Las jesuíticas no son las únicas ruinas arqueológicas de la ciudad de Córdoba. Hay muchas más, recientes, que recorremos sin saber qué son ni cuál es su historia. Una esquina demolida puede hablar, también, de parte de nuestra memoria, aunque no haya sido escrita todavía.
Para recuperar una parte de esa memoria, se realizó el fin de semana pasado el bus tour “Noches maravillosas. un paseo por la cultura LGBTTTIQ+ y el arte drag”, en el marco del mes del orgullo. El recorrido se repetirá el sábado 30 de noviembre, pero ya no quedan lugares para anotarse. Igual, quienes organizan no descartan que el paseo se reactive más adelante.
Las coordenadas y la invitación eran claras: recorrer a bordo de un colectivo algunos de los pubs, discos y bares emblemáticos de las disidencias, desde 1970 hasta hoy.
La propuesta surgió del proyecto Escenas transformistas, creado por las antropólogas Ana Laura Reches Peressotti, María Lucía Tamagnini y María Daniela Brollo, junto con artistas, activistas y, en esta ocasión, el antropólogo Gustavo Blázquez. Busca construir una cartografía colaborativa para recuperar registros orales y archivos de las escenas artísticas transformistas de Córdoba.
Este paseo fue también organizado por Tamse; la Dirección de Género y Diversidades; la Subsecretaría de Derechos Humanos, Mujeres Géneros y Diversidades; la Secretaría de Políticas Sociales y Desarrollo Humano, la Secretaría de Comunicación y Cultura de la Municipalidad de Córdoba. Acompaña Zen Disco.
A bordo
Primero, había que anotarse en alguno de los dos horarios disponibles y llegar puntual a la cita, en plaza Vélez Sársfield. Allí, un colectivo de Tamse esperaba a quienes iban a hacer el recorrido, mientras en un grupo de WhatsApp se recibía un punteo de los puntos por recorrer en Google maps.
A las 19, unas 40 personas subimos al colectivo que, por fuera, se veía como una unidad más de la Tamse; y por dentro, era una cápsula decorada con banderines de la diversidad, globos multicolores y parlantes listos para emitir temas de Madonna, Whitney Houston o Gloria Gaynor. Un Delorean bañado en glitter, impulsado por combustible de arcoiris.
Nuestras anfitrionas eran las artistas drag Betty La Cueva y Lola Menta, que a lo largo de dos horas funcionaron como una dupla perfecta: la rigurosidad historiográfica de Lola (profe de Historia) se complementó con los remates de humor ácido de Betty.
Arrancar
Desde la plaza Vélez Sársfield, el colectivo puso primera rumbo a barrio San Vicente. Mientras nos dirigíamos hacia allá, Lola y Betty nos introducían en cómo la historia trans de Córdoba se inserta en la historia general de una ciudad que durante años eligió esconder y perseguir a esa parte de su ciudadanía.
Del lado de afuera de la ventanilla, vemos pasar el Paseo de las Artes, los puestos de venta de algodones de azúcar, la Terminal llena de gente, la escultura del Hombre Urbano. Del lado de adentro, con tacos altísimos, maquillaje intacto y vestidos de colores estridentes, las anfitrionas le ponen cuerpo y voz a la investigación de Escenas transformistas.
Mientras nos acercamos a San Vicente, nos entregan unas fotocopias que resumen códigos de faltas y edictos policiales de la década de 1980, en los que se leen advertencias acerca de “homosexuales o viciosos sexuales”. En el camino, Fernanda Salomón, mujer trans que vivió en carne propia esas épocas, comparte datos sobre esquinas y casonas que formaron parte de su educación sentimental. “Allí estaba el boliche JFK, en los ‘90 era uno de los lugares donde nos podíamos reunir”, dice, mientras señala una casa derruida en avenida Sabattini y que ahora tiene un cartel de “Se vende”.
En San Vicente, quizá el barrio que primero albergó a las diversidades en esos tradicionales carnavales en los que, por un rato, estaba permitido “usar disfraz”, la primera parada es en una esquina que también tiene una casa con grietas y el mismo cartel.
En la parte de arriba de la casa, sobreviven un farolito y unas rejas ornamentales que hace 50 años convertían ese techo en una terraza bailable desde la que se veía toda la ciudad. Allí estaba Akies, considerado el primer boliche gay de Córdoba, creado por Marcela, la primera travesti cordobesa.
En la esquina, mientras señalan puertas y ventanas, Lola y Betty logran hacernos imaginar cómo era una noche en Akies, con la terraza decorada de lucecitas de colores, parlantes con música y una baliza que, como una batiseñal trava, indicaba que la noche había comenzado.
Ahora, hay poca gente en el barrio, algunas familias toman mate y fresco en reposeras en el jardín, mientras miran de reojo. Una de esas familias está formada por los herederos de Marcela, que viven a media cuadra y nos comparten algunas fotos históricas de esas noches. En una aparece Marcela, tomada de esas barandas, con una bikini con flecos y sonrisa desbordante de rouge.
Construir una historia desde los relatos
“La construcción de la historia de las disidencias es oral”, cuenta Lola. Los relatos de la misma Fernanda sobre cómo lograban superar razias y detenciones policiales le dan marco a la decisión del paseo de recorrer la noche: era el único espacio que les quedaba a las diversidades de entonces, impedidas de mostrarse como querían a la luz del sol y a cielo abierto.
Betty agrega más tarde: “Estas personas estaban dispuestas a pasar días en una comisaría con tal de tener unas horas para ser quienes se sentían”.
Volvemos al colectivo, el viaje sigue y el repaso no tiene ahora un orden cronológico, sino de cercanías: pasamos cerca de la “Marikasa”, próxima al Hospital de Urgencias, la casa donde las integrantes del colectivo Tarde Marika convivieron en pandemia; por la esquina de El ojo bizarro, ese templo de la diversidad y el under cordobés que funcionó entre 2000 y 2008 (feliz coincidencia: estaba en la calle Igualdad).
La próxima parada es el pasaje Comercio, cerca de la Cañada. Allí tuvo su segunda y más gloriosa etapa Piaf, quizá el más emblemático boliche gay de la década de 1980 en Córdoba, donde crecieron los espectáculos de drag queens como Antara Wells y Jenny McKenna.
Betty, Lola y Fernanda narran qué música sonaba y qué público asistía. Y este dato: cada noche, Piaf cerraba con el tema Non, je ne regrette rien (No me arrepiento de nada), de la misma Edith Piaf, que alguien pone en unos pequeños parlantes y rebota ahora en las paredes del pasaje, junto al eco de los tacos de las chicas.
El colectivo después recorre calles donde había otros bares, pubs y discotecas: Plataforma, Gloss, Dorian Gray, Subway, Beep, Club B. A los relatos de las anfitrionas se van sumando recuerdos de quienes asistieron a algunos de esos espacios y sugieren nuevos puntos para la cartografía.
Última parada
Y llegamos a la última parada con descenso, en la zona del ex Mercado de Abasto, frente a lo que fue Hangar 18, el pub en el cual se desarrolló otra vertiente de arte transformista, una sala donde entró en ebullición la escena y donde muchas personas ajenas a esos mundos pudimos conocerlos de cerca entre 1995 y 2005.
Para el cierre, reunidos frente a Hangar y con el río detrás, las organizadoras vuelven a completar la escena apelando a todos los sentidos. Suena un hit de Ana Gabriel, mientras todos cantan el estribillo: “Cuánto daría por gritarles nuestro amor…”.
En ese momento, Fernanda Salomón, quien hasta ahora había hecho el recorrido con calzas y remera sencillas, aparece con un despampanante vestido de lentejuelas. Lleva en la mano una pequeña valija.
Cuenta que nos acompañó todo el viaje con ese bolso, para evocar cómo debían caminar por la ciudad antes, ocultando esa ropa que debía esperar el momento y el lugar seguros para ser usada. Y cierra: “En estos lugares, podíamos ser quienes queríamos ser”.
Para ir
El sábado 30 de noviembre, se realizan dos turnos del bus tour “Noches maravillosas. un paseo por la cultura LGBTTTIQ+ y el arte drag”. Uno, a las 16; y el otro, a las 19. Los cupos ya están agotados. No descartan, eventualmente, armarlo nuevamente.