La imagen es cotidiana: un grupo de personas en un bar, cada una absorta en la pantalla de su teléfono, sin interactuar entre sí. O el impulso casi automático de revisar el celular apenas nos despertamos. La hiperconexión se convirtió en una marca de época, con consecuencias en la salud mental, la calidad del sueño y los vínculos entre las personas.
Cada 5 de marzo se celebra el Día de la Abstinencia Digital, una jornada que invita a apagar dispositivos y repensar nuestra relación con la tecnología. Más que un desafío pasajero, se trata de una oportunidad para practicar el reseteo digital, una estrategia que busca equilibrar el tiempo online y offline para mejorar la calidad de vida.
La fecha fue instaurada en 2009 fue por iniciativa de Reboot, una organización de arte y cultura judía sin fines de lucro, en asociación con el Sabbath Manifiesto, que es un proyecto para desacelerar el impacto de las conexiones digitales en la vida cotidiana.
El costo invisible de la hiperconexión
El uso excesivo de pantallas está asociado a una serie de efectos negativos. Entre ellos, el tecnoestrés, una forma de ansiedad derivada de la necesidad de estar permanentemente conectados, y la nomofobia, el miedo irracional a quedarse sin acceso al teléfono móvil.
Según un estudio del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Harvard, la exposición prolongada a pantallas puede alterar la producción de melatonina y afectar el descanso nocturno. Además, el consumo constante de contenido digital reduce la capacidad de concentración y aumenta los niveles de ansiedad.
Para Mariana Savid Saravia, psicopedagoga cordobesa y especialista en neuroeducación y educación en ciudadanía digital, el problema radica en que no siempre sabemos cómo establecer límites saludables con la tecnología, lo que nos lleva a vivir en un estado de alerta constante.
“La dependencia digital ha alcanzado niveles sin precedentes: el trabajo, la educación, las relaciones sociales e incluso el acceso a servicios básicos dependen de una conexión estable. Sin embargo, en este Día de la Abstinencia Digital, es crucial reflexionar sobre cómo esta hiperconexión ha transformado no solo nuestras rutinas, sino también nuestra salud mental, emocional y social”, explica.
Según la especialista, el reseteo digital es una herramienta clave para recuperar la autonomía sobre el tiempo y la atención. “Vivir sin internet, aunque sea por un día, nos confronta con la realidad de que la conexión más importante es la que tenemos con nosotros mismos y con quienes nos rodean. En un mundo donde la inmediatez digital nos ha acostumbrado a respuestas rápidas y gratificación instantánea, la desconexión nos enseña a valorar la paciencia, la profundidad y la presencia. Nos recuerda que, antes de los “me gusta” y los mensajes instantáneos, existían formas de comunicación más auténticas y significativas”, advierte Savid.
Para la especialista, creadora de la cuenta Reseteo Digital, esta práctica emerge como una filosofía y hábito necesario en este contexto. “No se trata de demonizar la tecnología, sino de aprender a usarla de manera consciente y crítica. Desconectarnos periódicamente nos permite recuperar el control sobre nuestro tiempo, nuestras emociones y nuestras relaciones”, aclara.
Se trata de una invitación a redescubrir actividades que, en el ritmo acelerado de la vida digital, hemos dejado de lado: leer un libro físico, disfrutar de una conversación cara a cara sin interrupciones, pasear al aire libre o dedicarnos a hobbies que no requieren una pantalla.
Cómo hacer un reseteo digital efectivo
Practicar el reseteo digital no implica renunciar definitivamente a los dispositivos, sino adoptar hábitos más equilibrados. Algunas estrategias incluyen:
- Establecer horarios sin pantallas: Definir momentos del día para desconectarse, como antes de dormir o durante las comidas.
- Actividades alternativas: Leer un libro en papel, salir a caminar o realizar ejercicios de respiración pueden ayudar a reducir la dependencia del celular.
- Espacios libres de tecnología: Crear zonas en el hogar donde no se usen dispositivos, como el dormitorio o la mesa familiar.
- Consumo consciente de contenido: Limitar el tiempo en redes sociales y priorizar interacciones significativas sobre el consumo pasivo de información.
“El Reseteo Digital no es solo un acto de abstinencia; es un enfoque sostenible que nos permite el autoconocimiento y el equilibrio entre la vida online y offline. Al hacerlo, no solo mejoramos nuestra relación con la tecnología, sino que también fortalecemos nuestra salud mental y emocional. Aprendamos a usar internet como lo que es: una herramienta, no una extensión de nuestra identidad”, concluyó Savid.
A pesar de los beneficios de la abstinencia digital, desconectarse puede generar ansiedad en algunas personas. La sensación de “perderse algo” es una manifestación de la dependencia a la inmediatez digital, potenciada por el diseño adictivo de las redes sociales.
Un ejemplo concreto es la interacción familiar. Un estudio de la Universidad de Oxford reveló que el 68% de los padres sienten que el uso de pantallas interfiere en la comunicación con sus hijos. Entonces quienes advierten sobre la necesidad de aplicar esta práctica indican que no se trata solo de limitar el tiempo de pantalla de los niños, sino de dar el ejemplo con nuestras propias conductas.