Villa General Belgrano se transforma cada año al ritmo de su fiesta más popular. Por un par de días, el pueblo de poco más de 10 mil habitantes parece crecer exponencialmente. Sus calles son “tomadas” por turistas que llegan atraídos por el Oktoberfest. La vida cotidiana se altera, las guarderías funcionan más horas para que los papás puedan trabajar y, salvo las urgencias, todo se traslada al “día después” de la fiesta.
El encuentro entre vecinos de raíces germanas que recreaban tradiciones en una plaza medio siglo atrás mutó en una de las principales atracciones turísticas de la provincia de Córdoba. Como consecuencia, se convirtió en un hecho económico para la mayoría de los pobladores.
Con más o menos gente, con más o menos éxito, con mejor o peor coyuntura. Con todos los matices y la variedad de miradas, la Fiesta Nacional de la Cerveza, que va por su 55ª edición, sigue generando un fuerte impacto económico para la localidad. El sábado ingresaron unas 14.500 personas al Bosque de los Pioneros, el espacio donde se desarrolla, según indicaron desde el municipio. No obstante, sus efectos trascienden largamente al predio cervecero.
La cerveza, ante todo
“Es una vidriera importante y un gran empujón económico”, apunta Marcelo Oviedo, dueño de Interlaken, una de las cervecerías artesanales locales. Mientras que en promedio elabora de 10 a 14 mil litros mensuales, para la fiesta preparó 20 mil. “Junto con el verano, es el momento más fuerte”, añade. Las canillas no dan abasto para rellenar los jarros que se agolpan en el mostrador. Es el momento de mayor ebullición del Oktoberfest. Advierte que instalar una cervecería sólo por este evento es un error. El trabajo debe prolongarse durante el año.
Desde dos meses antes, la máquina de coser de Rosana Geisbühler Gubler (47) no para de confeccionar blusas, chalecos, vestidos o pantalones bordados con tiradores que utilizan los grupos de baile. Comienza su temporada alta, en la que genera ingresos que se equiparan al trabajo del resto del año. “Y no soy la única modista”, confía. La mujer espera seguir creciendo en este mercado: dedicarse casi exclusivamente al rubro e instalar un local con trajes típicos a la venta para los turistas.
Sin pisar el predio
Muchos de los vecinos que se benefician con la fiesta ni se arriman al predio cervecero. Alejandro Mencegue (20) tiene un quiosco en barrio Oeste. Su local ya existía cuando la fiesta se mudó a un par de cuadras. Por el frente de su negocio, los días pico pasan cientos de personas. “En comparación con el año pasado, bajó un poco la cantidad de gente y el gasto. De todas maneras, es una ayuda que tiene el pueblo en sí”, asegura. “Sin el predio, esta es una zona perdida”, dice. Durante el Oktoberfest, abre a las 10 y no para hasta la madrugada. En carteles, ofrece “combos al paso”, como latas de cerveza con empanadas a 100 pesos o choripanes con papas a 150 pesos.
“El que no trabaja por el Oktober es porque no quiere”, comenta un vecino, que para afrontar una deuda decidió instalarse con su auto y unas conservadoras a la salida de un boliche, durante la madrugada, y ofrecer, a 100 pesos, un sándwich de jamón y queso con una lata de cerveza. Vendió 300 el primer fin de semana y 1.200 el segundo. Directa o indirectamente, el evento representa una ayuda económica para mucha gente.
Final de la fiesta
Después de dos fines de semana, la 55° Fiesta Nacional de la Cerveza concluye hoy en el “Bosque de los Pioneros”, ubicado hacia el Oeste de la localidad. El evento, con cervezas artesanales, espectáculos artísticos y entretenimientos en el predio cervecero, también se manifiesta en las calles convertidas en peatonal. En esta jornada, la entrada es de 300 pesos.
* Corresponsalía