Una de las consignas de la convocatoria de la marcha “antifascista”, motorizada por los colectivos LGTBIQ+ fue “al closet no volvemos nunca más”. Esta fue una reacción no a las expresiones del presidente Javier Milei en Davos, sino a lo que dijo el jefe de Gabinete de ministros nacional, Guillermo Francos, quien en un intento por suavizar el contenido calificado como “odiante” de las expresiones presidenciales, argumentó: “Puertas adentro cada uno puede hacer lo que le parezca”.
La expresión ‘salir del armario’ (en inglés coming out of the closet) fue utilizada por primera vez en 1869 por Karl-Heinrich Ulrichs, pionero del movimiento de los derechos del colectivo LGBT.
Heinrich Ulrichs quería animar a los homosexuales a dar a conocer su condición y luchar contra las continuas discriminaciones que sufrían. En 1867, Ulrichs se había convertido en el primer homosexual en declararlo públicamente en un discurso ante el Congreso de Juristas Alemanes en Munich, donde solicitó la eliminación de las leyes en contra de los homosexuales, que eran severamente perseguidos, siendo despedidos de sus empleos, desterrados y/o castigados con penas de cárcel.
Esta expresión no siempre ha tenido que ver exclusivamente con la orientación sexual de una persona. La tradición literaria asocia el armario con un lugar que encierra secretos inconfesables de cualquier índole, como por ejemplo un amante o un cadáver. Y, cuando el armario se abre, sale a la luz todo lo que estaba oculto. Por tanto, al salir del armario se desvelan todas las ideas o creencias que se mantenían clandestinamente.
Hay otras lenguas y culturas que también recurren a la idea de “salir del armario” y su traducción es literal en otros idiomas. En inglés se dice to come out of the closet y en francés sortir du placard.
Se usa en negativo, pero también para la situación inversa: una vez revelada la situación, se dice de la nueva condición “estar fuera del armario”.
Quien sigue estando en el armario es quien mantiene en secreto o niega públicamente su orientación sexual, romántica o su identidad de género.
Cuando es otro quien revela a la persona (en contra de su voluntad), se emplea la expresión “sacar [a alguien] del armario” (del inglés outing). Hasta comienzos del siglo XXI era común que las personas no salieran del armario hasta después de su emancipación familiar, es decir, hasta dejar de vivir con los padres y depender de ellos económicamente. Hay una gran cantidad de relatos de personas que recién “salieron del armario” luego de que fallecieran sus padres.
Aunque esta expresión se hizo conocida para referenciar a personas homosexuales que hablaban de su identidad sexual, el significado se fue ampliando a otros colectivos y situaciones, refiriéndose en general a la declaración de algo que se mantenía oculto y que puede provocar sorpresa, vergüenza, odio o ser pasible de una sanción.
Lo que sale del closet puede ser un comportamiento considerado ilícito o inconveniente o bien la pertenencia a un colectivo (frecuentemente una minoría) susceptible de ser estigmatizado o discriminado, sea por la sociedad en general o en un ámbito laboral, educativo o familiar.
Un ejemplo podría ser el develarse como afiliado a un determinado partido político o sindical que es condenado por otros grupos mayoritarios. Algunos investigadores llaman esto “espiral de silencio”, otra expresión que alude a lo que emerge en un momento histórico y causa sorpresa, pero que estuvo tapado, mucho tiempo, porque se consideraba cuestionable tener una determinada opinión. También se utiliza en política el término “voto vergonzante” para describir la renuencia de dar a conocer una preferencia que tiene “mala prensa” en encuestas de intención de voto. Algo de eso ocurrió, en primera vuelta, con el fenómeno de Javier Milei, paradójicamente.
La traducción literal de la frase anglosajona coming out of the closet, de donde se origina el concepto, deriva a su vez de otra expresión anglosajona (to have a skeleton in the closet), traducida como ‘tener un esqueleto en el armario’, que significa tener algo vergonzoso u oculto que no se quería hacer público. En castellano se usa como “tener un muerto en el placard”.