Más de uno, alguna vez se preguntó qué comen los pilotos durante un vuelo, si tienen las mismas opciones que los pasajeros o si pueden elegir libremente lo que quieran.
Detrás de esta aparentemente trivial cuestión se esconde una norma no escrita que sorprende a muchos. El piloto y el copiloto nunca comen lo mismo. Y no es por gusto.
Esta práctica, instaurada en muchas aerolíneas de todo el mundo, tiene un motivo muy concreto que pone por delante la seguridad.
Seguridad operacional
El capitán Akseli Meskanen, con más de 19 años de experiencia pilotando vuelos comerciales por Europa y destinos intercontinentales, explica que los pilotos siempre comen alimentos diferentes para prevenir posibles intoxicaciones alimentarias.
El razonamiento es simple: si uno de los dos se intoxica durante el vuelo, el otro debe estar en plenas condiciones para tomar el mando. Aunque pueda parecer exagerado, hay precedentes que justifican esta medida.
En agosto de 1982, durante un vuelo de National Overseas Airlines entre Lisboa y Boston, ocho de los 10 miembros de la tripulación -incluido el piloto- sufrieron una intoxicación alimentaria tras consumir el mismo postre: un budín de tapioca.
El único que no se vio afectado fue el copiloto, que no lo había probado. Según recogieron los archivos de la agencia estadounidense United Press International (UPI) y la Massachusetts Port Authority, gracias a eso, el avión pudo aterrizar sin incidentes.

Normas que se extienden a toda la tripulación
No solo los pilotos siguen esta regla. También el personal de cabina está sujeto a normativas que limitan qué y cuándo deben comer.
Paloma Brabender, tripulante de cabina, detalla: “Cada seis horas tenemos que picar algo. También no podemos comer lo mismo, el 50% de la tripulación tiene que tener una comida diferente, porque si hay una intoxicación y todos nos enfermamos habrá problemas a bordo”.
Según Brabender, aunque hay opciones entre las que elegir, hay una clara recomendación de no repetir menú entre compañeros clave.
Pequeños hábitos con impacto
El capitán Meskanen también cuenta que, siempre que puede, lleva sus propias ensaladas a bordo. No solo por gusto, sino para aportar variedad a los menús y mantener cierta ligereza. Asegura que esa flexibilidad ayuda tanto al cuerpo como a la mente durante largas jornadas de vuelo.
También menciona otras precauciones que adoptan durante el servicio a bordo, como evitar el café en momentos de turbulencia. Y es que, a miles de metros de altura, un derrame de líquido puede comprometer dispositivos electrónicos fundamentales.