“No sos vos, soy yo” es una frase que se popularizó para alejarse de una relación, casi como una excusa perfecta para suavizar la despedida. Más de uno la usó o la escuchó alguna vez.
Pero, ¿qué hay detrás de esa icónica expresión? ¿Quién es “yo” en realidad? ¿Qué dice la ciencia al respecto? La neurociencia y la sociolingüística analizan cómo el cerebro, y no el corazón, es quien verdaderamente se enamora, se desenamora y toma decisiones sobre los vínculos.
Dos expertos exploran además qué factores influyen en una separación, cómo operan la dopamina, la serotonina y la oxitocina en el amor, por qué se idealiza a una pareja y qué papel juega el entorno social en la estabilidad (o ruptura) de una relación. También proponen dejar de buscar recetas mágicas para el amor y, en cambio, entenderlo como una construcción que puede ser más libre, consciente y saludable.
No es el corazón el que siente
Muchos piensan que el corazón es la “sede” del amor y los sentimientos, pero la ciencia se encarga de sacarle la careta y revelar quién es el verdadero protagonista.
“No es el corazón, el que siente, sino es el cerebro”, dice Fabricio Ballarini, biólogo doctorado en memoria. Él procesa, regula y decide qué sentimos y cómo actuamos ante el amor, el deseo o el desamor.
En definitiva, el “yo” que dice “no sos vos, soy yo” es un cerebro que evalúa, siente y a veces decide cortar.
Es que separarse, detalla el lingüista e investigador Juan Bonnin, es un proceso difícil con un costo social. “Y para minimizar todo eso usamos estrategias de separación que buscan preservar al máximo la imagen positiva del otro y, al mismo tiempo, evitar el daño a nuestra propia imagen”.
Nos enamoramos por la dopamina, vivimos juntos por la oxitocina

Ballarini y Bonnin acaban de publicar su último libro No sos vos, soy yo, donde ponen el deseo, los celos, el apego y el desamor bajo la lupa de la ciencia y el lenguaje. Porque amar también es una cuestión de química, palabras y conexiones.
“Las personas que se encuentran en la primera etapa de un amor romántico intenso tienen síntomas parecidos a los de la adicción a una droga, incluyendo euforia, deseo, tolerancia, dependencia emocional y física, abstinencia y recaída. Esta sensación es producto de la serotonina, asociada a la sensación de felicidad y bienestar, y la dopamina, muchas veces llamada la ‘droga del amor’”, explica el biólogo.
Sin embargo, esa exaltación inicial no dura para siempre. “Con el tiempo, los niveles de serotonina se estabilizan y el amor se transforma. Ahí aparece la oxitocina, una hormona clave para los vínculos duraderos. Asociada al apego, el sexo, la lactancia y el parto refuerza en el tiempo la valoración positiva del otro, y es lo que nos permite convivir, construir intimidad y sostener una relación más allá del fuego inicial”, agrega el lingüista.
“Entonces: en la primera etapa del amor, estamos con la serotonina y la dopamina a full, desesperados, no podemos separarnos, y es todo pasión y desenfreno. En la segunda etapa, en cambio, baja la euforia pero aumenta el bienestar basado en la estabilidad, en vínculos duraderos. O sea: nos enamoramos por la dopamina, pero la oxitocina nos hace vivir juntos”, resumen los autores.
Cuánto dura el amor

Contrario a la idea romántica del amor eterno, la ciencia dice que las relaciones tienen distintas duraciones y motivos.
“Muchas personas todavía tienen esa mirada idealizada sobre el amor romántico como eterno y exclusivo, sobre todo en las parejas heterosexuales”, aclara Bonnin. Pero lo cierto es que hoy muchas personas ya no esperan que sus vínculos duren “toda la vida”, aunque el amor a largo plazo existe y puede sostenerse, según estudios, cuando hay bienestar compartido, satisfacción con la pareja y buena autoestima.
Desde la psicología evolutiva, se distinguen tres tipos de vínculos.
- Relaciones largas (como el matrimonio).
- Relaciones breves (como las de una noche).
- Formas intermedias (como los “amigos con derechos”).
Cada una tiene sus propias motivaciones: en las relaciones duraderas se prioriza el compromiso y la estabilidad; en las breves, la atracción física. También existen formas no monogámicas (como el poliamor o las parejas abiertas), que combinan vínculos afectivos y sexuales con diferentes grados de compromiso.
Existen especulaciones acerca de cuál sería la duración “natural” de una relación romántica. Para algunos, nuestros antepasados tenían vínculos de alrededor de 3-4 años, que es lo que tarda una cría humana en tener cierto grado de autonomía.
“Pero la verdad es que los humanos somos una especie que puede pensar y cambiar el significado de sus propias conductas. Construimos formas de amar que no están dictadas sólo por la biología, sino también por nuestros valores, deseos y elecciones. El amor, en definitiva, puede durar… pero no siempre dura igual para todos", remarca Ballarini.
Por qué se termina una relación amorosa
Pero el cerebro no decide “romper” de un día para otro sin razones. La verdad es que las relaciones amorosas se terminan principalmente por tres motivos.
- Factores personales (como cambios laborales o familiares).
- Problemas en la compatibilidad o el vínculo (gusto, hobbies, valores).
- Influencias externas (familia y amigos que no aprueban la relación).
Un estudio de 2010 analizó qué factores predicen mejor las rupturas en parejas que están de novios pero no conviven. Para eso reunió los datos de 137 investigaciones con más de 37 mil personas a lo largo de 33 años.
¿Qué encontró? Que los rasgos individuales, como la personalidad, no sirven mucho para anticipar una separación. En cambio, sí pesan más cosas como cuánto tiempo, energía y recursos se invierten en la relación y si hay otras “opciones” disponibles (sí, eso que estás pensando).
Pero lo más determinante para que una pareja siga junta es algo menos racional: la “ilusión positiva”, esa tendencia a idealizar a la persona que nos gusta. Curiosamente, el mayor riesgo de separación no viene de adentro de la pareja, sino de afuera: cuando familiares o amistades no aprueban la relación, las probabilidades de ruptura aumentan notablemente.
¿Existe una receta mágica para no errarle al amor?

El libro no da consejos, efectivamente, porque puede crear la falsa idea de que las personas son organismos que pueden manipular y condicionar. “No estamos de acuerdo con esa idea; para nosotros, la ciencia nos tiene que ayudar a ser más libres, no más manipulables (o manipuladores)”, subrayan los especialistas.
Pero sí la ciencia contribuye con algunos datos aprendidos que ayudan a las personas a ser más libres en sus relaciones.
- Evitá el ghosteo: cortar con respeto mejora la salud emocional.
- Conocé tu estilo de amor: físico, intelectual o mixto, para evitar frustraciones.
- La equidad en la crianza fortalece la pareja.
- La seducción es más que palabras: los gestos y miradas cuentan, pero hay que saber interpretarlos bien.
Los expertos también aclaran que el amor, por suerte, no es una ciencia.