Terminás de entrenar y tu instinto te lleva directo a la bañarte. Pero ese impulso puede ser un error, según advierte el doctor José Manuel Felices, especialista en Radiología Diagnóstica e Intervencionista y docente universitario.
Su recomendación es simple: esperar al menos 15 minutos antes de meterse bajo el agua. ¿El motivo? Se trata de respetar los procesos fisiológicos que se activan cuando hacemos ejercicio intenso.
El cuerpo necesita tiempo para autorregularse
Durante la actividad física, el cuerpo genera calor, los vasos sanguíneos se dilatan y comenzamos a sudar. Esa sudoración cumple un papel vital: ayuda a regular la temperatura corporal. Pero si terminamos de entrenar y corremos a ducharnos, interrumpimos ese mecanismo natural de enfriamiento.
“Puede generar mareos o incluso síncopes”, advierte Felices. Además, el sudor también cumple otra función: expulsar toxinas. Si te bañas enseguida, ese proceso de limpieza interna queda incompleto, lo que puede generar una sensación molesta, como si siguieras transpirando después de haberte bañado.
El sudor también protege la piel
Otro punto a tener en cuenta es el efecto del sudor sobre la microbiota cutánea. “Tiene un pH ligeramente ácido, lo que protege la piel de bacterias y agresiones externas durante el ejercicio”, explica el experto.
Si nos duchamos rápidamente usando jabones alcalinos, rompemos ese equilibrio natural. ¿La consecuencia? Mayor riesgo de irritación, resequedad o infecciones leves en la piel.

Qué hacer entonces
La solución es sencilla: darle tiempo al cuerpo. La ciencia indica que entre 10 y 15 minutos después de entrenar el organismo completa la regulación térmica y excreta la mayor parte de las toxinas por el sudor.
Durante ese tiempo, lo ideal es hidratarse, estirar, respirar profundo o charlar con tus compañeros de entrenamiento. Recién entonces, sí: date esa merecida ducha.