahora) pasó a revisar uno por uno los bebés sanos que estaban en el piso. Una intuición hizo que se llevara a la hija de María.
“Hasta ese momento, no sospechábamos del potasio. Cuando terminamos de estabilizar a la beba de Molina, llenarla de suero y caños para ver si podíamos recuperar latidos, porque era muy difícil, en esa situación de nervios y de mucho estrés se descompensa la beba Pilar Martín”, cuenta una de las neonatólogas del equipo.
Le empiezan a hacer masajes, tenía alteraciones en la frecuencia cardíaca. La jefa de guardia da la orden de intubar a Pilar, pero pide que no la reanimen vestida. “Cuando le sacamos la ropa, le encontramos esa mancha, una lesión debajo de la axila, un angioma violáceo inexplicable, en el que se veía la puerta de entrada”, cuenta a este diario una de las que participó del procedimiento. Era tan raro lo que veían, que le preguntaron a la mamá si había pasado algo, alguna ropa ajustada, un golpe. “No la estábamos culpando; sólo no entendíamos qué pasaba”, agrega la médica. Hasta el momento, sí habían detectado pinchazos raros, pero no manchas violáceas.
“En el centro de toda esa mancha roja-violeta, vimos la puerta de entrada; es decir, un pinchazo. Le sacamos una foto y, al hacer después zoom, nos dimos cuenta de que era un pinchazo, porque la piel se ve distinta”, dice. Fue cuando cayeron en la cuenta: lo que pasaba debía ser obra de alguien.
Esa “puerta de entrada” las iluminó. “Empezamos a trabajar sobre una consecuencia y no sobre una causa”, dice otra neonatóloga. Y pensaron en el potasio.
![María Fernanda Martín, la mamá de P., quien declara este miércoles en la última ronda de testimonios de madres del Neonatal. (Pedro Castillo / La Voz)](https://www.lavoz.com.ar/resizer/v2/IFWX5LE4MVD75H2JSFTF2HXNQA.jpg?auth=f50b20e80af92d0accbae6654e018a019c561346c5b7517f8114ccadf85457b2&width=1300&height=867)
Efectivamente, a Pilar le hicieron el gas para determinar el potasio y le encontraron un valor de siete. Normal es hasta 5,5/6, y por encima de 7 hay que corregirlo. “El potasio es raro, porque a veces pasa que cuando se activa la cascada inflamatoria en la muerte celular, el potasio se libera y en los bebés moribundos da alto”, dice. Le volvieron a hacer la prueba y dio 9, la hicieron de nuevo y arrojó 11. “Tenía frecuencia cardíaca de 150, 210, 60 y se paraba, hacía mucha bradicardia, pero cuando se le hace corrección de potasio, eso se revierte”, cuenta otra.
Mientras estaban en la fatídica tarea de salvar la vida de esta beba, llegó descompensada Melody, la beba de Ludmila. No le podían levantar la glucemia. Gritaron: “Hacéle potasio, hacéle potasio, repetíle”. A esa beba, hipoglucémica, el potasio le daba 5,5. Lo repitieron y daba igual. Por eso es que la sospecha es que a Melody le inyectaron insulina. De hecho, el registro arrojó una locura: 1.000 pmol/l cuando lo normal en un recién nacido está entre 6 y24.
A las 5.10 de la madrugada, ya del martes, la beba de Brisa falleció. Tenía apenas 18 horas de vida. Angeline, sin vida, todavía estaba en la incubadora.
“Fue un día realmente horrible, espantoso. Muchas corridas; nos acompañamos entre todos, pero no podíamos dar explicación a lo que pasaba”, declaró Quiroga en la audiencia en la que se juzga qué pasó. Esta médica fue la que caminó hasta la Unidad Judicial 18, a metros del Neonatal.
En la mañana del martes, ya con el fallecimiento de Melody a cuestas, las doctoras Marcela Quaglia y Delia Charras, coordinadoras de terapia, fueron por la mañana a la misma unidad judicial, pero les dijeron que el procedimiento no era así, que tenían que dar aviso al policía asignado al hospital y volver. Así, volvió Charras con un oficial de policía, el sargento primero Jonathan González, e hicieron la denuncia. Ambas recayeron en la fiscalía de Jorgelina Gutiez.
Sin saberlo, esta guardia del lunes cerraría la serie. Después de 13 casos, ocho sobrevivientes y cinco fallecidos, hubo un punto final. Los cuatro casos en un día detonaron el hospital. Arribó una intervención directa del Ministerio de Salud el martes 7 y se decidió la dispensa de 23 profesionales, que con los días se fueron reincorporando. Todos, menos una: Brenda Agüero.