Una reciente encuesta realizada a 837 personas por la agencia Grow Género y Trabajo concluyó que 9 de cada 10 mujeres sufrió violencia simbólica, mientras que la cifra bajó a 5 de cada 10 cuando se trató de varones.
El dato corresponde a la violencia simbólica experimentada en distintos ámbitos de la vida de las personas, pero en el informe las investigadoras luego hacen foco en el ámbito universitario y laboral. Para ello encuestaron a 638 mujeres, 167 varones y 32 personas de otras identidades de género.
Según establece la ley 24.685 de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales, la violencia simbólica es aquella que se ejerce “a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”.
Es un tipo de violencia difícil de detectar ya que está muy naturalizada en la sociedad. “La violencia simbólica nos atraviesa en nuestras vidas. Todos los días escuchamos mensajes que nos indican, de una u otra manera, cómo se espera que nos comportemos desde un enfoque de género. Hablar de esta influencia y de las responsabilidades que tenemos como instituciones, nos permite entender qué podemos hacer para transformar la sociedad”, dijo Georgina Sticco, cofundadora y directora de Grow.
En el informe dan cuenta que mientras estudiaban un 82% de las mujeres escucharon comentarios relacionados a sus carreras y su género, como por ejemplo que la carrera o el entorno no era el adecuado para ellas, que las mujeres no tienen fuerza física suficiente para desarrollarlo, entre otros. Este valor se elevó a 92% cuando se trató de personas de otras identidades de género y bajó a un 62% en los varones.
A su vez, cuatro de cada 10 mujeres escucharon alguna vez que “las mujeres no pueden liderar determinados grupos de trabajo por ser más sentimentales”. Al 29% de las mujeres le dijeron que la carrera elegida no le permitiría conciliar el trabajo con la vida familiar y sólo al 16% de los varones les pasó lo mismo.
Respecto a las entrevistas laborales, desde Grow relevaron que el 46% de las mujeres le preguntaron en una entrevista laboral por sus planes familiares. Esto le sucedió a los varones y a las personas de otras identidades de género en un 25% en cada caso.
El impacto de la violencia simbólica
“La violencia simbólica nos afecta desde un todo: en la autoestima, también va a influir en las decisiones que vas a tomar a futuro, incluso muchas mujeres toman decisiones sobre un trabajo actual en función de una posible maternidad en un futuro que ni siquiera está cerca”, explicó Sticco, en diálogo con La Voz. Luego reflexionó acerca del impacto que conlleva en el desarrollo profesional y laboral de las personas, en particular de las mujeres que son quienes más la sufren: “Desde antes del inicio de la carrera universitaria a las mujeres se les indica por mandato que es buena para tareas de cuidado y que el hombre no lo es, por lo que tenemos más mujeres en oficios y profesiones relacionadas a la salud y educación. Pero esto luego también se sigue sosteniendo en el ámbito universitario y laboral”.
También explicó que para quienes deciden romper con ese estereotipo o para quienes se animan a ocupar esos puestos de liderazgo que la sociedad te está diciendo “que no son para vos”, implica una inversión de energía extra para sostener con seguridad y firmeza esa experiencia.
“No hay ningún trabajo que no puedas hacer por tener familia, por ser madre o padre y si realmente existe un impedimento hay algo que está mal. Por todo esto es que trabajamos con las organizaciones, instituciones y empresas para que promuevan otras culturas de trabajo”, explicó.
Cómo erradicarla
“La transformación es colectiva y es responsabilidad de todas las personas” es el lema de la campaña de Grow de 2022 en referencia a las responsabilidades que les competen a cada persona en lo individual y en lo colectivo, desde el Estado, desde la educación, las instituciones, las empresas.
“El desafío es transversalizar el enfoque de género con un diagnóstico previo interno para plantear una verdadera transformación cultural y que no sea responsabilidad de unos pocos en la organización, sino eso cae con el tiempo. Creo que es necesario que se apropien del concepto, que se sientan movilizados y pensando en qué van a preguntar en una entrevista laboral, por qué, a quiénes, repensar por qué nadie interviene ante ciertos comentarios o chistes que están naturalizados pero que conforman violencia simbólica”, agregó Sticco.
En ese sentido la especialista aclaró que en sus trabajos de acompañamiento a las organizaciones se hace en todo el proceso, ya que no es algo que se pueda hacer solo con una charla.